LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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Los amantes

¿Quién los ve andar por la ciudad

si todos están ciegos ?

Ellos se toman de la mano: algo habla

entre sus dedos, lenguas dulces

lamen la húmeda palma, corren por las falanges,

y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva

hacia muertes de césped, hacia puertos

que se abren entre sábanas.

Todo se desordena a través de ellos,

todo encuentra su cifra escamoteada;

pero ellos ni siquiera saben

que mientras ruedan en su amarga arena

hay una pausa en la obra de la nada,

el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,

empiezan a salir los ciegos,

el ministerio abre sus puertas.

Los amantes rendidos se miran y se tocan

una vez más antes de oler el día.

Ya están vestidos, ya se van por la calle.

Y es sólo entonces

cuando están muertos, cuando están vestidos,

que la ciudad los recupera hipócrita

y les impone los deberes cotidianos.

Julio Cortázar

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"El hombre que despertó en el futuro" - Laurence Manning (1933) [fragmento 4]

— ¡Mírate, Winters! —le gritó, mientras se lo lanzaba a las manos.

Y Winters miró.

Vio el rostro que casi había olvidado, su rostro cuando era joven. La nariz era más carnosa; los ojos, más brillantes y distintos en alguna forma vaga. Aquí y allá quedaban unas cuantas líneas: las marcas de la experiencia, que nunca serían borradas. Contempló incrédulo el oscuro cabello, el grueso cuello; palpó los firmes y redondeados músculos de sus brazos. Miró interrogativamente los rostros divertidos de los cuatro. Un escalofrío de esperanza, tan vago que apenas podía definirlo, corrió a través de él. ¿Qué es lo que Ponceón había dicho sobre la inmortalidad? Se humedeció los secos labios.

—Es... ¿Me hiciste... inmortal?

Ponceón rio en voz alta.

—Mejor que eso, Winters. ¡Te hicimos joven!

— ¿Pero cómo? ¿Qué medios pudiste emplear?

—Es sencillo. Incluso en tus tiempos hubiese resultado sencillo, tedioso de desarrollar, pero simple teóricamente. Hibridamos tus células.

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Entiendes algo de biología?

—En mis tiempos sí. Lo que se conocía en mi siglo.

—Entonces sabrás que una raza de células o cualquier tipo de vida protoplasmática tiende a adelgazar y morir después de un cierto tiempo. Usualmente es acompañado o medido por la cantidad de materia inorgánica en el contenido físico. También sabrás (es un principio antiguo) que infundir nueva vida en la vieja consiste en producir una nueva raza híbrida, una raza joven con un ciclo completo de vida ante sí.

Winters frunció el ceño reflexivamente. Después asintió.

—En el cuerpo hay doscientas setenta especies de células, de tipos suficientemente diferenciados como para soportar una clasificación sistemática. En este laboratorio tenemos cultivos de cada una de ellas creciendo en tubos de ensayo. Todo lo que hicimos contigo y con Pondero fue insertar en el lugar adecuado de vuestros cuerpos una pequeña partícula de cada uno de los doscientos setenta tipos de estructura celular. La naturaleza ha hecho el resto y todo tu cuerpo está ahora cubierto de nuevas células frescas y vigorosas. ¡Te dije que era sencillo!

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El duque de l'Omelette - Edgar Allan Poe

Y pasó al punto a un clima más fresco. 

—Cowper

Keats sucumbió a una crítica. ¿Quién murió de una Andrómaca?. ¡Almas innobles! El duque de l'Omelette pereció de un verderón. L'historie en est brève. ¡Ayúdame, espíritu de Apicio! 

Una jaula de oro llevó al pequeño vagabundo alado, enamorado, derretido, indolente, desde su hogar en el lejano Perú a la Chaussée d'Antin; de su regia dueña, La Bellísima, al duque de l'Omelette; y seis pares del reino transportaron el dichoso pájaro. 

Aquella noche el duque debía cenar a solas. En la intimidad de su despacho reclinábase lánguidamente sobre aquella otomana por la cual había sacrificado su Lealtad al pujar más que su rey en la subasta... la famosa otomana de Cadêt. 

