Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Miguel Hernández
Es conocido que la socialdemocracia europea occidental, particularmente la alemana, el SPD, tuvo un papel determinante en el desarrollo de la Primera Guerra Mundial, votando a favor del presupuesto de guerra en 1914. La muerte injustificada de millones de personas en esa guerra, bastante opacada por la Segunda Guerra Mundial, debería haber servido de lección para la Humanidad. Pero como dice la cita, atribuida a Mark Twain: la historia no se repite, pero rima.
Más de cien años después, nos encontramos con que la socialdemocracia europea occidental se suma a la retórica belicista. El país que hasta hace muy poco era un socio comercial preferente de Alemania, el país que proveía, y provee, de gas a numerosos países de la Unión Europea (y también a Estados no miembros de la UE) ese país, Rusia, es catalogado ahora de muy peligroso, como si estuviéramos a punto de revivir las invasiones de los hunos.
En el plano doméstico, no es el PSOE el único partido político socialdemócrata que hace suyo el discurso que justifica, más o menos abiertamente, el aumento desorbitado del gasto militar y la posible implicación directa de nuestro país en Ucrania, más allá del polémico papel activo actual de entrega de armamento al régimen de Kiev, y a las patrullas aéreas en el Báltico, entre otras decisiones que los sucesivos gobiernos de España han tomado, en contra de lo que debería haber aconsejado una diplomacia de la que carece nuestro país desde 1939. No sabemos qué intereses, principalmente económicos, se están moviendo detrás de toda esta campaña de propaganda guerrerista de la UE, pero resulta realmente alarmente no sólo el giro que están adoptando las oligarquías europeas occidentales, sino la pasividad con la que la opinión pública se está comportando ante las proclamas que se difunden en los medios de comunicación. Si con la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en 1991, desapareció el contrapeso de izquierda en el continente europeo, y ello supuso que el llamado Estado de bienestar se viera amenazado (y reducido) antes los intereses especulativos del capital europeo y estadounidense, ahora esa amenaza no sólo abre la puerta a la eliminación de los restos vigentes de ese Estado de bienestar, sino que por añadidura, se ponen las bases para asentar y potenciar, aún más, el sistema político de “déficit democrático” en el que vivimos. Recordemos que, desde sus inicios, la Unión Europea no ha establecido la separación elemental de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) que se supone debe existir en todo sistema que se considere mínimamente democrático.
Por otro lado, la pobreza, las desigualdades socioeconómicas, la pérdida de derechos y libertades no son cuestiones que dependan fundamentalmente de si la extrema derecha llega al Poder, como nos quieren hacer creer, sino que todo este negro panorama que parece cernirse sobre nuestras cabezas es responsabilidad, también, de otros sectores del arco parlamentario, concretamente de las derechas y de la socialdemocracia, porque no resulta creíble que se vayan a reducir las injusticias y carencias, mientras se destinan ingentes cantidades de dinero a la fabricación de armamento. Ante esta situación, en necesario que surja un discurso abiertamente izquierdista, que no rechace al marxismo, y que rompa el asedio mediático al que estamos siendo sometidos. Ante la crisis y las contradicciones que están surgiendo en estos momentos dentro de la OTAN, la respuesta ciudadana debe ser clara y contundente: cierre de bases militares extranjeras, recuperación de la soberanía nacional, reducción del gasto militar y aumento significativo de la inversión pública en sectores fundamentales como Salud, Educación, vivienda, servicios sociales, Cultura...
Otra Unión Europea no sólo es posible, sino necesaria y urgente.