
En sus 15 temporadas como profesional, Vinnie Jones no consiguió colocarse como el futbolista con más expulsiones de la liga inglesa (quedó segundo, a una de otro gran cerdo, el irlandés Roy Keane) pero si que cuenta con dos records que probablemente nunca sean batidos: provocó, de forma directa, 19 lesiones a jugadores rivales, 6 de ellas graves y cuenta con la tarjeta roja más rápida de la historia (3 segundos).
En la foto inferior podemos ver a Vinnie haciendo una entrada al hijo de David Batty, un compañero de equipo en un calentamiento prepartido con el Leeds.
En 1986 fichó por el Wimbledon, un recién ascendido a Primera División. Allí no tuvo precisamente un buen comienzo, como él mismo recuerda: «El día de mi debut con el Wimbledon, el viejo utillero del equipo entró en el vestuario y le pregunté cómo estaba jugando. Me contestó ‘Tengo 85 años. Si me dieran la camiseta con el 4, lo haría mejor. Retírate ahora que puedes, chaval».
El Wimbledon era un equipo que destacó por su extrema dureza y su gusto por los pelotazos. En Inglaterra se habló de "fútbol-cárcel". Gary Lineker dijo: «Al Wimbledon es mucho mejor seguirle en el teletexto que en el campo». Vinnie Jones se sentía como pez en el agua.
Al término de un partido contra el Wimbledon, Roy Keane afirmó, entre la rabia y la admiración: "De Newcastle a Newport y de Liverpool a Norwich, ese descerebrado conoce el nombre de pila de todos los jodidos camilleros de la liga".
"Razor" Ruddock, central espantoso y uno de los pocos jugadores que se atrevió a devolver las guarradas a Jones, dijo del Wimbledon en una entrevista que "ver a Vinnie y los suyos jugar es como una tarde de sexo con una muerta en los baños de un antro de la periferia de Hull, con la diferencia de que la muerta eres tú".
Los rivales lo llamaban "el futbolista psicópata". Tuvo mucha notoriedad su cruce con Paul Gascoigne (Gazza), otro irreverente del fútbol británico. Cuando lo enfrentó en un duelo entre el Wimbledon ante Newcastle, no anduvo con vueltas y le advirtió: "Me llamo Vinnie Jones, soy gitano, gano mucho dinero. Te voy a arrancar la oreja con los dientes y luego la voy a escupir en el césped. ¡Estás solo, gordo, solo conmigo!". Ese día, tomó de los testículos a Gazza y la imagen fue inmortalizada por los flashes. Una vez consumada la agresión después del partido, Gazza contestó a su manera a Jones enviándole un ramo de rosas con una nota. Vinnie, sin demasiado sentido del humor, devolvió el obsequio y le mandó una escobilla de water.
En la previa de un partido contra Tottenham Hotspur, Gary Stevens cuenta como transcurrió el que sería su último partido como profesional: "Yo tenía una prometedora carrera. El equipo iba como un tiro. Estaba esperando la llamada del seleccionador. Pero llegó aquel partido. Durante el calentamiento Vinnie se acercó a mi y amablemente me dijo: "Gary, me gustaría pedirte la camiseta al terminar el encuentro, pues mi hijo te admira tanto como yo." Yo le dije que claro y pensé: "Este tío no es un psicópata como dice la gente. Qué caballero".
A los dos minutos de comenzar el encuentro se me acercó en un saque de banda y me dijo al oído: "Tu infierno comienza hoy, marica medio-irlandés. También quiero tus calzoncillos, pero los quiero llenos de sangre. Vigila tus bolas, te voy a destrozar." Y efectivamente, me destrozó. Una entrada brutal que provocó que no pudiese volver a jugar.
Días después de la lesión, yo estaba en el hospital con mi cuñada Maggie y él apareció en la puerta de mi habitación acompañado de un niño. Se puso a mi lado en la cama. Yo esperaba unas disculpas. Estas fueron sus palabras: "Lo prometido es deuda, Gary. Te fuiste del campo sin darme la camiseta. Espero unas disculpas. Mientras te las piensas, te dejo mi dirección para que se la envíes a mi chico. Siento lo de tu pierna, espero que te pongas mejor. ¿Te importaría firmarle un autógrafo a mi chico?". Le firmé tembloroso sobre una servilleta y se fueron.
Años después vi Lock and Stock, esa escena en la que Vinnie va con un niño cobrando deudas. No pude terminar la película."
Hace tan solo un par de semanas, Santiago Abascal amenazó al programa "Malas Lenguas" de RTVE tras una pregunta de la reportera Esther Yáñez. twitter.com/MalasLenguasLa2/status/1938606451703919002
Hoy, esa misma periodista está siendo acosada por la extrema derecha mientras intenta informar desde Torre Pacheco:
twitter.com/riojaberon/status/1945184929232359913
twitter.com/remerikos/status/1945184409612652632
twitter.com/_Juan__A/status/1945193620455190821
twitter.com/SER_Murcia/status/1945185056785371278
Le lanzan agua, la rodean, la hostigan y la obligan a alejarse mientras la persiguen al grito de "zorra", "cerda", "asquerosa", "fuera de aquí"... a coro con "Pedro Sánchez, hijo de puta".
Policía Nacional y Guardia Civil escoltaban a Vito Quiles:
twitter.com/La_SER/status/1945189048437350730
Así, con todo.
Unos señalan.
Otros hacen su parte.
Me dedico al social media desde hace más de siete años y en muchas ocasiones me ha tocado organizar concursos y sorteos de distinto tipo. En mi trabajo, he “regalado” desde botes de crema a vueltas al mundo y un montón de productos más o menos apetecibles entre medias. Esta tarea me ha puesto en contacto con la avaricia de la sociedad en estado puro, y si queréis mi opinión, las trampas y la ambición por ganar no dependen del valor del premio porque he visto (intentar) hacer trampas en muchos de los sorteos.
Debido a este trabajo, he llegado a identificar a una serie de personas que se dedican, no sé si profesionalmente, a participar en concursos y sorteos. La mayoría de estos "concurseros" tienen perfiles en redes sociales creados ex profeso para esta actividad y se organizan para llegar al mayor número de premios posible.
Las personas que se dedican a concursar como afición suelen estar organizados en grupos de Facebook o en foros. Algunos son públicos, y cualquiera puede participar aportando los premios que ha visto en la red pero hay otros privados. No os voy a engañar: a las marcas para las que he trabajado les viene muy bien tener controlados estos grupos porque si organizan algún sorteo ya empiezan a ganar muchos participantes de golpe.
Hay otros grupos en los que la figura del moderador es más fuerte y tienen normas para que los niveles de spam se mantengan dentro de los límites tolerables. Y por supuesto, en los foros habituales también suele haber hilos dedicados a promocionar este tipo de actividades.
Los internautas han andado avispados y ya existen algunas páginas web en las que se recopilan los sorteos y en algunas de ellas te piden donaciones (o directamente una tarifa) para introducir y publicitar tu concurso en ellas. Las más habituales son Concursator, Regalos y muestras gratis y en general cualquiera que aparezca en Google buscando “sorteos y concursos".
Los perfiles de Facebook y de Instagram de los concurseros nos devuelven unos usuarios vacíos en los que solo vemos las imágenes del sorteo en el que esté participando. Muchos de ellos escriben la fecha en la que se conoce al ganador como comentario de la imagen y algunos incluso la borran pasada esa fecha. Verbigracia:
Cuando se trata de sorteos en los que se pide invitar a otros usuarios, podemos saber su círculo de amigos solamente siguiendo la pista de a quiénes mencionan, o incluso saber cuáles son sus identidades múltiples para participar. Me vais a perdonar que esta parte no os la documente porque atentaría contra la ley de protección de datos, pero creedme si os cuento que he llegado a enviar tres premios de tres sorteos distintos a tres usuarios con distinto nombre que se llamaban igual y vivían en la misma casa.
Como Internet es un reflejo de la vida real, también aquí encontramos a personas dispuestas a hacer que el bien prevalezca, y en varias ocasiones me han llegado mensajes directos a páginas en las que organizaba los sorteos, como esta que os adjunto a continuación:
Tras este mensaje, la persona que lo mandaba me detallaba un grupo de unos cincuenta perfiles de Facebook que tenía que tener en cuenta, y que se organizaban para participar en todo… y para llevarse muchos premios, claro. Imagino que muchos de los ganadores se sienten realizados por el hecho de serlo, más allá de la ilusión de que les toque un bote de crema de tres euros, pero supongo que el destino final de muchos de los premios sea acabar revendidos en Walapop a no ser que vivan en mansiones amuebladas con cosas gratis.