El duque hunde el rostro en la almohada. ¡Suena el reloj! Incapaz de contener sus sentimientos, su Gracia come una aceituna. En ese instante ábrese la puerta a los dulces sones de una música y, ¡oh maravilla!, el más delicado de los pájaros aparece ante el más enamorado de los hombres. Pero, ¿qué inexpresable espanto se difunde en las facciones del duque? «Horreur! —chien! —Baptiste! —l'oiseau! ah, bon Dieu! cet oiseau modeste que tu as deshabillé de ses plumes, et que tu as servi sans papier!» Seria superfluo agregar nada: el duque expira en un paroxismo de asco. 

—¡Ja, ja, ja! —dijo su Gracia, tres días después de su fallecimiento. 

—¡Je, je, je! —repuso suavemente el diablo, enderezándose con un aire de hauteur. 

—Vamos, supongo que esto no es en serio —observó de l'Omelette—. He pecado, c'est vrai, pero, querido señor... ¡supongo que no tendrá la intención de llevar a la práctica tan bárbaras amenazas! 

—¿Tan qué? —dijo su Majestad—. ¡Vamos, señor, desnúdese!

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Yoduloso

Hace unos años, en un campamento, hubo un grupo de jóvenes que, durante una excusión, se perdió. Tras varias horas perdidos, encontraron a un hombre solitario: llevaba un hacha a la espalda y no les daba buena espina pero, desesperados, le preguntaron cómo se llegaba al pueblo. A pesar de la primera impresión, el hombre resultó ser supergradable: les dijo que se llamaba Yoduloso y les acompañó hasta el pueblo, donde se despidió. Antes, se hizo una foto junto a los jóvenes.

El grupo de jóvenes contó en el pueblo que el hombre que los había llevado hasta allí se llamaba Yoduloso, pero los vecinos de la localidad dijeron que aquello era imposible. El único Yoduloso que había habido en el pueblo falleció hace más de 100 años, y murió de una forma horrible: un grupo de niños jugaba a la pelota y se le escapó, y Yoduloso fue a por ella. Llevaba un hacha en la mano y tuvo la mala suerte de tropezar y cortarse su propia pierna. Murió desangrado.

Los jóvenes escucharon incrédulos y pensaron que, incluso a pesar de las coincidencias del nombre y de que aquel señor también llevaba un hacha, era imposible que se trata de la misma persona. Sin embargo, cuando revelaron aquella foto que se habían hecho al llegar al pueblo, se percataron de algo que les hizo cambiar de parecer: Yoduloso había desaparecido de la fotografía.

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Treblinka de Jean Francoise Steiner

Treblinka de Jean Francoise Steiner

"Mientras la banda, compuesta por 12 músicos del gueto de Varsovia, tocaba música clásica a un ritmo acelerado, llegaba un nuevo convoy, compuesto mayoritariamente por judíos checoslovacos, casi todos ancianos, mujeres y niños (...) los guardias SS y los ucranianos golpeaban sin piedad a los que bajaban del tren, independientemente de su edad o sexo, obligándolos a desnudarse con temperaturas de menos 20 grados. La escena era dantesca: ancianas, mujeres y niños desnudos, llorando y corriendo desorientados mientras la música no dejaba de sonar.

Satov, el jefe de los kapos, que había perdido esa mañana a su padre, lloraba de angustia mientras restallaba el látigo para aligerar el paso de la cola. En menos de 20 minutos, separaron a los ancianos de las mujeres y los niños. En 40 minutos aproximadamente unos 1000 ancianos fueron gaseados. En los siguientes 40 minutos gasearon a mujeres y niños, la otra mitad del convoy. (...) Para la hora de comer, 3 horas después de la llegada del convoy, los 2000 judíos habían sido desdentados (el comando de dentistas arrancaba las piezas de oro a los adultos), desnudados, rapados (por el comando de peluqueros), gaseados y quemados.

