Los malpensados suelen afirmar que las casualidades no existen. Pero lo cierto es que la vida está llena de ellas.
Hace unos años, un tal M. Rajoy salió en los papeles de Bárcenas. Ignorando a los malpensados de siempre, uno no puede más que reírse ante tal casualidad, pensando en los apuros que el pobre presidente del gobierno habrá tenido que pasar por tener un tocayo corrupto. Las coincidencias son así.
Acercándonos más en el tiempo, hemos podido comprobar cómo la epidemia de coronavirus se tornó especialmente peligrosa a partir del ocho de marzo por la noche, justo al final de la manifestación oficialista del gobierno. Hasta ese día, el virus era casi inofensivo, una gripe de nada que podía combatirse con agua y jabón. A veces las coincidencias son abruptas e inesperadas.
Estamos a veintiocho de abril, a exactamente dos meses del día del Orgullo gay, celebrado el veintiocho de junio, y el presidente del gobierno ha salido en una rueda de prensa a destacar que la desescalada del confinamiento seguramente acabe dentro de ocho semanas, a finales de junio. Justo a tiempo para otra manifestación de un colectivo afín al gobierno. A veces las coincidencias son demasiado evidentes como para ser ignoradas. A pesar de que algunos hagan todo lo posible por ocultarlas.