Pues, señores, no me gusta la mujer francesa. Es decir, á un hombre orgánicamente ecuánime y bien ponderado, le gusta siempre la mujer. Por lo demás, yo no quiero aludir en esta croniquilla volandera á la francesa distinguida y excepcional. La respeto y la ensalzo. Yo hablo de la mujer que forma gleba, muchedumbre, la que se ve á cada momento.
No. Llega un instante á los pocos días de hallarse en París en que la mujer no impresiona. Hace tal derroche, tan estupenda prodigalidad de sus piernas, de sus escotes, de sus líneas, de su gesto, que acaba por fatigar, como empalaga el escaparate de una confitería. Y luego, ¡es tan artificial y tan fría, tan calculadora, tan lejos de toda ingenuidad y candor femeninos!.
Un pie grande; una pierna delgada que se ve hasta más allá de las ligas negras; un vestido sin personalidad, por constituir con otros la vulgaridad de lo estrafalario; unos bracitos largos y huesudos; un pescuecito de azucena; una boca pintada de rojo; unos ojos pintados de negro; unas mejillas embadurnadas también; y arriba, sobre un pelucón rubio, una pluma larga que se menea como airón absurdo. Y así una, diez, cien, mil, un millón, idénticas, solas, varoniles, fumando, subiendo al autobús de un brinco, sorbiendo por la pajita un helado en la puerta del café, y enseñando unas piernas que ya nadie contempla. Señores, yo adoro á nuestras muchachas modositas, que se ponen coloradas cuando se les adivina el tobillo, y que hacen de un beso la trinchera más deliciosa y fuerte de su pudor castellano.
Porque, además, esto no resuelve problema alguno. Ni siquiera el de la orgía. Yo, francamente, encontraría un poco terrible irme de holgorio con estas mujeres que fuman, beben, andan solas, saben hablar por teléfono, no se asustan de las cucarachas y enseñan las ligas como uno podría enseñar los calzoncillos. No hay nada que asaltar, no hay nada que vencer. Es irse con un amigo que lleva faldas y un airón.
Señores, hasta por sensualidad, y no hablemos por dignidad y por instinto de conservación ¡vivan las mujercitas honradas, pueriles, soñadoras y buenas de Carcajente o de Simancas!.
LUIS ANTON DEL OLMET - El triunfo de Alemania - 1915
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24 Los psicólogos usan el término "socialización" para designar el proceso por el cual los niños son educados para pensar y actuar de la manera que la sociedad demanda. Se dice que una persona está bien socializada si conoce y obedece el código moral de su sociedad, y encaja correctamente como parte del funcionamiento de ésta. Puede parecer absurdo decir que muchos izquierdista están sobresocializados, ya que el izquierdista es percibido a menudo como un rebelde. Sin embargo, esta idea sigue siendo perfectamente defendible, puesto que muchos izquierdistas no son tan rebeldes como parecen.
25 El código moral de nuestra sociedad es tan exigente que nadie puede pensar, sentir y actuar de una forma completamente acorde a las normas. Por ejemplo, se supone que no podemos odiar a nadie, pero sin embargo, casi todo el mundo odia a alguien alguna vez, lo reconozca ante sí mismo o no. Alguna gente está tan altamente socializada que intenta pensar, sentir y actuar siempre de acuerdo con las normas sociales, imponiéndose una severa carga. Con el objeto de eludir los sentimientos de culpa, esas personas tienen que engañarse a sí mismas continuamente sobre sus propias motivaciones y encontrar explicaciones morales para sentimientos y acciones que en realidad no tienen nada de moral. Usamos el término sobresocializado para describir a tales personas. Durante el periodo victoriano mucha gente sobresocializada sufrió serios problemas psicológicos como resultado de reprimir sus sentimientos sexuales. Freud, aparentemente, basa sus teorías en gente de este tipo. Hoy en día el foco de la socialización se ha trasladado del sexo a la agresión.