Hassler, jefe del campo 2, entendió ese día algo que aceleró enormemente el trabajo de exterminio del campo (...), y es que no tenía sentido extraer las piezas de oro a los judíos antes de gasearlos (vivos) pues eso, además de enlentecer enormemente la cola de entrada a las cámaras de gas, provocaba forcejeos y gritos espeluznantes que angustiaban aún más a las colas adyacentes, retrasando el ritmo de entrada. A partir de aquel día, el comando de dentistas comenzó a actuar en el campo 2, sobre los cadáveres.

El rabino Mistikevitz, que ejercía de obligado dentista por su fortaleza física, acabó volviéndose loco y no dejaba de repetir: "Dios no existe, Dios no existe", mientras extraía los dientes a los muertos. Miskievitz me hizo recordar aquella inscripción que un soldado ruso encontró tras la liberación de Mathausen, tallada sobre madera en las literas del campo 2 por un judío húngaro: "Si hay Dios, tendrá que pedirme perdón".

Jean Francoise Steiner, "Treblinka"

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Picnic extraterrestre o Picnic al lado del camino

—Por desgracia. O qué le parece esta definición hipotética: la razón es una especie de instinto complejo que aún no se ha formado del todo. Eso implica que la conducta instintiva es siempre natural y que persigue un fin. Dentro de un millón de años nuestro instinto habrá madurado y dejaremos de cometer los errores que probablemente debemos a la razón. Y entonces, si algo cambiara en el universo, todo; nos extinguiríamos..., precisamente porque habríamos olvidado cómo cometer errores, es decir, cómo intentar varios enfoques que no han sido estipulados por un programa inflexible de alternativas permitidas.

—Usted se las arregla para que suene despectivo.

—De acuerdo, probemos con otra definición, una muy noble y sublime. La razón es la capacidad de utilizar las fuerzas del medio sin destruir ese medio.

Noonan hizo una mueca y sacudió la cabeza.

—No, eso no se refiere a nosotros. ¿Qué le parece ésta? El hombre, a diferencia del animal, es una criatura dotada de una indefinible necesidad de conocimiento. Lo leí en alguna parte.

—Yo también. Pero el problema consiste en que el hombre común (ese en que usted piensa al hablar de «nosotros» y «los otros») supera con mucha facilidad esa necesidad de conocimiento. Ni siquiera creo que haya tal necesidad. La hay, sí, pero de comprender, y para eso no hace falta el conocimiento. La hipótesis de Dios, por ejemplo, nos proporciona una oportunidad incomparablemente absoluta de comprenderlo todo sin conocer nada. Da al hombre un sistema muy simplificado del mundo y explica todos sus fenómenos sobre la base de ese sistema. Esa clase de enfoques no requiere conocimiento de ninguna especie. Sólo unas pocas fórmulas aprendidas de memoria, más lo que la gente llama intuición y lo que llama sentido común.

—Un momento —dijo Noonan.

Terminó su cerveza y depositó ruidosamente la jarra sobre la mesa. Después contestó:

—No se salga del tema. Volvamos al tema de nuestra conversación. El hombre se encuentra con una criatura extraterrestre. ¿Cómo descubren ambos que los dos son criaturas racionales?

—No tengo la menor idea —dijo Valentine, con gran placer—. Todo lo que he leído sobre ese tema cae en un círculo vicioso. Si son capaces de establecer contacto, son racionales. Y viceversa; si son racionales son capaces de establecer contacto. Y en general: si una criatura extraterrestre tiene el honor de dominar una psicología humana, es racional. Una cosa así.

—¿Ah, sí? ¡Y yo creía que ustedes tenían todo bien acomodado, cada cosa en su casillero!

—Los monos también pueden poner cosas en casilleros —replicó Valentine.

—No, espere —exclamó Noonan, sintiéndose defraudado por algún motivo—. Si no saben cosas tan simples como ésa... Bueno, al diablo con la razón. Por lo visto es un verdadero pantano. Okey, pero ¿qué pasa con la Visitación? ¿Qué piensa usted de la Visitación?

—Será un placer. Imagine un picnic.

Noonan se estremeció.

—¿Qué dijo?