Seguiré investigando y luchando contra los concurseros. Y por supuesto os iré contando mis aventuras.
por James A. Lindsay y Peter Boghossian
Los conceptos pecado original y privilegio son idénticos quitando que actúan en diferentes universos morales. En las religiones con las que estamos familiarizados, el pecado original es algo con lo que se nace. Es algo a lo que no se puede escapar. Es algo sobre lo que realmente no hay nada que hacer, excepto avergonzarse. Es algo que se debe confesar y tratar de purificar. Es algo que requiere perdón, expiación, penitencia y trabajo. Es algo que, si se toma en serio, sirve para intimidar a los demás.
Para muchos de los actuales activistas situados a la izquierda, privilegio ocupa el mismo papel en la religión de las actuales políticas de identidad. No hay mayor pecado que haber nacido varón blanco, heterosexual, sin discapacidad, que se identifica como hombre, pero sin sentirse profundamente apenado por este absolutamente involuntario estado de cosas.
Todo el mundo es un pecador; todo el mundo es privilegiado; y ambos constituyen la caída del Hombre. Ambos son la mancha sobre todos los que, en virtud de su existencia, están a la altura de la perfección moral. Ambos son una especie de enfermedad que amenaza a la sociedad. Es algo a lo que no se puede escapar. Ambos deben ser detestados y se debe exigir la redención del culpable.
El concepto de privilegio, como el de pecado, posee la virtud de que describe algo real, algo que de manera tan obsesiva como acertada se describe como “problemático”. Ya sea que se reciba aval para un préstamo bancario, ser tratado de determinada manera por las autoridades legales, o que se demarque el potencial académico de un niño, o los accidentes de nacimiento que acaban resultando una barrera desalentadoramente injusta o una ventaja inesperadamente inmerecida. Enmarcar estas cuestiones en términos de privilegio, sin embargo, es el camino equivocado para conceptualizar el problema. El problema real y terrible, por supuesto, es la discriminación; tanto la evidente como, en sus forma más insidiosa, la sutil.
En lugar de hacerle frente a la discriminación, muchos militantes de izquierda glorifican los desafíos asociados con las desgracias de la identidad individual, particularmente los relacionados con accidentes inmutables de nacimiento como raza, género y orientación sexual. Ahí donde la religión tradicional eleva a Dios, después a los ángeles, después a los santos, y después al resto de nosotros, estos identitarios sacralizan un orden jerárquico de ventajas intrínsecas y desventajas sociales; no tal y como son, sino tal y como se explican en el lenguaje académico de las teorías críticas de raza y de género.
Hay, sin embargo, una diferencia preocupante entre privilegio y pecado. Si bien podemos amar al pecador pero odiar el pecado, parece que estamos mal equipados para amar a los privilegiados, a no ser meramente como mascotas y objetos de envidia. Los pecadores han nacido en una lucha contra un defecto fatal; los privilegiados simplemente nacen defectuosos; insanos y alegremente ingratos. El pecador nace defectuoso y por lo tanto escribe su propia ruina. El pecador, pues, al ser incapaz de ayudarse, es un miserable, y por detrás de todo el desprecio por él hay piedad. No es así con los privilegiados. La misma palabra privilegiado casi hace que encuentres tu objetivo despreciable. Los privilegiados no se frustran a sí mismos; te frustran a ti. Un pecador puede ser redimido; los privilegiados deben ser derribados.
Se necesita más perspectiva, bondad y caridad. Pecado y privilegio no son conceptos vacíos, y no son completamente inútiles. Generan un tipo particular de conciencia y empatía para motivar ciertos tipos de comportamientos que tratan de evitar, minimizar y reparar para ellos, pero son realmente inútiles para solucionar problemas reales. La gente más sensata se centra más en las cualidades positivas que les gustaría inculcar en los demás — templanza, autocontrol, generosidad, justicia, incluso pureza — en lugar de revolcarse en las faltas de malhechores y dejar así las cosas. Quienes se adhieren a la religión de las políticas de identidad (muchas de las cuales rechazan el concepto de pecado religioso) deben aprender del ejemplo y dirigir su atención a lo que importa, haciendo campaña para crear sistemas sociales, políticos y económicos que eleven a los de abajo a una igualdad genuína.
***
Fuente: AllThink
***
James A. Lindsay tiene un Ph.D. en matemáticas y autor de tres libros, incluído Everybody Is Wrong About God (Todo el mundo se equivoca sobre Dios). En Twitter en @GodDoesnt.
Peter Boghossian es Profesor Adjunto de Filosofía de la Universidad Estatal de Portland y miembro afiliado de la facultad Oregon Health Science University en el Departamento de Medicina Interna General. Es autor de A Manual for Creating Atheists (Un manual para crear ateos). En Twitter @peterboghossian.
«Creo que la conciencia humana es un paso en falso de la evolución… Tal vez lo más honroso para nuestra especie sea rechazar nuestra programación, dejar de reproducirnos, caminar de la mano a la extinción…» Rust Cohle, True Detective
Que reflexiones como la anterior salgan de la boca de uno de los héroes de una serie de TV sugiere que el antinatalismo ha salido recientemente del armario, pero la intuición de que la vida es sufrimiento tiene una larga historia. El pesimismo existencial se muestra de forma explícita en culturas antiguas como la griega (Sófocles: «No haber nacido es lo mejor de todo; lo segundo, volver cuanto antes al lugar de donde se ha venido»), es el núcleo del credo budista y fluye como una corriente más o menos subterránea por el cristianismo y otras religiones (gnosticismo), como ya se ha mencionado en un artículo previo. No obstante, las religiones y culturas antiguas, por motivos obvios, rara vez han seguido el razonamiento hasta el final: si el sufrimiento físico o psíquico, a veces insoportable, es uno de los elementos consustanciales de la vida, ¿es buena idea traer individuos a este mundo, es decir, tener hijos?
Para evitar posibles confusiones hay que aclarar que esta postura, el antinatalismo filosófico, poco tiene que ver con lo que podríamos denominar antinatalismo práctico de motivación ecologista, ni con la (llamémosle así) niñofobia de algunas sociedades modernas en las que los hijos son vistos como un estorbo / gasto extra en lugar de mano de obra gratis / futura manutención / auxiliar geriátrico como se los ve en las culturas tradicionales. El antinatalismo filosófico no critica la procreación en base a las consecuencias negativas de la superpoblación y el agotamiento de recursos naturales ni es una excusa para una vida cómoda y sin ataduras. Es un argumento que podría aplicarse de igual manera a quien crea que hay espacio para todos en el mundo y que la obligación moral de todo x (sustitúyase x por la especie, nacionalidad o grupo religioso deseado, por ejemplo “klingon”, “valirio” o “adorador de Yog-Sothoth”) es dejar la mayor descendencia posible para propagar su cultura y/o genes por el universo.
Así pues, más allá de las insinuaciones en las culturas y religiones antiguas y de toda motivación práctica, probablemente la primera corriente filosófica que trató la cuestión de si merece la pena vivir y procrear (y respondió de forma negativa), fue la de Schopenhauer y algunos de sus seguidores, si bien más como una consecuencia secundaria de sus sistemas filosóficos pesimistas que por un interés primario en desarrollar dicha cuestión. Por ello, los trato solamente como precursores del antinatalismo y (para quien no desee entrar en más detalle) incluyo en la conclusión del artículo un resumen de lo más pertinente para los argumentos antinatalistas.
Antes de comenzar con Schopenhauer, no puedo evitar mencionar de pasada el caso excepcional de Al-Ma’arri (973-1057), considerado uno de los mejores poetas clásicos árabes, quien, a pesar de su abierto ateísmo e irreligiosidad (dijo que había dos clases de personas: «las que tienen inteligencia pero no religión, y las que tienen religión pero no inteligencia»), tuvo un gran prestigio entre sus contemporáneos musulmanes. Ciego desde su infancia, vivió una vida ascética, por compasión a los animales siguió una dieta vegetariana estricta (lo que hoy llamaríamos vegana), y nunca se casó. Su idea de la existencia era muy pesimista, y por ello sostuvo que no se deberían engendrar hijos, para ahorrarles los sufrimientos de la vida. Sirva este caso como ejemplo de otros literatos que expresaron en algún momento este tipo de sentimientos, como Leopardi, Flaubert y Mark Twain.