26. La sobresocialización puede conducir a baja autoestima, sentimientos de impotencia, derrotismo, sentimientos de culpa, etc. Uno de los métodos más habituales con los que nuestra sociedad socializa a los niños es haciéndolos sentir avergonzados de su comportamiento o de su modo de hablar, porque son contrarios a las normas sociales. Si se utiliza en exceso ese mecanismo, o si un chico en particular es especialmente sensible a esa clase de sentimientos, acaba por sentirse avergonzado de sí mismo. Además el pensamiento y el comportamiento de la persona sobresocializada están más restringidos por lo que la sociedad espera de ellos de lo que lo están los de las personas sólo levemente socializadas. La mayoría de las personas actúan de un modo deliberado y consciente contra las normas. Mienten, cometen robos, violan las normas de tráfico, holgazanean en el trabajo, odian a alguien, dicen cosas malintencionadas o usan trucos para aprovecharse de los demás. La persona sobresocializada no puede hacer estas cosas, o si las hace, le generan un desmesurado sentimiento de vergüenza y autoaborrecimiento. La persona sobresocializada incluso no puede experimentar, sin culpabilidad, pensamientos o sentimientos que son contrarios a la moralidad aceptada; no puede tener ideas "impuras". Y la socialización no es sólo un problema de moralidad; estamos socializados para cumplir con otras muchas normas de comportamiento que no tienen nada que ver con el concepto de moralidad. Así, la persona sobresocializada se encuentra atada con una correa psicológica y pasa su vida moviéndose constreñida por los raíles que la sociedad ha tendido para ella. En mucha gente sobresocializada esto se convierte en un sentimiento de coacción e impotencia que puede causar un gran sufrimiento psicológico. En nuestra opinión, la sobresocialización está entre las crueldades más graves que los seres humanos se infligen unos a otros.
27 Afirmamos que un segmento muy importante e influyente de la izquierda moderna está sobresocializado y que su sobresocialización es de gran importancia a la hora de determinar la dirección del izquierdismo moderno. Los izquierdistas del tipo sobresocializado tienden a ser intelectuales o miembros de la clase media alta. Nótese que los intelectuales universitarios, sin incluir necesariamente a los especialistas en ingeniería o las ciencias “puras”, constituyen el segmento más altamente socializado de nuestra sociedad y el ala más izquierdista.
28 El izquierdista del tipo sobresocializado trata de huir de sus ataduras psicológicas y reafirmar su autonomía rebelándose contra la sociedad. Pero normalmente no es lo bastante fuerte como para rebelarse contra los valores más básicos de la sociedad. Generalmente hablando, los objetivos de los izquierdistas de hoy NO están en conflicto con la moral establecida. Antes bien, la izquierda toma como base la moral establecida, la adapta a su manera y entonces acusa a la corriente mayoritaria de la sociedad de violar ese principio. Ejemplos: igualdad racial, igualdad de los sexos, ayudar a los pobres, la paz como opuesto a la guerra, pacifistas, libertad de expresión, buen trato a los animales, etc. Y de manera fundamental: la obligación de la persona de servir a la sociedad y la obligación de la sociedad de hacerse cargo de la persona. Todos estos han sido valores profundamente arraigados de nuestra sociedad (o al menos por mucho tiempo de su clase media y alta). Hay bastantes personas de la clase media y alta que se resisten a algunos de estos valores, pero normalmente tratan de ocultar esta resistencia, que también aparece muy limitada en los medios de masas. El principal impulso de la propaganda en nuestra sociedad es en favor de los valores mayoritarios y esto es así porque estos valores le son útiles al sistema industrial. La violencia se desaprueba porque transtorna el funcionamiento del sistema. El racismo se desaprueba porque los conflictos étnicos también lo transtornan, y la discriminación malgasta el talento de los miembros de un grupo minoritario que pueden ser útiles para el sistema. La pobreza debe ser "subsanada" porque la clase baja causa problemas al sistema y el contacto con ellas rebaja la moral de las otras clases. Las mujeres son animadas a tener carreras porque su talento es valioso para el sistema y, aún más importante, con trabajos regulares las mujeres están mejor integradas en el sistema y se vinculan más a este que a sus familias. Esto ayuda a debilitar la solidaridad familiar. (Los líderes del sistema dicen que quieren fortalecer la familia, pero lo que realmente quieren decir es que necesitan a las familias como herramienta para socializar a los hijos de acuerdo con sus necesidades. Razonamos en los párrafos 51, 52 que el sistema no puede permitir a la familia o a otro grupo social de pequeña escala ser fuerte y autónomo). Estos valores son explícita o implícitamente expresados en gran parte del material ofrecido por los medios de comunicación mayoritarios y por el sistema educativo. Los izquierdistas, especialmente los del tipo sobresocializado, normalmente no se rebelan contra estos principios, sino que justifican su hostilidad a la sociedad afirmando (con algún grado de verdad) que la sociedad está abandonando estos valores.