—Un picnic. Imagine un bosque, una pradera. Un coche sale de la ruta y se de él baja un grupo de gente joven, con botellas, cestos de comida, radios a transistores y máquinas fotográficas. Encienden fuego, arman carpas, ponen música. Por la mañana se marchan. Los animales, los pájaros y los insectos que los han estado observando horrorizados durante la larga noche vuelven a salir de sus escondrijos. ¿Y con qué se encuentran? Nafta y aceite derramados en el pasto. Válvulas y filtros usados, estropajos, bombitas quemadas y alguna llave inglesa que alguien olvidó. Manchas de aceite en el estanque. Y también, por supuesto, las basuras de costumbre: corazones de manzana, envolturas de caramelos, restos chamuscados de la hoguera, latas, botellas, un pañuelo, una navaja, periódicos destrozados, monedas, flores marchitas recogidas en otra pradera.

—Ya entiendo; un picnic junto al camino.

—Precisamente. Un picnic junto a algún camino del cosmos. Y usted pregunta si van a volver.

—Déjeme fumar un cigarrillo. ¡Maldita sea esta seudociencia! Lo había imaginado todo muy distinto.

—Está en su derecho.

—Eso significa que ni siquiera repararon en nosotros.

—¿Por qué?

—Bueno al menos que no nos prestaron atención.

—En su lugar, yo no me preocuparía por eso, ¿sabe?

Noonan aspiró el humo, tosió y arrojó el cigarrillo.

—No me preocupo —dijo, terco—. No puede ser así. ¡Malditos sean todos ustedes, los científicos! ¿De dónde sacan tanto disgusto con respecto al hombre? ¿Por qué tratan siempre de poner a la humanidad por el suelo?

—Un momento —dijo Valentine—. Escuche: —y citó—: «¿Me Pregunta usted en qué consiste la grandeza del hombre? ¿En que recrea la naturaleza? ¿En que domina las fuerzas cósmicas? ¿En que conquistó el planeta en poco tiempo y abrió una ventana al universo? ¡No! En que, a pesar de todo eso, ha sobrevivido y tiene intenciones de seguir sobreviviendo en el futuro».

Hubo un silencio. Noonan pensaba.

Arkadi y Boris Strugatsky, "Picnic extraterrestre" o "Picnic al lado del camino."

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De donde no hay...

"De la misma manera, la segunda regularización fiscal de Juan Calor de Borbón, del 25 de febrero de 2021, por casi 4,4 millones de euros por rentas no declaradas en relación con los gastos costeados por la Fundación Zagatkafundada por Álvaro de Orleans-Borbón, primo lejano del rey emérito, como viajes en aviones privados, impide una hipotética investigación sobre los movimientos de dinero a sociedades offshore que presuntamente se realizaron a a través de esa fundación, a través de la cual, por ejemplo, se destinaron 102.000 euros a la compra de escopetas de caza. "

De Púbico.es

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Nadie - John Done

Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la mansión de uno de tus amigos, o la tuya propia; por eso la muerte de cualquier hombre arranca algo de mi, porque estoy ligado a la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti



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Fragmento atribuido a William S. Burroughs

Fragmento atribuido a William S. Burroughs

"En el universo no hay coincidencias ni hay accidentes. No sucede nada a menos que haya alguien que desee que suceda".



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Fragmento atribuido a María Zambrano

“Salimos del presente para caer en el futuro desconocido, pero sin olvidar el pasado. Nuestra alma está cruzada por el sedimento de los siglos". "Las palabras del regreso"

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"ABRAZALA OSCURIDAD " - Charles Bukowski

La confusión es el dios

la locura es el dios la paz permanente de la vida

es la paz permanente de la muerte. La agonía puede matar

o puede sustentar la vida

pero la paz es siempre horrible

la paz es la peor cosa

caminando

hablando

sonriendo

pareciendo ser. no olvides las aceras,

las putas,

la traición,

el gusano en la manzana,

los bares, las cárceles

los suicidios de los amantes. aquí en Estados Unidos

hemos asesinado a un presidente y a su hermano,

otro presidente ha tenido que dejar el cargo. La gente que cree en la política

es como la gente que cree en dios:

sorben aire con pajitas

torcidas no hay dios

no hay política

no hay paz

no hay amor

no hay control

no hay planes mantente alejado de dios

permanece angustiado deslízate.