Este filósofo alemán es uno de los pioneros y máximos exponentes del pesimismo filosófico, lo que quizá haya jugado en su contra en cuanto a la popularidad de su obra, como demuestra la comparación con su rival Hegel y su (por un tiempo) admirador Nietzsche. Su obra cumbre es El mundo como voluntad y representación, en la que sostiene que el universo y todos los seres animados o inanimados que existen en él están movidos por una fuerza única, ciega e impersonal que se manifiesta en los animales y en los seres humanos como lo que denomina la «Voluntad de Vivir», o simplemente voluntad o deseo, que los impele a sobrevivir y reproducirse, e incluso el intelecto no es más que otra argucia de la voluntad para perseguir sus objetivos. La sustitución de Dios por una fuerza impersonal y la importancia que adquieren la reproducción y por tanto el sexo en su filosofía, ha llevado a algunos a considerarlo un precursor de Darwin y de Freud. A pesar del aire algo fantasioso que tiene su obra vista a través de un prisma actual, influyó notablemente sobre intelectuales tan diversos como Tolstói, Wagner, Einstein y Borges, y por supuesto a los que veremos a continuación.
Según Schopenhauer, los deseos no satisfechos producen sufrimiento, y el placer es simplemente la sensación de alivio que ocurre cuando desaparece dicho sufrimiento, pero la mayoría de los deseos nunca se hacen realidad, y cuando es así inmediatamente son reemplazados por otros nuevos. Esta visión de la vida, cercana a filosofías indias como el budismo según él mismo reconocía, lo llevó a reflexionar que «Si los niños vinieran al mundo solo por un acto de razón pura, ¿seguiría existiendo la humanidad? Más bien, ¿no tendría una persona suficiente compasión por la próxima generación como para ahorrarle la carga de la existencia, o en cualquier caso no implicarse en imponerle esa carga a sangre fría?».
A pesar de sus recomendaciones a favor del ascetismo y la resignación, así como de su personalidad huraña, no exenta de cierto humor negro, en su vida personal no se privó de placeres de todo tipo, por lo que se le ha achacado cierta hipocresía, de la que él mismo se defendía respondiendo que no tenía la obligación de ser ejemplo de nada, igual que un escultor no tiene la obligación de asemejarse en belleza a sus obras.
Philipp Batz, un joven poeta alemán fascinado por la filosofía de Schopenhauer, escribió con el pseudónimo Mainländer una obra (Die Philosophie der Erlösung, más o menos “La filosofía de la redención”) que continuaba por los mismos derroteros, llegando a conclusiones que hoy nos sonarían más cercanas a ciencia ficción que a otra cosa. Tras completar su obra en unos pocos meses a un ritmo obsesivo, se suicidó el día de la publicación de la misma, supuestamente fruto de un colapso mental manifestado en un episodio de megalomanía, aunque siempre es posible que simplemente quisiera llevar a la práctica sus ideas.
En su obra, Mainländer vaticina que el progreso traerá cada vez más felicidad a la humanidad, pero que, paradójicamente, cuando el bienestar llegue a cotas suficientemente altas, el ser humano llegará a la conclusión de que la vida no puede ser nunca lo bastante buena como para preferirla a la no existencia y escogerá no reproducirse. Aún más: postuló que la «Voluntad-de-Vivir» que describió Schopenhauer es en última instancia una «Voluntad-de-Morir», presente en toda la materia del universo como una especie de fuerza que busca su propia destrucción para huir del horror de la existencia, de lo cual la extinción del ser humano no sería más que un caso particular. Rizando el rizo, afirmó que el universo no es más que el método que Dios utilizó para suicidarse, fragmentando su unidad previa y creando una multiplicidad de seres que llevan la impronta de la voluntad de morir para completar el plan de su creador.
La filosofía de Mainländer ofrece muchas similitudes con la de su coetáneo Karl Robert Eduard von Hartmann: también filósofo alemán fuertemente influido por Schopenhauer, su voluminosa obra se considera el hilo conductor entre este y las teorías de Freud. Respecto a su vida, es reseñable que vivió postrado en una cama durante años (lo que no le impidió seguir escribiendo), sufriendo fuertes dolores hasta su muerte.
En su primer libro, Philosophie des Unbewussten (Filosofía del inconsciente), que tuvo bastante repercusión en su época, se dedica a desmontar las que según él son las principales ilusiones que nos hacemos: la posibilidad de felicidad en la vida, la vida después de la muerte y la mejora de la situación humana debida al progreso. Tras argumentar la falsedad de estas ideas, Hartmann se pregunta si tras rechazarlas deberíamos suicidarnos, y responde que no es así, ya que esto no resolvería el problema ni siquiera aunque toda la humanidad decidiera poner fin a su existencia y acabar con toda la vida del planeta, pues si la vida surgió una vez, puede volver a aparecer. Para él, el inconsciente colectivo humano forma parte de un vasto Inconsciente Universal (otra versión de la Voluntad de Schopenhauer, a la que incorporó elementos del sistema de Hegel) que mediante procesos evolutivos se va haciendo cada vez más consciente hasta llegar a la única conclusión posible: que para dejar de sufrir debe poner fin a su propia existencia. Así pues, el ser humano, como punta de lanza del Inconsciente Universal, debe seguir avanzando en su conocimiento, aunque sea sin esperanza de llegar a la felicidad, con el único objetivo de llegar a un punto en el que sea capaz de aniquilar al Inconsciente de forma que nunca más pueda resurgir.
No se puede decir que Schopenhauer desarrollara una filosofía antinatalista de forma explícita más allá de las reflexiones que se deducen de su sistema, es decir, del absurdo que supone “alimentar” a la Voluntad con nuevos individuos para que perpetúe su cruento y fútil ciclo. Por muy lejana que esté la sensibilidad actual de este sistema filosófico, no podemos ignorar que, como metáfora, está mucho más cerca de la actual descripción científica del universo (por ejemplo, la evolución como mecanismo ciego e indiferente al bien del individuo tal como lo describe Dawkins en El gen egoísta) que a la idea prevalente en la época de que un Dios o una Razón Universal son los arquitectos del universo. De ahí que, a pesar de ser anterior a Darwin, las consecuencias nihilistas que podrían derivarse son las mismas, y por tanto, desde mi punto de vista, esto es lo que Schopenhauer aporta al antinatalismo más allá de reflexiones puntuales sobre la cuestión de tener hijos (de hecho la cita suya que incluyo sobre este tema es prácticamente la única que he encontrado, y ni siquiera pertenece a su obra principal).
Los dos sucesores de Schopenhauer que hemos tratado retroceden un poco ante esta visión impersonal y fútil del universo introduciendo cierto sentido y meta en la Historia, motivo por el cual fueron duramente criticados por Nietzsche. De hecho, se podría discutir si estos sistemas son en realidad siquiera pesimistas, ya que tanto en uno como en otro, al final todo termina “bien”, al menos bajo cierta definición de “bien” (el fin del sufrimiento, aunque sea a costa de la aniquilación del universo).
De la estrambótica teoría de Mainländer tal vez se pueda salvar su predicción de que, a mayor bienestar, mayor sería la sensibilidad humana respecto a los males del mundo, como sugieren todo tipo de movimientos sociales, ecologistas y animalistas actuales en los países desarrollados. Lo que está por ver es si los seres humanos llegarán finalmente a su conclusión de que el sufrimiento no es eliminable del todo y preferirán la extinción a esta existencia imperfecta.
De la filosofía de Hartmann, dejando a un lado sus elementos más fantasiosos, se podría destacar el argumento de que el suicidio de una persona o incluso la extinción de toda la humanidad o toda la vida no resolvería definitivamente el problema del sufrimiento a escala universal. En consecuencia, este sistema no defendería estrictamente el antinatalismo, sino algo mucho más ambicioso y a largo plazo.