29. He aquí una ilustración de la manera en como el izquierdista sobresocializado muestra su adhesión real a las actitudes convencionales de nuestra sociedad, mientras pretende estar en rebelión contra ellas. Muchos promueven acciones contundentes para promover a la gente negra dentro de los trabajos prestigiosos, para mejorar la educación en los colegios negros e invertir más dinero en tales colegios; la forma de vida de la "clase baja" negra la perciben como una desgracia social. Quieren integrar al hombre negro dentro del sistema, hacer de él un ejecutivo de negocios, un juez, un científico, o cualquier cosa equivalente a lo que hace la gente blanca de clase medio alta. Responderán que la última cosa que quieren es hacer del hombre negro una copia del hombre blanco; en vez de eso, afirmarán que desean preservar la cultura afroamericana. ¿Pero en qué consiste esta preservación? Puede consistir simplemente en comer el estilo de comida negra, escuchar música negra, vestir ropa al estilo negro e ir a una iglesia o mezquita negras. En otras palabras, sólo aprobarán que esa cultura se expresa en sus formas superficiales. En todos los aspectos ESENCIALES, estos izquierdistas del tipo sobresocializado quieren en realidad amoldar al hombre negro a los ideales de clase media del hombre blanco. Quieren hacer al padre negro "responsable", quieren que las bandas negras se vuelvan no violentas, etc. Pero estos son exactamente los valores del sistema tecnológico-industrial. Al sistema le da absolutamente igual la clase de música que un hombre escucha, qué clase de ropa lleva o en qué religión cree, mientras estudie en el colegio, tenga un trabajo respetable, ascienda la escala social, sea un padre "responsable", sea no violento y así sucesivamente. En la realidad, el izquierdista sobresocializado, aparentemente rebelde, quiere integrar al hombre negro en el sistema y hacer que adopte sus valores.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Dicen que el pintor Apeles fue reprendido por un zapatero, por mantener una manija en el zapato por dentro de menos. Al día siguiente el mismo zapatero, muy orgulloso del éxito de su comentario de ayer, y de que se corrigiese el error, comenzó a criticar la pierna. Apeles, indignado, se presentó, exclamando que no tenía nada más que criticar un zapatero más arriba del calzado, que también quedó como proverbio, en latín : Ne supra crepidam sutor judicaret «El zapatero no debe juzgar más arriba de las sandalias» (Zapatero, a tus zapatos).
Plinio el Viejo, hablando del pintor Apeles.
www.historia-del-arte-erotico.com/Plinio_el_viejo/libro35.htm
Una vez, en la noche medieval, el vampiro había sido muy poderoso, y enormemente temido. Se lo había considerado anatema, y todavía lo era. La sociedad lo perseguía sin descanso.
Pero ¿son sus necesidades más sorprendentes que las necesidades de otros animales y hombres? ¿Son sus actos más horribles que los actos del padre que secó el espíritu de su hijo? Puede que el vampiro tenga un ritmo cardíaco más rápido y el pelo revuelto. Pero, ¿es peor que el padre que dio a la sociedad un hijo neurótico que se convirtió en político? ¿Es peor que el fabricante que creó una fundación con el dinero que hizo vendiendo bombas y cañones a nacionalistas suicidas? ¿Es peor que el destilador que dio licor adulterado para atontar más aún los cerebros de aquellos que, sobrios, son incapaces de pensar con propiedad? No, pido perdón por esta calumnia; ataco la bebida que me alimenta. Entonces, ¿es peor que el editor que llena las estanterías de deseos de muerte y lujuria? Realmente, mira en tu alma, ¿es el vampiro tan malo?
Sólo bebe sangre.
Me pregunto si no seré una de esas personas que conciben a su conveniencia los diversos fenómenos del mundo, las cosas y la existencia. No es porque posea un carácter acomodaticio —aunque reconozco que cierta tendencia al respecto sí la tengo, claro está—, sino porque múltiples ejemplos en este mundo me han demostrado que una aproximación ecléctica a las cosas nos acerca más a la comprensión de su esencia que una interpretación ortodoxa de las mismas.
Decidamos, por ejemplo, que la Tierra no es un cuerpo esférico sino una enorme mesa de café. ¿Nos causa eso algún inconveniente en el plano de la vida cotidiana? Evidentemente, éste es un caso extremo y no se trata de ir cambiándolo todo a nuestro capricho. Sin embargo, la concepción arbitraria según la cual la Tierra es una enorme mesa de café eliminaría de un plumazo la infinidad de pequeños problemas —sin ir más lejos, la fuerza de gravedad, las líneas de demarcación horaria o el ecuador, entre otras futilidades— derivados de la condición esférica del globo terráqueo. Porque, a una persona normal y corriente, ¿cuántas veces va a preocuparle a lo largo de su vida la línea del ecuador?
Por ese motivo intento, en lo posible, tomarme las cosas como me convienen. Lo que yo pienso es que el mundo está constituido de forma que contiene varias —o, para decirlo sin ambages, infinitas— posibilidades. Y la elección entre éstas reside, hasta cierto punto, en cada uno de los individuos que lo componen. Lo que llamamos «mundo» es una enorme mesa de café producto de un compendio de posibilidades.