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La gran evasión

Les Brodrick

El Lancaster de Lesley Charles James Brodrick fue derribado cuando regresaba de un bombardeo sobre Stuttgart.

La noche de la evasión éramos unos 200, todos con nuestros pesados abrigos, apelotonados en una caseta en la que pronto empezó a hacer mucho calor. Por lo visto, se podían ver nubes de vapor saliendo por las ventanas pero afortunadamente los alemanes no se percataron de nada. Al principio todo era muy emocionante aunque pronto los ánimos empezaron a decaer porque tuvimos que permanecer allí sentados durante horas y horas, esperando turno para salir.

El túnel daba un poco de miedo, la verdad. La mayoría de nosotros no habíamos estado nunca antes allí y el pánico empezó a cundir un poco cuando algunos nos dimos cuenta de que sufríamos de ataques de claustrofobia. Una vez fuera, para ser sincero, lo primero que pensé fue en el tiempo horrible, frío y desapacible que hacía. Tres de nosotros decidimos coger el «tren de san Fernando», cruzar el país hasta Checoslovaquia, donde nos dijeron que alguien podría ayudarnos.

Desgraciadamente nos paramos a pedir ayuda en una casa donde resultaron estar alojados soldados alemanes. Cuatro alemanes salieron a nuestro encuentro y ahí acabó todo. Me enviaron de nuevo a Sagan y me pasé dos semanas en la «nevera». Cuando salí me enteré de lo de «los cincuenta». Mis dos compañeros estaban entre ellos. Francamente, la primera idea que me vino fue que había tenido mucha suerte. ¿Mereció la pena? Creo que no, realmente. ¿Cincuenta hombres muertos a apenas unos meses del fin de la guerra? No, no valió la pena.

Tim Carroll, "La gran evasión."

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Letrero en el Asilo, casa de Wonko el Cuerdo

El letrero decía: Sujete el palillo por la mitad. Humedezca con la boca el extremo puntiagudo. Introdúzcalo en el espacio interdental, con el extremo romo cerca de la encía. Muévalo suavemente de dentro a afuera.

- Me pareció - dijo Wonko el Cuerdo - que una civilización que hubiera perdido la cabeza hasta el punto de incluir una serie de instrucciones detalladas para utilizar un paquete de palillos de dientes ya no era una civilización en la que yo pudiera vivir y seguir cuerdo.

Visita a Wonko el Cuerdo. Hasta luego, y gracias por el pescado.

Douglas Adams

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El indignado

Se estremece al pensar en cómo los menospreciaba. En que al final ya sólo veía sus defectos, debilidades y carencias, todo aquello en lo que no estaban a la altura de sus exigencias. Unas exigencias que iban cambiando precisamente para que los alumnos nunca pudieran satisfacerlas, porque Samuel vivía muy cómodo en la indignación. La indignación era una emoción muy fácil de sentir, el refugio perfecto para alguien que no quería trabajar demasiado. Porque su vida en el verano de 2011 no lo llenaba y no iba a ninguna parte y todo eso lo indignaba muchísimo. Estaba indignado con su madre por haberse marchado, indignado con Bethany por no quererlo e indignado con sus alumnos por ser ignorantes incorregibles. Había optado por la indignación porque era mucho más fácil que el trabajo necesario para evitarla. Culpar a Bethany por no quererlo era mucho más fácil que practicar la introspección necesaria para comprender qué cosas lo convertían en alguien indigno de ser amado. Culpar a sus alumnos por su falta de inspiración era mucho más fácil que asumir el trabajo necesario para inspirarlos. Y un día tras otro, era mucho más fácil apalancarse delante del ordenador que enfrentarse a su existencia estancada, enfrentarse de verdad al agujero que su madre había dejado en su interior al abandonarlo. Y si optas por la solución fácil todos los días, al final se convierte en un patrón de comportamiento, y los patrones se convierten en tu vida. 

El Nix. Nathan Hill.