Como se puede imaginar, con el ascenso del ateísmo, el materialismo y el darwinismo, no es necesario recurrir a ninguna teoría estrafalaria para argumentar la futilidad de la vida y la procreación, por lo que, aunque la influencia de Schopenhauer se deja sentir hasta la actualidad, los pensadores modernos que defienden posturas antinatalistas se centran en la ética, como se verá en un próximo artículo si la Voluntad y el Tiempo lo permiten.
Primera parte de este artículo: El antinatalismo y sus precursores
Aunque la palabra samurái se usa para designar a una gran variedad de guerreros en Japón, se aplicó sobre todo a la élite militar que gobernó el país nipón durante cientos de años. El código del samurái del siglo XVII decía que “el camino del samurái es la muerte” y recogía que las alternativas para acabar la vida de estos guerreros eran bien la muerte en combate o el suicidio, preferible antes que la rendición.
Los samuráis anhelaban morir por su señor o por su causa, y desde los primeros guerreros del siglo X hay testimonios de diversos métodos de suicidio por honor. Un samurái podía acabar con su vida arrojarse al agua con la armadura puesta o tirarse del caballo con la espada en la boca. Como sabéis, el más emblemático era el hara kiri, que en su designación más formal se llamaba seppuku. El primer caso documentado data de 1180 cuando un anciano samurái llamado Minamoto no Yorimasa acabó con su vida mediante su propia evisceración al término de una batalla en la que acabó acorralado.
Los japoneses no son el único pueblo que optaba por el suicidio en los casos de derrota o deshonra, y tenemos muestras de estos gestos en varios pueblos, empezando por los romanos y siguiendo por los íberos. No obstante, hoy me gustaría profundizar en el que practicaban en el país del sol naciente.
El seppuku forma parte del bushido, el código moral de los samuráis, y se prefería a la muerte con deshonor, aunque también se ejecutaba como protesta, para enmendar algún error cometido o para seguir al señor feudal de turno a la muerte. Esta práctica, la de seguir al amo a la muerte, se denomina oibara o tsuifuku.
Ojo, no era una práctica obligatoria, ya que el seppuku era una manera muy drástica de acabar con tu linaje, así que no era raro que tras una derrota el samurai pasara a luchar bajo otra bandera si con ello se garantizaba su descendencia. Eso sí, existían seppukus obligatorios por ejemplo si un tribunal te sentenciaba a muerte.
Harakiri significa, literalmente, “cortar el vientre” y tiene un ritual específico en el que se pauta desde la espada utilizada como la ropa que debe llevar el samurái cuando lo practica. La ropa elegida (si es que podía elegir ropa) solía ser un kimono de ceremonia, de color blanco, el color de los difuntos. La espada con la que se ejecutaba el seppuku era más corta que la katana y se denominaba kodachi o wakizashi.
Los samuráis de alta escala podían ejecutar su suicidio en un parque o en el exterior de sus casas, mientras que los de bajo rango debían hacerlo en el interior: en una habitación, en la celda donde estuvieran recluidos o incluso en un templo. Cerca del samurái se ponía una cesta o se hacía un agujero en el suelo para recoger la cabeza cuando se la cortaran.
Antes de ejecutar el ritual, el samurái escribía un poema de despedida, que en la práctica eran sus últimas palabras ya que el seppuku se llevaba a cabo en silencio. Se le permitía beber sake y a continuación tenía que abrirse el kimono para comenzar con el ritual, una vez se ha colocado de rodillas en la posición seiza. Además, se solían colocar las mangas del kimono bajo las mismas para no caer hacia atrás durante la muerte.
La muerte por seppuku era bastante lenta y dolorosa, ya que consistía en un corte horizontal y otro vertical, como en cruz, en el vientre. Lo que se buscaba era cortar los centros nerviosos de la columna y con ello se provocaba una larga agonía, por lo que se solía recurrir a un segundo, alguien de confianza del samurái, para decapitarle cuando acabara con la espada. A este segundo se le llama kaishakunin y podía ser un amigo, un sirviente, alguien de confianza o una persona designada por las autoridades en casos de sentencias de muerte.
Otro factor importante en la práctica del seppuku eran los testigos, que tenían que dar fe de que la muerte se había llevado a cabo, y por eso tenemos constancia de muchos harakiris practicados en el pasado. Si tenéis curiosidad, podéis leer cómo lo vivió Algernon Freeman-Mitford, un diplomático inglés que vivió en Japón durante el siglo XIX.
Numerosos testimonios dicen que muchos no llegaban a hundirse la daga en el vientre, sino que eran decapitados al acercarse el arma (por lo general, se solían poner de acuerdo en el momento elegido) aunque se tenían por muy valientes a aquellos que llegaban a terminar el ritual por completo. Incluso se sabe que algunos recibían una daga de madera para hacer un suicidio simbólico. Se consideraba que se había terminado el ritual cuando, en el corte vertical, se llegaba hasta el esternón.
No se os habrá escapado que dar a un reo de muerte una daga podía ser un gesto temerario, y Hattori Ujinobi recuerda una ocasión en la que un condenado “tomó la espada del inspector e hirió a multitud de personas”.
Las mujeres podían enfrentarse también al suicidio aunque técnicamente no se consideraba harakiri, ya que no se apuñalaban el vientre. El suicidio femenino se denominaba jigai (que es la palabra que significa suicidio a secas) y consistía en practicarse un corte en el cuello, seccionando la arteria carótida con una daga llamada kaiken.
En Japón el suicidio está prohibido como práctica judicial desde 1873, aunque se ha seguido practicando. Uno de los últimos casos más sonados fue el del judoka Inokuma, aunque la lista es bastante larga una vez empiezas a documentarte.
La foto de arriba la he cogido de Wikipedia como siempre.
Es una verdadera lástima lo que está ocurriendo en España estos últimos años.
Poco a poco se están cargando las bases de nuestro sistema mientras nos quedamos pasmados como boniatos observando como lentamente se desmorona nuestro país.
Nuestros poderes legislativo y ejecutivo son un mero chiste, una mera marioneta en manos del partido de turno que legisla en su propio beneficio en lugar de en beneficio de la ciudadanía. Poderes corruptos hasta tal punto que el partido en el poder está en el banquillo de los acusados.
Nuestro poder judicial muestra al público su fea cara: músicos, humoristas, titiriteros, periodistas y ciudadanos con procesos inverosímiles, completamente desmedidos o solo punibles a causa de una interpretación esperpéntica de la ley. Mientras, hemos sido testigos de cómo los poderosos salen de rositas o con penas mínimas ante asuntos mucho más graves.
De los tres poderes, a día de hoy no es de fiar ni uno de ellos. Y eso se refleja en todos los niveles. Hasta el más cegado que lea estas líneas no necesitará ni un minuto para encontrar ejemplos…
Esta es nuestra España y, cuando veo la bandera en la calle, en lo único que pienso es en que mi país está secuestrado por mafiosos y ladrones que lo están destruyendo, mientras nosotros damos más importancia a esa bandera que a su significado y nos envolvemos los ojos con ella para no ver en que se está transformando nuestro país.
Lo peor es que, cuando te quitas la venda un momento y miras la tendencia, esta es cada vez más sombría. El mero acto de pensar donde estaremos a cinco o diez años vista devuelve una imagen estremecedora:
Una España más desigual.
Una España menos libre.
Una España más endeudada.
Una España más pobre.
Al pensar en esto no puedo evitar que se me humedezcan los ojos porque, a mi nivel (como cada ciudadano), he sido cómplice necesario para que esta visión de España se haga cada día más real y palpable.
La realidad es que estamos así porque España nunca nos importó ni una mierda, si nos hubiera importado lo más mínimo no la habríamos dejado caer tan bajo.
Y ahora, adormilado en una existencia extremadamente cómoda, confortable y fácil, espero cínicamente a que todo se desmorone solo por el placer de poder decir a aquellos que lucharon menos que yo, que no lucharon en absoluto o que lucharon en contra “Os lo dije” mientras sujetamos las cenizas de lo que en algún momento llamamos con orgullo España.
El despacho de Guillermo Roncal está en el último piso del edificio, pero aún así es un lugar umbrío, víctima de uno de eso arquitectos que diseñan patios de tres por tres metros. Si le preguntásemos al arquitecto nos diría que diseñó el edificio para Almería y se lo construyeron León, donde la mayor parte del año no hace falta defenderse del exceso de sol sino más bien todo lo contrario.
