A medida que la inmigración china a California se aceleró a lo largo del siglo XIX, el peinado conocido como la cola —una larga cola de caballo trenzada— se convirtió en objeto de fascinación, repugnancia y regulación legal para los estadounidenses blancos. Sarah Gold McBride explora por qué el cabello servía como indicador de subjetividad política y cómo la cola expuso las fisuras en las normas estadounidenses en materia de género, economía y ciudadanía.
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