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La mano de Dios 137

«Por sus nombres les conocerás», pensó Horza mientras se duchaba. Las Unidades Generales de Contacto de la Cultura —que habían soportado el peso principal de los primeros cuatro años de guerra en el espacio—, siempre habían escogido nombres extravagantes y pintorescos. Incluso las nuevas naves de guerra que estaban empezando a producir a medida que sus fábricas completaban los pasos necesarios para contribuir al esfuerzo bélico preferían nombres irónicos, sombríos o declaradamente desagradables, como si la Cultura no lograra tomarse totalmente en serio aquel vasto conflicto en el que se había metido.

Los idiranos eran distintos. Para ellos el nombre de una nave debería reflejar la seria naturaleza de su propósito, sus deberes y el uso que se iba a hacer de ella. En la inmensa armada idirana había centenares de naves bautizadas con adjetivos impresionantes y con los nombres de los mismos héroes, planetas, batallas y conceptos religiosos. El crucero ligero que había rescatado a Horza era la nave número ciento treinta y siete bautizada como La mano de Dios, y en aquellos momentos existía todo un centenar de naves con ese mismo nombre, por lo que su descripción completa era La mano de Dios 137.

Pensad en Flebas (serie Cultura) Iain Banks

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El "factor Dios"

En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá ‘ver’ cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados. Los hombres eran rebeldes. En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo. Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero. En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras. Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.

Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta. En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda. El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez ‘aquí estoy’ cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado. Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda-de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura. Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios. Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana. Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real. A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir. Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel. Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente textos sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.

Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia. Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra…) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones. Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.

Al lector creyente (de cualquier creencia…) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del "factor Dios". No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose.

FIN

José Saramago - 18 septiembre de 2001.

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Las moscas. (Drama en tres actos.)

JÚPITER.- Orestes sabe que es libre.

EGISTO (vivamente).- Sabe que es libre. Entonces no basta cargarlo de cadenas. Un hombre libre en una ciudad es como una oveja sarnosa en un rebaño. Contaminará todo mi reino y arruinará mi obra. Dios todopoderoso, ¿qué esperas para fulminarlo?

JÚPITER (lentamente).- ¿Para fulminarlo? (Una pausa. Con cansancio, agobiado.) Egisto, los dioses tienen otro secreto...

EGISTO.- ¿Qué vas a decirme?

JÚPITER.- Una vez que ha estallado la libertad en el alma de un hombre, los dioses no pueden nada más contra ese hombre. Pues es un asunto de hombres, y a los otros hombres -sólo a ellos- les corresponde dejarlo correr o estrangularlo.

Jean Paul Sartre, "Las moscas".

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La tregua - Mario Benedetti

El tiempo se va. A veces pienso que tendría que ir apurado, que sacarle el máximo partido a estos años que quedan. Hoy en día, cualquiera puede decirme, después de escudriñar mis arrugas: «Pero si usted todavía es un hombre joven». Todavía. ¿Cuántos años me quedan de «todavía»? Lo pienso y me entra el apuro, tengo la angustiante sensación de que la vida se me está escapando, como si mis venas se hubieran abierto y yo no pudiera detener mi sangre. Porque la vida es muchas cosas (trabajo, dinero, suerte, amistad, salud, complicaciones), pero nadie va a negarme que cuando pensamos en esa palabra Vida, cuando decimos, por ejemplo, «que nos aferramos a la vida», la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al Placer. Pienso en el placer (cualquier forma de placer) y estoy seguro de que eso es vida. De ahí el apuro, el trágico apuro de estos cincuenta años que me pisan los talones. Aún me quedan, así lo espero, unos cuantos años de amistad, de pasable salud, de rutinarios afanes, de expectativa ante la suerte, pero ¿cuántos me quedan de placer? Tenía veinte años y era joven; tenía treinta y era joven; tenía cuarenta y era joven. Ahora tengo cincuenta años y soy «todavía joven». Todavía quiere decir: se termina.

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Cartel japonés

Comisión de Ganadería: contamos tantas ovejas que no tenemos tiempo para dormir.