Por eso, aunque aquel día de enero sólo eran las once de la mañana, Guillermo Roncal, catedrático de Física de la Escuela de Ingenieros Industriales, tuvo que encender la luz de todos modos. Nada más hacerlo llamaron a la puerta, como si el interruptor, además de los fluorescentes, hubiese alimentado a algún mecanismo más, diseñado expresamente para no dejarle trabajar tranquilo.
-Pase- autorizó el catedrático con tono de fastidio.
Un rostro joven asomó por la puerta con timidez.
-Hombre, Mario, eres tú...
-Vi luz y llamé, pero si le molesto vengo en otro momento -se justificó el joven.
El catedrático ensayó media sonrisa y dejó caer su peso sobre el respaldo del sillón.
-Pasa, pasa, que contigo tenía yo que hablar...
El joven entró en el despacho y permaneció en pie, casi en posición de firmes.
-Siéntate -invitó Roncal, mientras buscaba en un montón de papeles apilados sobre su mesa.
Mario se sentó, agradecido: de pie le costaba mucho más ocultar su nerviosismo.
El catedrático encontró al fin lo que busca y le alargó una docena de folios al joven.
-A ver. Léeme esto, porque lo he leído yo y no me lo puedo creer.
-Es el trabajo que me pidió para esa revista...
-Ya sé lo que es. Te pedí un trabajo ameno para una revista de divulgación y me has traído esto. ¿Te has vuelto loco o qué?
El joven se encogió de hombros, tratando de buscar una disculpa, pero no le dio tiempo.
-Léelo en voz alta.
Mario carraspeó y comenzó a leer, como le mandaban.
Aplicaciones inusuales del Principio de Heisenberg.
Aunque se trata de un tema complejo, con profundas repercusiones en todos los campos, muy pocos son los que pueden afirmar que conocen en profundidad el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Sucede con este principio algo similar a lo que ocurre con la Teoría de la Relatividad de Einstein, de la que todo el mundo ha oído hablar, muy pocos saben qué es exactamente lo que postula y casi nadie la comprende en toda su profundidad.
En primer lugar, vamos a ver quién era Heisenberg...
-Sáltate eso y sigue más adelante -desdeñó con un gesto el catedrático.
El joven pasó un par de hojas y siguió leyendo.
"Después de muchos trabajos y de que algunas de sus propuestas fuesen rechazadas de manera casi unánime por la comunidad científica, Heisenberg había presentado su propio modelo atómico renunciando a cualquier pretensión de combinar en su modelo las teorías de las ondas y los corpúsculos.
Aunque a muchos de sus colegas le parecía sumamente atractiva la analogía entre el mundo macrocoscópico y el universo subatómico, Heisenberg consideraba que no sería posible mantener seriamente esta similitud. Si el átomo funcionara como un diminuto sistema solar todo sería más fácil, pero esa era para él la solución a la vez simple y equivocada con que se puede resolver todo problema complejo.
En vez de dejarse llevar por la estética de la sencillez, prefirió configurar un modelo basado en los orbitales, o zonas de distinto novel de energía donde era más probable encontrar al electrón.
Una vez descrita la mecánica fundamental, Heisenberg centró sus esfuerzos en dar con un método que permitiera describir en todo momento la posición de la partícula. Y aquí fue dónde se encontró con el problema que dio lugar al Principio de Incertidumbre: )Cuál es la mejor manera de saber dónde se halla una partícula? Por supuesto, observarla. Pero observarla supone aplicarle algún tipo de instrumento. Si por ejemplo quisiéramos verla a través de un microscopio gigantesco, nos encontraríamos con que la luz que hacemos incidir sobre ella para poder verla, la desplaza y modifica su posición. Así, justo cuando hemos medido su posición, la partícula ya no está donde la teníamos. Por contra, reduciendo la temperatura, podríamos hacer que el electrón se parase, pero aunque determinaríamos de este modo su posición, no podríamos saber su velocidad. Por tanto, Heisenberg asegura que es imposible conocer a la vez la posición y la velocidad de una partícula, pues el observador modifica lo observado, invalidando cualquier dato que obtenga.
Poco años después, en 1930, Einstein intenta refutar el Principio de Incertidumbre, pero Niels Böhr..."
-Sáltate eso también y pasa al final -pidió Roncal.
-¿Al final? Preguntó el joven.
-Sí, ya sabes. Donde hablas de las aplicaciones inusuales. Pasa a eso.
El joven tragó saliva y siguió leyendo.
"El Principio de Incertidumbre nació en la Física y pronto se aplicó a otros campos, como los medios de comunicación a través de la democracia. Nadie puede dudar hoy que el observador modifica lo observado, sobre todo cuando es un periodista que ha recibido claras indicaciones de su patrón sobre la clase de interpretación que precisa una u otra noticia.
En este caso, el observador primario, periodista, modifica lo observado a través de la formación de opinión pública; esta, a su vez, con la opinión y la información que le han suministrado los medios de comunicación acude en las elecciones, modifica los hechos mediante un cambio de gobierno o la aprobación en referéndum de una u otra ley. Lo mismo que en el caso del átomo, no es posible conocer en un instante dado el estado de opinión sin influir en él. Por esta razón se prohíbe la difusión de encuestas al final de las campañas electorales o durante las votaciones propiamente dichas."
El joven levantó la cabeza de los papeles tratando de observar el gesto que ponía el catedrático, pero Roncal permanecía impertérrito.
-Sigue, sigue -le conminó.
"Abandonando un campo tan desagradable a veces como la política, podemos encontrar también otras aplicaciones inusuales del Principio de Incertidumbre. Por ejemplo es curiosa la aplicación de este principio a una obra como el Quijote. Podemos fantasear, por ejemplo, con que Don Quijote no conocía la verdadera naturaleza de los objetos que tomó por gigantes, y para cerciorarse de ella se vio obligado a observarlos de manera fehaciente.
Nos encontramos aquí en un caso similar al del gato de Schrödinger, del que no se puede decir si está vivo o muerto mientras no se abra la caja y se sepa si se ha decantado en una u otra dirección el isótopo radioactivo que dispararía el veneno que hay dentro de la caja. Mientras don Quijote no se lanza a la carrera contra ellos, no puede saber si son molinos o gigantes. Puede, en todo caso, afirmar que parecen una u otra cosa, y con solamente esos instrumentos no podía aclarar nada, puesto que sus sentidos le parecían gigantes y a los de su escudero, molinos.
Procede entonces el buen hidalgo a aplicar el método científico para salir de dudas, y para ello pasa de lo puramente teórico a la constatación material mediante el experimento.
Y aquí es donde de nuevo entra en juego el Principio de Incertidumbre, porque cuando don Quijote espolea a Rocinante para arremeter contra los furiosos gigantes, es muy posible que verdaderamente fuesen gigantes, pero al entrar en contacto con ellos modifica su naturaleza y los convierte en molinos. Si el fotón puede cambiar la posición y trayectoria de un electrón, también puede don Quijote, por su propia energía, modificar la naturaleza de los cuerpos contra los que se abalanza.
Aplicando, pues, el Principio de Incertidumbre, Don Quijote distaba mucho de estar loco: simplemente era tan grande su energía y tan importante su fuerza que podía verificar el cambio de naturaleza, de gigante a molino, en los cuerpos materiales que encontraba en su camino."
Mario levantó la cabeza y dejó los papeles encima de la mesa.
-¿Pero de dónde has sacado semejante estupidez? -casi gritó Roncal.
El joven se encogió de hombros.
-Me pareció una tesis atractiva -respondió simplemente.
-Mira: aunque sea para una revista de divulgación y no para una publicación profesional, si firmo eso voy a ser el hazmerreír de toda la universidad. De toda España y parte del extranjero.
-Si se trata de que la gente se quede con la idea pude funcionar. Y se trata de eso, ¿no? -se defendió Mario, que después de leer el artículo había ganado aplomo y hasta osadía.
El catedrático suspiró.
-Se van a reír de nosotros hasta en la luna.
-Hace cuatrocientos años que todo el mundo se ríe con Don Quijote y no le va tan mal... ¿Por qué no probar?
-Estás loco.
-Eso no puede decirlo aún: primero hay que abrir la caja.
Por primera vez en aquella mañana, Guillermo Roncal se vio obligado a sonreír.
-Pues si se ríen, que se rían. ¡Qué leches! -respondió al fin después de pensarlo unos instantes.