- Haruki Murakami, El fin del Mundo y un despiadado País de las MaravillasCuando una conversación es banal, es preferible ser idiota para jugar con ventaja.
-Frase de mi padre, filósofo a su manera-
¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos ?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.
Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.
Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.
Julio Cortázar
— ¡Mírate, Winters! —le gritó, mientras se lo lanzaba a las manos.
Y Winters miró.
Vio el rostro que casi había olvidado, su rostro cuando era joven. La nariz era más carnosa; los ojos, más brillantes y distintos en alguna forma vaga. Aquí y allá quedaban unas cuantas líneas: las marcas de la experiencia, que nunca serían borradas. Contempló incrédulo el oscuro cabello, el grueso cuello; palpó los firmes y redondeados músculos de sus brazos. Miró interrogativamente los rostros divertidos de los cuatro. Un escalofrío de esperanza, tan vago que apenas podía definirlo, corrió a través de él. ¿Qué es lo que Ponceón había dicho sobre la inmortalidad? Se humedeció los secos labios.
—Es... ¿Me hiciste... inmortal?
Ponceón rio en voz alta.
—Mejor que eso, Winters. ¡Te hicimos joven!
— ¿Pero cómo? ¿Qué medios pudiste emplear?
—Es sencillo. Incluso en tus tiempos hubiese resultado sencillo, tedioso de desarrollar, pero simple teóricamente. Hibridamos tus células.
— ¿Qué quieres decir?
— ¿Entiendes algo de biología?
—En mis tiempos sí. Lo que se conocía en mi siglo.
—Entonces sabrás que una raza de células o cualquier tipo de vida protoplasmática tiende a adelgazar y morir después de un cierto tiempo. Usualmente es acompañado o medido por la cantidad de materia inorgánica en el contenido físico. También sabrás (es un principio antiguo) que infundir nueva vida en la vieja consiste en producir una nueva raza híbrida, una raza joven con un ciclo completo de vida ante sí.
Winters frunció el ceño reflexivamente. Después asintió.
—En el cuerpo hay doscientas setenta especies de células, de tipos suficientemente diferenciados como para soportar una clasificación sistemática. En este laboratorio tenemos cultivos de cada una de ellas creciendo en tubos de ensayo. Todo lo que hicimos contigo y con Pondero fue insertar en el lugar adecuado de vuestros cuerpos una pequeña partícula de cada uno de los doscientos setenta tipos de estructura celular. La naturaleza ha hecho el resto y todo tu cuerpo está ahora cubierto de nuevas células frescas y vigorosas. ¡Te dije que era sencillo!
Y pasó al punto a un clima más fresco.
—Cowper
Keats sucumbió a una crítica. ¿Quién murió de una Andrómaca?. ¡Almas innobles! El duque de l'Omelette pereció de un verderón. L'historie en est brève. ¡Ayúdame, espíritu de Apicio!
Una jaula de oro llevó al pequeño vagabundo alado, enamorado, derretido, indolente, desde su hogar en el lejano Perú a la Chaussée d'Antin; de su regia dueña, La Bellísima, al duque de l'Omelette; y seis pares del reino transportaron el dichoso pájaro.
Aquella noche el duque debía cenar a solas. En la intimidad de su despacho reclinábase lánguidamente sobre aquella otomana por la cual había sacrificado su Lealtad al pujar más que su rey en la subasta... la famosa otomana de Cadêt.
El duque hunde el rostro en la almohada. ¡Suena el reloj! Incapaz de contener sus sentimientos, su Gracia come una aceituna. En ese instante ábrese la puerta a los dulces sones de una música y, ¡oh maravilla!, el más delicado de los pájaros aparece ante el más enamorado de los hombres. Pero, ¿qué inexpresable espanto se difunde en las facciones del duque? «Horreur! —chien! —Baptiste! —l'oiseau! ah, bon Dieu! cet oiseau modeste que tu as deshabillé de ses plumes, et que tu as servi sans papier!» Seria superfluo agregar nada: el duque expira en un paroxismo de asco.
—¡Ja, ja, ja! —dijo su Gracia, tres días después de su fallecimiento.
—¡Je, je, je! —repuso suavemente el diablo, enderezándose con un aire de hauteur.
—Vamos, supongo que esto no es en serio —observó de l'Omelette—. He pecado, c'est vrai, pero, querido señor... ¡supongo que no tendrá la intención de llevar a la práctica tan bárbaras amenazas!
