Los hombres no sucumbimos a las grandes penas y a las grandes alegrías. Y es porque esas penas y esas alegrías vienes esbozadas de una inmensa niebla de pequeños incidentes. Y la vida es eso, niebla. La vida es una nebulosa.
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La maravillosa historia de un San Bernardo bonachón en los Alpes suizos.
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