1
Me cae bien ese tipo. Fue uno de los primeros en comprender que la simpatía del autor colabora al éxito de sus obras, incluso en un campo tan obtuso como el de la Física Teórica.
Antes de él, al criminal le gustaba parecer peligroso en las fotos de la policía, el boxeador ponía gesto agresivo, el filósofo reflexionaba ante la cámara y el científico trataba de simular una conexión directa con la divinidad. Pero él no: él parecía la propia divinidad, justo después de una partida de dados, o un vendedor de coches de segunda mano, o el celador de un manicomio. Cualquiera de ellos o todos a la vez.
Quizás por eso consiguió que aceptasen su teoría de que el espacio y el tiempo son dos caras de la misma moneda, intercambiables, maleables, negociables entre sí a velocidades de vértigo. Ni siquiera el gremio de impresores, preocupados por la suerte de su industria de almanaques y calendarios, se opuso a sus tesis con la esperada vehemencia.
Cualquier cosa es verosímil si se presenta con una sonrisa. Desde hace siglos los bufones conocían este truco, pero ningún científico se atrevió antes a bajar de su estrado para utilizar las burlas como apoyo para su palanca.
Él lo consiguió, y desde entonces el pasado y el futuro se confunden según el punto de vista del observador. Y el descrédito, en vez de cebarse en su teoría, cayó sobre nuestra percepción de lo que llamábamos realidad.
Desde entonces los recuerdos son augurios y la anticipación, memoria. Y corren todos juntos, cuesta arriba, en el río de caos.
2
Es el viento y no el catastro el que en realidad mide los solares. Lo que estorba al viento es lo real, y este método funciona bien en la práctica aunque a primera vista pueda parecer un criterio de realidad dudoso.
Setenta y seis metros por cuarenta y dos. Una buena parcela, incluso descontando las sisas municipales para patios, aceras, farolas y faroles. Más de tres mil metros cuadrados para que el viento haga su ronda sobre los cardos, las piedras y las vacas, cuatro vacas escuálidas y tristonas, que pastan sin nuestro permiso en el terreno mientras el antiguo dueño les encuentra otro acomodo.
Cuando la tierra se convierte en solar se queda estéril. La sal con que se siembra se llama urbanismo y rivaliza con Atila. Los nuevos hunos, en cambio, amamos el césped, que es casi como la hierba, pero bien domesticada. Yo soy uno de estos hunos de nuevo cuño, y me enorgullezco de mostrar urbanizaciones donde antes había pedregales y matojos.
En cuanto al viento, sigue indiferente recorriendo los solares, y nadie le da importancia salvo cuando va vestido de verde. Porque hay veces que el viento se viste de verde, sí.
Verde pistacho y cinturón blanco.
3
La vi por primera vez una tarde de invierno. Una de esas tardes que parecen haber nacido ya noches y aguantan unas horas disfrazadas de luz. Habíamos vallado el solar y hasta encargado el cartel con el nombre de la promotora y el arquitecto. Las vacas seguían allí y no supe nunca ni cómo ni por dónde habían entrado: ese es el primer efecto colateral de la Relatividad, el de la dimensión desconocida por el que entran las vacas en un solar cuando ningún labrador vive cerca porque el único que había se ha mudado a trescientos kilómetros. Un efecto misterioso, pero no hablaré más de él.
El viento soplaba a ratos, como si marchase al paso de la oca. Era un viento solemne y agresivo. Frío. Demasiado frío. Casi con casco en punta.
Al frente del viento iba ella: una mujer vestida de verde pistacho con un cinturón blanco. O la sombra de una mujer. O una bandera agitada, colgando del propio cielo.
Como no podía ser real la miré con atención en busca de un rostro que no pude encontrar. Vino hacia mí y seguí sin verla. La mancha verde parecía sustentar una cabellera pero ningún rostro.
El escalofrío que sentí no merece descripción. Mi huida tampoco.
Regresé a los diez minutos, avergonzado y con un par de aguardientes en el cuerpo haciendo las veces de bofetadas recién administradas a un histérico, si no como remdio, al menos como escarmiento.
No la vi más aquel día.
4
Los coches son criaturas omnipresentes que se cuelan en las postales y hasta en las películas de romanos, así que no es extraño que exijan sus cobijos y guaridas en cualquier edificio, y alcen sus voces con fuerza de titanes.
Cuando excavamos el aparcamiento permanecí atento a lo que pudiesen encontrar. No había hablado con nadie del asunto, pero en cuanto hice un par de comentarios todo el mundo pareció darse por enterado de lo que había que buscar entre la tierra movida por las máquinas. El rumor había corrido por sí mismo después de que alguien más viese a la mujer, o a la mancha verde.
Muchos ojos, demasiados, escudriñaron cada cacetada de tierra que vertían las excavadoras. Revisamos, sin reconocerlo, miles de metros cúbicos de pedruscos, tierra y raíces.
No hubo tumba ni hubo nada. No hubo enterramiento clandestino, ni lápida funeraria, ni necrópolis olvidada. No hubo más que barro para cocer cien mil Adanes, pero ni una sola costilla de Eva.
Con eso pensé calmarme, pero volví a verla. Y otros la vieron también, seguramente, a juzgar por las razones que tuve que escuchar para justificar sus deserciones a empresas que pagaban peor que la mía.
Se acabó el aparcamiento y con él la posibilidad de cerrar la historia con una superchería conocida. Las supersticiones reciben sólo este nombre cuando son viejas y repetidas; si son nuevas, se les llama tonterías.
5
El edificio avanzó a buen ritmo. Las vacas se replegaron a sus posiciones de retaguardia y al viento se le multiplicó el trabajo entre vigas, forjados y columnas. Los tabiques, poco a poco, fueron completando el laberinto.
No había puertas ni ventanas y el viento se divertía por los huecos de los ascensores, las escaleras interiores y los pasillos de las futuras viviendas. A veces yo lo seguía en busca de su cabecilla y a veces creí entrever en un patio o un salón la conocida bandera verde.
A fuerza de no encontrarla, me olvidé poco a poco de su presencia hasta que un día nos encontramos de frente y no pude seguir ignorándola. Era una mujer, o lo parecía, y casi me tendió la mano.
Quise hablarle y tuve la impresión de que ella lo intentó por su parte. Ninguno de los dos lo conseguimos y allí, entre sacos de cemento, vigas, viguetas y azulejos de segunda me convencí para siempre de que el silencio es una entidad real y palpable. Como una pedrada. Como aquel vestido verde con cinturón blanco venido de no sé dónde para decir no sé qué.
Luego se desvaneció.
Y yo, casi, también.
6
Se puede creer en lo imposible pero no en lo improbable. Es más fácil creen en fantasmas que en la lotería primitiva.
El encuentro de aquel día tuvo para mí el efecto de la espada de Alejandro cortando el nudo Gordiano: por fin podía tomar en serio el asunto sin burlarme de mí mismo. Y cuando algo se convierte en real es como si debutase en el teatro del mundo, cobrando de repente músculos, huesos y tendones. Los nervios ya los ponía yo.
A partir de aquella tarde la mujer de verde fue real. Pregunté a los obreros, a los vigilantes y a los capataces, y como yo era el dueño de la empresa y el primero en preguntar, salieron a relucir las cosas que nunca hubiesen dicho por propia iniciativa.
Muchos otros la habían visto. Muchos otros se la habían encontrado en diferentes lugares y habían tratado de hablar con ella, o de preguntarle si deseaba algo.
El fantasma de la obra se mencionaba sólo en privado, pero al fin era un tema del que se podía hablar abiertamente.
Aquello tampoco era cabal y un día los reuní a todos antes de la hora de salir y dejé claro que habría que negarlo si alguien de fuera preguntaba porque, en caso contrario, el rumor podría perjudicar la venta de los pisos.
Todos acataron mis instrucciones menos el arquitecto, que opinó que cualquier publicidad era un ayuda.
Tuvo razón: cuando vinieron a preguntar los periodistas y respondí con una sonrisa burlona que sólo eran rumores sin fundamento, la noticia corrió con más fuerza y agilidad que todas las páginas contratadas en la prensa y todas las cuñas pagadas en las emisoras locales de radio. Por pudor o por miedo al ridículo no se dieron datos concretos: algo extraño se movía algunas veces por el edificio Sarmentosa. Una luz. Un vapor. Algo.