—¿Tan qué? —dijo su Majestad—. ¡Vamos, señor, desnúdese!
Hace unos años, en un campamento, hubo un grupo de jóvenes que, durante una excusión, se perdió. Tras varias horas perdidos, encontraron a un hombre solitario: llevaba un hacha a la espalda y no les daba buena espina pero, desesperados, le preguntaron cómo se llegaba al pueblo. A pesar de la primera impresión, el hombre resultó ser supergradable: les dijo que se llamaba Yoduloso y les acompañó hasta el pueblo, donde se despidió. Antes, se hizo una foto junto a los jóvenes.
El grupo de jóvenes contó en el pueblo que el hombre que los había llevado hasta allí se llamaba Yoduloso, pero los vecinos de la localidad dijeron que aquello era imposible. El único Yoduloso que había habido en el pueblo falleció hace más de 100 años, y murió de una forma horrible: un grupo de niños jugaba a la pelota y se le escapó, y Yoduloso fue a por ella. Llevaba un hacha en la mano y tuvo la mala suerte de tropezar y cortarse su propia pierna. Murió desangrado.
Los jóvenes escucharon incrédulos y pensaron que, incluso a pesar de las coincidencias del nombre y de que aquel señor también llevaba un hacha, era imposible que se trata de la misma persona. Sin embargo, cuando revelaron aquella foto que se habían hecho al llegar al pueblo, se percataron de algo que les hizo cambiar de parecer: Yoduloso había desaparecido de la fotografía.
"Mientras la banda, compuesta por 12 músicos del gueto de Varsovia, tocaba música clásica a un ritmo acelerado, llegaba un nuevo convoy, compuesto mayoritariamente por judíos checoslovacos, casi todos ancianos, mujeres y niños (...) los guardias SS y los ucranianos golpeaban sin piedad a los que bajaban del tren, independientemente de su edad o sexo, obligándolos a desnudarse con temperaturas de menos 20 grados. La escena era dantesca: ancianas, mujeres y niños desnudos, llorando y corriendo desorientados mientras la música no dejaba de sonar.
Satov, el jefe de los kapos, que había perdido esa mañana a su padre, lloraba de angustia mientras restallaba el látigo para aligerar el paso de la cola. En menos de 20 minutos, separaron a los ancianos de las mujeres y los niños. En 40 minutos aproximadamente unos 1000 ancianos fueron gaseados. En los siguientes 40 minutos gasearon a mujeres y niños, la otra mitad del convoy. (...) Para la hora de comer, 3 horas después de la llegada del convoy, los 2000 judíos habían sido desdentados (el comando de dentistas arrancaba las piezas de oro a los adultos), desnudados, rapados (por el comando de peluqueros), gaseados y quemados.
Hassler, jefe del campo 2, entendió ese día algo que aceleró enormemente el trabajo de exterminio del campo (...), y es que no tenía sentido extraer las piezas de oro a los judíos antes de gasearlos (vivos) pues eso, además de enlentecer enormemente la cola de entrada a las cámaras de gas, provocaba forcejeos y gritos espeluznantes que angustiaban aún más a las colas adyacentes, retrasando el ritmo de entrada. A partir de aquel día, el comando de dentistas comenzó a actuar en el campo 2, sobre los cadáveres.
El rabino Mistikevitz, que ejercía de obligado dentista por su fortaleza física, acabó volviéndose loco y no dejaba de repetir: "Dios no existe, Dios no existe", mientras extraía los dientes a los muertos. Miskievitz me hizo recordar aquella inscripción que un soldado ruso encontró tras la liberación de Mathausen, tallada sobre madera en las literas del campo 2 por un judío húngaro: "Si hay Dios, tendrá que pedirme perdón".
Jean Francoise Steiner, "Treblinka"
—Por desgracia. O qué le parece esta definición hipotética: la razón es una especie de instinto complejo que aún no se ha formado del todo. Eso implica que la conducta instintiva es siempre natural y que persigue un fin. Dentro de un millón de años nuestro instinto habrá madurado y dejaremos de cometer los errores que probablemente debemos a la razón. Y entonces, si algo cambiara en el universo, todo; nos extinguiríamos..., precisamente porque habríamos olvidado cómo cometer errores, es decir, cómo intentar varios enfoques que no han sido estipulados por un programa inflexible de alternativas permitidas.
—Usted se las arregla para que suene despectivo.
—De acuerdo, probemos con otra definición, una muy noble y sublime. La razón es la capacidad de utilizar las fuerzas del medio sin destruir ese medio.
Noonan hizo una mueca y sacudió la cabeza.