Haruki Murakami (no apunté la obra. Probablemente "crónica del pájaro que da cuerda al mundo")

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Tenderloin

Hogar de los servicios sociales y bares de estilo ilegal, este céntrico barrio de San Francisco es más conocido por ser el centro neurálgico de los mendigos de la ciudad, y de todos los problemas derivados de su presencia. Los viajeros más aventureros encontrarán tascas donde comer barato, impresionantes edificios históricos y coloridos murales que reflejan la diversidad de los personajes del barrio. Los artistas y los habitantes de Tenderloin son conscientes de la riqueza arquitectónica y la diversidad de su barrio, y trabajan para redefinirlo como el auténtico corazón de la ciudad.

Descripción que Airbnb hace de Tenderloin, un barrio de San Francisco.

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La gente demasiado dramática

Lo cierto es que conocí a una joven, de la penúltima generación «romántica», que después de algunos años de profesar un enigmático amor a un señor con quien, dicho sea de paso, bien podría haberse casado con toda tranquilidad, acabó, sin embargo, imaginándose toda clase de impedimentos insalvables y una noche tempestuosa se arrojó desde una escarpada orilla, una especie de acantilado, a un río bastante profundo e impetuoso y pereció en él, sin duda alguna por culpa de sus propios antojos, solo para imitar a la Ofelia de Shakespeare, hasta el punto de que, si aquel acantilado, escogido y preferido por ella desde hacía mucho, no hubiera sido tan pintoresco y en su lugar se hubiera encontrado una prosaica orilla llana, es posible que el suicidio nunca se hubiera consumado. 

Los hermanos Karamazov. Fiodor Dostoyevski

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Reclamo mi derecho

El hombre tiene derecho a ser culpable y a ser castigado por ello. Si lo consideramos víctima de las circunstancias o la sociedad, lo hemos despojado de su último jirón de dignidad.

La novia prusiana. Yuri Buida

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El trabajador como variedad humana

Cuando publiqué en la revista La Marea el artículo que dio pie a este libro, «La trampa de la diversidad, una crítica al activismo», una de las respuestas más inquietantes que recibí fue la de una mujer joven, por lo que pude ver, feminista activa y con conciencia política desarrollada. Lo que me vino a decir fue que no hacía falta haber montado aquella polémica para pedir que se hiciera más caso a los trabajadores. Gracias a esa contestación, el fenómeno, simplemente esbozado en aquel texto, se volvió tan diáfano como preocupante.

Para esta joven, el concepto «trabajadores» no hacía referencia a la clase social, sino a un grupo muy concreto de hombres, españoles, blancos, de mediana edad, heterosexuales, cis, omnívoros, con mono azul y, presuntamente, seguidores del Real Madrid. En el mercado de la diversidad que ella sin darse cuenta asumió estaban los gais con sus cosas de gais, los musulmanes con sus cosas de musulmanes y los trabajadores con sus cosas de trabajadores, ya saben, piquetes en Duro Felguera y asambleas fumando tabaco negro y vistiendo chaquetillas de lana. Y posiblemente, en este universo, también estarían las feministas, que seguramente no responderían a las mujeres con conciencia política de sí mismas, sino a las mujeres jóvenes muy parecidas a ella.

La trampa de la diversidad. Daniel Bernabé.

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La imposibilidad de regular

No hay manera de regular nada cuando hay un orden económico global pero no un orden político global.

La fe en la inteligencia artificial. Helga Nowotny.

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La diferencia entre informarse y debatir

Lo que requiere la democracia no es información sino un debate público vigoroso.

Por supuesto, también requiere información, pero la clase de información que necesita sólo puede generarse mediante la discusión. No sabemos qué es lo que necesitamos saber hasta que hacemos las preguntas correctas, y sólo podemos identificar las preguntas correctas sometiendo nuestras ideas sobre el mundo al test de la controversia pública.

La información, que suele considerarse la condición previa necesaria de la discusión, se entiende mejor como su resultado. Cuando participamos en discusiones que enfocan y atraen completamente nuestra atención, nos convertimos en ávidos buscadores de la información pertinente. De lo contrario recibimos la información pasivamente, si es que en realidad la recibimos.

La rebelión de las élites. Christopher Lasch

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