Supongo que a algunos los echó atrás. Pero otros que nunca se hubieran acercado a nuestra promoción nos conocieron por ese rumor y fueron a ver nuestras viviendas.
Y los pisos se empezaron a vender.
7
El comisario Martínez no es un tipo al que se le pueda ir con tonterías. Ni siquiera siendo amigo. Cuando fui a verlo para pedirle que me ayudase con este tema casi me da con la puerta en las narices.
Sólo la vieja amistad consiguió que me escuchara los dos minutos que tardé en explicarle que necesitaba su ayuda para la parte estrictamente material y verificable del asunto: quería saber si en los últimos años había desaparecido alguna mujer vestida de verde. Seguramente no era imposible conocer la descripción del atuendo de las mujeres desaparecidas en los últimos años en la ciudad, o la provincia, o la región entera.
No podía ser muy complicado.
Mi expresión, más que mis palabras, debió de parecerle convincente. En la ciudad no había desaparecido nadie que coincidiese con mi descripción en los últimos veinte años. Veinte años me parecieron poco y conseguí hacerle mirar en los archivos de los cincuenta anteriores: tampoco.
En cuanto conseguí picar su curiosidad, el resto vino rodado: no había ninguna descripción parecida a la mía en cien, ni en doscientos kilómetros a la redonda. Ni en veinte, ni en cincuenta, ni en sesenta años.
No había desaparecido ninguna mujer vestida de verde. No estaba enterrada en mi solar. Ni siquiera una víctima de muerte violenta se aproximaba a mi modelo.
No había caso para la policía ni caso para los ocultistas.
No había caso.
8
Supongo que el fin último de una investigación es despejar el misterio. Y así fue, porque en cuanto investigamos, el misterio se despejó. O teníamos un fantasma en el solar equivocado, porque también los fantasmas pueden extraviarse, o el simple hecho de considerarlo real y tomarnos la molestia de averiguar su pasado había sido suficiente para calmar sus demandas.
En los meses que transcurrieron hasta que se terminó completamente el edificio nadie volvió a ver el vestido verde. Se organizó el laberinto. Se cerró el paso al viento y la luz eléctrica inundó los futuros baños, las futuras cocinas y los futuros dormitorios.
La mujer desapareció al mismo tiempo que apareció la luz y eso fue bastante para que muchos se rieran de los que habían afirmado ver algo. Incluso los propios interesado se rieron de sí mismos.
Muerta la penumbra, muerto el misterio. Una aurora boreal puede tomarse por una lucha de dioses en el Walhalla. La canícula de agosto en Túnez, ya es más difícil de convertir en procesión de difuntos que un bosque gallego en medio de la niebla.
Sólo yo la vi una vez más, en un piso concreto, el cuarto derecha, cuando fui a comprobar si había alguna ventana rota porque unos posibles compradores se habían quejado de que había demasiado frío en aquella vivienda.
No había ninguna ventana mal instalada: el frío era ella.
9
Por prudencia dejé aquel piso para el final. No quería que alguien lo comprase y hubiese verdaderos problemas antes de que se hubiera vendido el resto.
Quedaban sólo cinco viviendas cuando un día se presento en la oficina una pareja con un niño. Ella iba vestida de verde pistacho y llevaba un cinturón blanco. Les enseñé todos los pisos y todos les parecieron demasiado bajos. Les dije entonces que me quedaba un cuarto y les gustó.
Firmaremos las escrituras en quince días, si el banco les concede la hipoteca.
No puedo culparme de nada, pero no me siento tranquilo.
Es una tontería. No va a pasar nada. Los fantasmas sólo vienen del pasado, ¿verdad?
Sólo del pasado.
La Relatividad sólo se cumple a la velocidad de la luz.
Nadie viaja a la velocidad de la luz vestido de verde pistacho.
----------
Un cuento de fantasmas con pretexto científico.
No se diga
;-)
Como experimento filosófico: ¿Qué opináis de ofrecer una renta básica a cambio de pedalear en una bicicleta estática, como en aquel capítulo de Black Mirror?
La pregunta no es sólo retórica, pues lo que pretendo es tratar de llegar al equilibrio de incentivos entre la gente que estaría a favor y en contra de esta idea.
Supongamos que se paga 50 céntimos por cada Km pedaleado en la bici estática. 2 Km, 1 €. Para ganar 900€ al mes, hay que pedalear una media de 60 Km diarios.
-Esto permitiría disponer de una renta a todo el que la necesita.
-Alejaría el famoso riesgo moral, ese odio que mucha gente tiene a dar algo a cambio de nada.
-Aceptaría esta ayuda quien realmente la necesita. penalizando a los que quieren simplemente vivir del sistema.
-Paliaría (un poco) el efecto llamada, ese problema de que cualquier lugar con una renta básica se llene de inmediato de inmigrantes procedentes de lugares con menor renta.
-Esta ayuda presiona al alza los salarios, pues por debajo de un sueldo determinado es mejor pedalear que acudir cada mañana a tu empleo.
-Esta ayuda frena y entorpece el trabajo en la economía sumergida, pues nos e trata de poner la mano y tener todo el tiempo libre, sino que te consume el tiempo disponible, impidiendo dedicarlo a actividades no declaradas.
Hay muchas, muchas más opciones, pero yo me voy a centrar en las preguntas:
-¿Quién creéis que estaría favor de una medida así? ¿Y quién creéis que estaría en contra?
Sobre qué milongas nos contarían para justificar su postura (evitando la verdad en todo momento) podemos hablar otro día. Sería muy divertido.
En lugar de meterla en el artículo, doy mi opinión en un comentario
( www.meneame.net/m/Artículos/c/23487100).
Gracias a los que hagáis otro tanto.
-------
Aquí una encuesta aproximada sobre el asunto...
Una de los factores decisivos para comprender por qué los Estados Unidos lanzaron dos bombas atómicas en Japón ya prácticamente derrotado en los estertores de la II Guerra Mundial es el llamado "determinismo tecnológico". El "Proyecto Manhattan" (nombre que recibió el programa ultrasecreto para desarrollar el arma atómica) fue la empresa más cara de toda la guerra y el avión que la lanzó mientras que el desarrollo del bombardero B-29 fue el segundo programa más costoso del conflicto. Así las cosas, el hecho de que bomba y aeronave existiesen determinó en gran parte que se usaran ("ya que lo tenemos, la tiramos") y fue uno de los factores principales para que Hiroshima y Nagasaki terminasen arrasadas.
Hoy la Guardia Civil, a instancias de la Audiencia Nacional, ha detenido a, al menos, dos personas consideradas como líderes de los llamados CDR ("Comités de Defensa de la República"). Han sido acusadas de dos delitos gravísimos: terrorismo y rebelión. Por lo que han publicado los medios sabemos que la primera de ellas había grabado y enviado un audio en las redes sociales y el segundo habría -acompañado de otros individuos- desmontado las barreras de peaje de una autopista, ocasionando que varios vehículos pasasen sin pagar.
La decisión ha despertado el estupor de una gran cantidad de juristas, la indignación en un sector del público más o menos afín a la causa indepe y una cierta y perceptible incomodidad incluso entre aquellas personas partidarias de la mano dura en Cataluña. La acusación de "terrorismo" en un país que tiene muy presente el dolor causado por ETA durante décadas -todos recordamos imágenes de atentados brutales- no es baladí. Resulta también extraño recordar que, durante cinco décadas de actividad, nunca se le imputó a un miembro de ETA (o de los GRAPO, o del GAL, o del FRAP) el delito de rebelión que ahora vemos en el auto de la Audiencia Nacional.
La pregunta entonces es simple: ¿por qué ahora?. Y la respuesta, volviendo al principio, se explica en gran parte por un factor que podríamos llamar el determinismo punitivo del sistema legal español.
El 3 de febrero del año 2015 Mariano Rajoy y Pedro Sánchez firmaron el conocido como "Pacto contra el terrorismo yihadista". Dicho pacto incluía una de las definiciones más amplias del delito de terrorismo que se pueda concebir, recogida en un modificado artículo 573 del Código Penal, incluyendo desórdenes públicos o delitos informáticos. Es más: ya no hacía falta, para ser considerado terrorista, estar integrado en una organización terrorista: con que los delitos cometidos tengan una finalidad similar a la contemplada en el artículo bastaba.