—No, eso no se refiere a nosotros. ¿Qué le parece ésta? El hombre, a diferencia del animal, es una criatura dotada de una indefinible necesidad de conocimiento. Lo leí en alguna parte.
—Yo también. Pero el problema consiste en que el hombre común (ese en que usted piensa al hablar de «nosotros» y «los otros») supera con mucha facilidad esa necesidad de conocimiento. Ni siquiera creo que haya tal necesidad. La hay, sí, pero de comprender, y para eso no hace falta el conocimiento. La hipótesis de Dios, por ejemplo, nos proporciona una oportunidad incomparablemente absoluta de comprenderlo todo sin conocer nada. Da al hombre un sistema muy simplificado del mundo y explica todos sus fenómenos sobre la base de ese sistema. Esa clase de enfoques no requiere conocimiento de ninguna especie. Sólo unas pocas fórmulas aprendidas de memoria, más lo que la gente llama intuición y lo que llama sentido común.
—Un momento —dijo Noonan.
Terminó su cerveza y depositó ruidosamente la jarra sobre la mesa. Después contestó:
—No se salga del tema. Volvamos al tema de nuestra conversación. El hombre se encuentra con una criatura extraterrestre. ¿Cómo descubren ambos que los dos son criaturas racionales?
—No tengo la menor idea —dijo Valentine, con gran placer—. Todo lo que he leído sobre ese tema cae en un círculo vicioso. Si son capaces de establecer contacto, son racionales. Y viceversa; si son racionales son capaces de establecer contacto. Y en general: si una criatura extraterrestre tiene el honor de dominar una psicología humana, es racional. Una cosa así.
—¿Ah, sí? ¡Y yo creía que ustedes tenían todo bien acomodado, cada cosa en su casillero!
—Los monos también pueden poner cosas en casilleros —replicó Valentine.
—No, espere —exclamó Noonan, sintiéndose defraudado por algún motivo—. Si no saben cosas tan simples como ésa... Bueno, al diablo con la razón. Por lo visto es un verdadero pantano. Okey, pero ¿qué pasa con la Visitación? ¿Qué piensa usted de la Visitación?
—Será un placer. Imagine un picnic.
Noonan se estremeció.
—¿Qué dijo?
—Un picnic. Imagine un bosque, una pradera. Un coche sale de la ruta y se de él baja un grupo de gente joven, con botellas, cestos de comida, radios a transistores y máquinas fotográficas. Encienden fuego, arman carpas, ponen música. Por la mañana se marchan. Los animales, los pájaros y los insectos que los han estado observando horrorizados durante la larga noche vuelven a salir de sus escondrijos. ¿Y con qué se encuentran? Nafta y aceite derramados en el pasto. Válvulas y filtros usados, estropajos, bombitas quemadas y alguna llave inglesa que alguien olvidó. Manchas de aceite en el estanque. Y también, por supuesto, las basuras de costumbre: corazones de manzana, envolturas de caramelos, restos chamuscados de la hoguera, latas, botellas, un pañuelo, una navaja, periódicos destrozados, monedas, flores marchitas recogidas en otra pradera.
—Ya entiendo; un picnic junto al camino.
—Precisamente. Un picnic junto a algún camino del cosmos. Y usted pregunta si van a volver.
—Déjeme fumar un cigarrillo. ¡Maldita sea esta seudociencia! Lo había imaginado todo muy distinto.
—Está en su derecho.
—Eso significa que ni siquiera repararon en nosotros.
—¿Por qué?
—Bueno al menos que no nos prestaron atención.
—En su lugar, yo no me preocuparía por eso, ¿sabe?
Noonan aspiró el humo, tosió y arrojó el cigarrillo.
—No me preocupo —dijo, terco—. No puede ser así. ¡Malditos sean todos ustedes, los científicos! ¿De dónde sacan tanto disgusto con respecto al hombre? ¿Por qué tratan siempre de poner a la humanidad por el suelo?
—Un momento —dijo Valentine—. Escuche: —y citó—: «¿Me Pregunta usted en qué consiste la grandeza del hombre? ¿En que recrea la naturaleza? ¿En que domina las fuerzas cósmicas? ¿En que conquistó el planeta en poco tiempo y abrió una ventana al universo? ¡No! En que, a pesar de todo eso, ha sobrevivido y tiene intenciones de seguir sobreviviendo en el futuro».
Hubo un silencio. Noonan pensaba.
Arkadi y Boris Strugatsky, "Picnic extraterrestre" o "Picnic al lado del camino."
"De la misma manera, la segunda regularización fiscal de Juan Calor de Borbón, del 25 de febrero de 2021, por casi 4,4 millones de euros por rentas no declaradas en relación con los gastos costeados por la Fundación Zagatka, fundada por Álvaro de Orleans-Borbón, primo lejano del rey emérito, como viajes en aviones privados, impide una hipotética investigación sobre los movimientos de dinero a sociedades offshore que presuntamente se realizaron a a través de esa fundación, a través de la cual, por ejemplo, se destinaron 102.000 euros a la compra de escopetas de caza. "
De Púbico.es
Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la mansión de uno de tus amigos, o la tuya propia; por eso la muerte de cualquier hombre arranca algo de mi, porque estoy ligado a la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti
"En el universo no hay coincidencias ni hay accidentes. No sucede nada a menos que haya alguien que desee que suceda".
“Salimos del presente para caer en el futuro desconocido, pero sin olvidar el pasado. Nuestra alma está cruzada por el sedimento de los siglos". "Las palabras del regreso"
La confusión es el dios
la locura es el dios la paz permanente de la vida
es la paz permanente de la muerte. La agonía puede matar
o puede sustentar la vida
pero la paz es siempre horrible
la paz es la peor cosa
caminando
hablando
sonriendo
pareciendo ser. no olvides las aceras,
las putas,
la traición,
el gusano en la manzana,
los bares, las cárceles
los suicidios de los amantes. aquí en Estados Unidos
hemos asesinado a un presidente y a su hermano,
otro presidente ha tenido que dejar el cargo. La gente que cree en la política
es como la gente que cree en dios:
sorben aire con pajitas
torcidas no hay dios
no hay política
no hay paz
no hay amor
no hay control
no hay planes mantente alejado de dios
permanece angustiado deslízate.
Les Brodrick
El Lancaster de Lesley Charles James Brodrick fue derribado cuando regresaba de un bombardeo sobre Stuttgart.
La noche de la evasión éramos unos 200, todos con nuestros pesados abrigos, apelotonados en una caseta en la que pronto empezó a hacer mucho calor. Por lo visto, se podían ver nubes de vapor saliendo por las ventanas pero afortunadamente los alemanes no se percataron de nada. Al principio todo era muy emocionante aunque pronto los ánimos empezaron a decaer porque tuvimos que permanecer allí sentados durante horas y horas, esperando turno para salir.
El túnel daba un poco de miedo, la verdad. La mayoría de nosotros no habíamos estado nunca antes allí y el pánico empezó a cundir un poco cuando algunos nos dimos cuenta de que sufríamos de ataques de claustrofobia. Una vez fuera, para ser sincero, lo primero que pensé fue en el tiempo horrible, frío y desapacible que hacía. Tres de nosotros decidimos coger el «tren de san Fernando», cruzar el país hasta Checoslovaquia, donde nos dijeron que alguien podría ayudarnos.
Desgraciadamente nos paramos a pedir ayuda en una casa donde resultaron estar alojados soldados alemanes. Cuatro alemanes salieron a nuestro encuentro y ahí acabó todo. Me enviaron de nuevo a Sagan y me pasé dos semanas en la «nevera». Cuando salí me enteré de lo de «los cincuenta». Mis dos compañeros estaban entre ellos. Francamente, la primera idea que me vino fue que había tenido mucha suerte. ¿Mereció la pena? Creo que no, realmente. ¿Cincuenta hombres muertos a apenas unos meses del fin de la guerra? No, no valió la pena.
Tim Carroll, "La gran evasión."
El letrero decía: Sujete el palillo por la mitad. Humedezca con la boca el extremo puntiagudo. Introdúzcalo en el espacio interdental, con el extremo romo cerca de la encía. Muévalo suavemente de dentro a afuera.
- Me pareció - dijo Wonko el Cuerdo - que una civilización que hubiera perdido la cabeza hasta el punto de incluir una serie de instrucciones detalladas para utilizar un paquete de palillos de dientes ya no era una civilización en la que yo pudiera vivir y seguir cuerdo.
Visita a Wonko el Cuerdo. Hasta luego, y gracias por el pescado.
Douglas Adams
Se estremece al pensar en cómo los menospreciaba. En que al final ya sólo veía sus defectos, debilidades y carencias, todo aquello en lo que no estaban a la altura de sus exigencias. Unas exigencias que iban cambiando precisamente para que los alumnos nunca pudieran satisfacerlas, porque Samuel vivía muy cómodo en la indignación. La indignación era una emoción muy fácil de sentir, el refugio perfecto para alguien que no quería trabajar demasiado. Porque su vida en el verano de 2011 no lo llenaba y no iba a ninguna parte y todo eso lo indignaba muchísimo. Estaba indignado con su madre por haberse marchado, indignado con Bethany por no quererlo e indignado con sus alumnos por ser ignorantes incorregibles. Había optado por la indignación porque era mucho más fácil que el trabajo necesario para evitarla. Culpar a Bethany por no quererlo era mucho más fácil que practicar la introspección necesaria para comprender qué cosas lo convertían en alguien indigno de ser amado. Culpar a sus alumnos por su falta de inspiración era mucho más fácil que asumir el trabajo necesario para inspirarlos. Y un día tras otro, era mucho más fácil apalancarse delante del ordenador que enfrentarse a su existencia estancada, enfrentarse de verdad al agujero que su madre había dejado en su interior al abandonarlo. Y si optas por la solución fácil todos los días, al final se convierte en un patrón de comportamiento, y los patrones se convierten en tu vida.
El Nix. Nathan Hill.
«Por sus nombres les conocerás», pensó Horza mientras se duchaba. Las Unidades Generales de Contacto de la Cultura —que habían soportado el peso principal de los primeros cuatro años de guerra en el espacio—, siempre habían escogido nombres extravagantes y pintorescos. Incluso las nuevas naves de guerra que estaban empezando a producir a medida que sus fábricas completaban los pasos necesarios para contribuir al esfuerzo bélico preferían nombres irónicos, sombríos o declaradamente desagradables, como si la Cultura no lograra tomarse totalmente en serio aquel vasto conflicto en el que se había metido.
Los idiranos eran distintos. Para ellos el nombre de una nave debería reflejar la seria naturaleza de su propósito, sus deberes y el uso que se iba a hacer de ella. En la inmensa armada idirana había centenares de naves bautizadas con adjetivos impresionantes y con los nombres de los mismos héroes, planetas, batallas y conceptos religiosos. El crucero ligero que había rescatado a Horza era la nave número ciento treinta y siete bautizada como La mano de Dios, y en aquellos momentos existía todo un centenar de naves con ese mismo nombre, por lo que su descripción completa era La mano de Dios 137.
Pensad en Flebas (serie Cultura) Iain Banks
En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá ‘ver’ cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados. Los hombres eran rebeldes. En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo. Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero. En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras. Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.
Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta. En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda. El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez ‘aquí estoy’ cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado. Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda-de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura. Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios. Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana. Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real. A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir. Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel. Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente textos sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.
Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia. Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra…) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones. Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.
Al lector creyente (de cualquier creencia…) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del "factor Dios". No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose.
FIN
José Saramago - 18 septiembre de 2001.
JÚPITER.- Orestes sabe que es libre.
EGISTO (vivamente).- Sabe que es libre. Entonces no basta cargarlo de cadenas. Un hombre libre en una ciudad es como una oveja sarnosa en un rebaño. Contaminará todo mi reino y arruinará mi obra. Dios todopoderoso, ¿qué esperas para fulminarlo?
JÚPITER (lentamente).- ¿Para fulminarlo? (Una pausa. Con cansancio, agobiado.) Egisto, los dioses tienen otro secreto...
EGISTO.- ¿Qué vas a decirme?
JÚPITER.- Una vez que ha estallado la libertad en el alma de un hombre, los dioses no pueden nada más contra ese hombre. Pues es un asunto de hombres, y a los otros hombres -sólo a ellos- les corresponde dejarlo correr o estrangularlo.
Jean Paul Sartre, "Las moscas".
El tiempo se va. A veces pienso que tendría que ir apurado, que sacarle el máximo partido a estos años que quedan. Hoy en día, cualquiera puede decirme, después de escudriñar mis arrugas: «Pero si usted todavía es un hombre joven». Todavía. ¿Cuántos años me quedan de «todavía»? Lo pienso y me entra el apuro, tengo la angustiante sensación de que la vida se me está escapando, como si mis venas se hubieran abierto y yo no pudiera detener mi sangre. Porque la vida es muchas cosas (trabajo, dinero, suerte, amistad, salud, complicaciones), pero nadie va a negarme que cuando pensamos en esa palabra Vida, cuando decimos, por ejemplo, «que nos aferramos a la vida», la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al Placer. Pienso en el placer (cualquier forma de placer) y estoy seguro de que eso es vida. De ahí el apuro, el trágico apuro de estos cincuenta años que me pisan los talones. Aún me quedan, así lo espero, unos cuantos años de amistad, de pasable salud, de rutinarios afanes, de expectativa ante la suerte, pero ¿cuántos me quedan de placer? Tenía veinte años y era joven; tenía treinta y era joven; tenía cuarenta y era joven. Ahora tengo cincuenta años y soy «todavía joven». Todavía quiere decir: se termina.
menéame