A esto podríamos considerarlo el "software" de la legislación antiterrorista española. Para que se aplique, hace falta también un "hardware", encarnado en la Audiencia Nacional y acompañado por la inercia de cuarenta años de lucha antiterrorista que impulsa a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. La Audiencia Nacional, si no fuese por su competencia para juzgar delitos de terrorismo sería un mero tribunal central contra el crimen organizado, similar al que existe en otros países. La diferencia está en, digámoslo así, la sensibilidad ante las presiones políticas del tribunal español. En la Audiencia, destino goloso por sus jugosos complementos (amén de ser el trampolín para terminar integrando el Tribunal Supremo) terminan los jueces más cercanos a determinados partidos, en particular el Partido Popular, dando lugar a interpretaciones de la ley acompasadas con la sensibilidad (y las necesidades) del gobierno imperante.
Mientras, Guardia Civil y Policía Nacional se han encontrado, tras la derrota de ETA, con un afinadísimo instrumento de investigación y represión diseñado durante décadas de lucha antiterrorista en el que se han invertido muchos recursos y formado por una cantidad de gente nada despreciable. Dicho "complejo antiterrorista", de difícil reorientación a otros fines -como la prevención del terrorismo yihadista- ha estado buscando su lugar en el nuevo ecosistema que le ha tocado vivir. No ha sido disuelto ni reorganizado y su mera existencia ha determinado su uso en situaciones como las que nos ocupa.
Termino anticipando cual será el siguiente paso de este cóctel de voluntad política por escarmentar y determinismo punitivo: la criminalización de todo aquel partido o asociación que no condene la violencia terrorista, aunque por esta se entienda el levantar la barra de un peaje o mandar un wassap. En los próximos meses veremos la ilegalización de organizaciones importantes y con ella un ulterior deterioro (otro más) de la escasa calidad democrática que sufrimos en España.
Las clásicas preguntas suelen ser las más difíciles de responder o que mayor variedad de respuestas ofrecen. Quiero aportar mi experiencia en tres puntos para comodidad y estructura del artículo. El objetivo es exponer para que surja una reciprocidad de conocimientos, nada de asentar supuestos y bases. Qué mundo más rígido nos supondría de tomarlo siempre de ese modo.
—Primer punto: Conocer personas.
Lo que más hace al conocimiento y a la creatividad es empatizar y socializar con el mayor número posible de personas. La clave está en la variedad, ya que pierde efectividad a la larga el sumergirse a menudo en los de una misma zona o de ideología/gustos similares. Me vienen dos frases a la mente que resumen bien este hecho: “Las personas son más interesantes que los libros” y “El racismo se cura viajando”. El mundo humano va aparte del más real o natural posible, pero es donde vivimos y toda realidad que podamos concebir se asienta en bases de seres pensantes. Para vivir ajenos a la sociedad sería necesario no tener contacto humano alguno, apartados en plena nada de conceptos. Se puede vivir aislado en mitad del campo o similar, pero no deja de haber una conexión o antecedente que permite definirte como persona. Esto además provoca un desgaste de soledad, pues somos animales sociales, lo que delata y apoya que este punto sea el primero y más importante.
A base de conocer gente uno va aprendiendo de sí mismo. Amplia perspectivas y renueva energías al redescubrir el mundo desde otros ojos, por nuevos detalles añadidos que la evolución de nuestra vida no se ha permitido debido a las circunstancias distintas de las de otras personas. Para que esto sea posible se necesita de cierta empatía, la cual va mejorando si no nos acomodamos en los mismos rostros. Ponerse en la piel del otro no es ponerse en su situación tan literalmente, en plan nosotros mismos en las circunstancias de la otra persona, sino mas bien en comprender la forma de ser de esa persona, lo que le ha llevado hasta ahí y el porqué le motiva ser así, hechos ajenos a nuestra experiencia. Eso activa la creatividad, nos hace barajar la infinidad casi literal de posibilidades que terminan creando a una persona adulta. Sólo cuando dejamos de ser nosotros mismos y comprendemos todo lo que supone ser otro, ampliamos la mente a otros horizontes de experiencia.
Hablando de experiencia, conocer a personas a menudo nos hace percatarnos de ciertos patrones comunes del ser humano, sobre todo aquellos condicionados en la primera impresión o máscara. Se terminan definiendo X tipos de personas, pero no hay que asumir nunca conocerlos todos, pues cada persona se luce de variables que modifican incluso a los de un mismo tipo de personalidad. Una vez se traspasa esa superficie o barrera es cuando encontramos la esencia real y única que permite que cada persona sea un mundo. Ahí está la mina para nuestras historias y para la mejoría con nosotros mismos. La victoria, gesta o logro es profundizar en otra persona hasta el punto de recibir una relación recíproca. Tanto en amistad como en amor se obtienen beneficios distintos, y en ocasiones con según quién es más interesante no intentar llevar la relación hacia el amor. En ocasiones he recibido más conocimientos/secretos por parte de una persona que las que ha sido capaz de entregar a su pareja. Diferentes tratos, diferente aprendizaje, aunque igual de valiosos.
—Segundo punto: Leer
Casi el 100% de la gente que ha conseguido sus objetivos ha leído. Todos esos altos dirigentes, artistas reconocidos, gente de renombre… leen. Es así, es vital para facilitar el camino. Los hay que con leer o saber lo justo se pueden permitir avanzar, mientras que otros necesitan leer la estantería. Leer el libro adecuado abre perspectivas, pues no deja de ser un diálogo con una persona. Diría lo típico que es una conversación de una dirección, pero no es del todo así, porque un buen lector suele parar a reflexionar la frase o párrafo que acaba de leer para “responder” a su abstracto interlocutor. Lo que hace en parte es responderse a sí mismo, y con ello aprende y mejora.
Sitúo este punto por encima del siguiente porque leer te aporta una experiencia que puede pasar por real, resultando igual de efectiva. Hay casos de escritores como H.P. Lovecraft y Edgar Allan Poe que apenas salieron de sus casas (o del club/bar en caso del segundo), y sin embargo podían hablar del mundo y los países como si realmente hubieran estado allí. Lovecraft leyó una cantidad de lo que podría llegar a considerarse una biblioteca, y eso le permitió escribir sin problema en sus relatos sobre lugares lejanos, describiendo y analizando conceptos a pesar de no dedicarse a ello. Poe por su parte engañó a gran parte de los tertulianos con historias de la guerra y de Francia, cuando apenas salió de su tierra natal en Nueva Inglaterra. De hecho ambos autores fueron del tipo de escritor “monotemático”, pues recurrían a mismos recursos, temas y estilo una y otra vez, lo que demuestra que un único tema es inagotable, que cada artista pues exponer de mil formas un mismo concepto si no deja de analizarlo, pensarlo, leerlo y vivirlo a lo largo de la madurez de su vida.
Leer bien te puede hacer pasar por quien no eres con una efectividad que no resulta dañina ni ilegítima. Grandes escritores parecen grandes científicos, y en verdad nunca han estudiado esas materias para llegar al grado de ser considerados como tal.
Cuanto más leas, mejor serás. Al igual que hay que conocer todo tipo de personas, hay que leer todo tipo de libros. Los típicos prejuicios de género sólo condicionan. Ir sin etiquetas ayuda a que cueste menos dar el siguiente paso, conectando unos autores con otros, derivando en la marea de temáticas universales a partir de una única como inicio: desde un único punto se puede llegar a cualquier conocimiento, derivando de una parte a otra, tan conectado que está todo como el pequeño punto que explosionó en un Universo.
—Tercer punto: Vivir experiencias/Viajar
Después de nombrar el caso de Lovecraft, considero este punto como “el menos importante”, aunque vital para mejorar como escritor/artista. No hay que cerrarse a probar nuevas experiencias por el hecho de asumir lo que vamos a sentir o pensar tras ello. Solemos equivocarnos al respecto. Al igual que no es preciso el recuerdo cuando rememoramos una experiencia anterior, la nueva experiencia permanece igual de turbia por culpa de ese auto-condicionante del pensamiento. Una vez hecho, se analiza, lo demás son conjeturas que no pueden acertar. Esto se aplica a todos los sentidos del cuerpo, ya sea por ver nuevos lugares, probar nuevos sabores, escuchar nueva música… no hay límite, tan vasto que es el mundo se puede considerar infinito, pues no viviremos lo suficiente para conocerlo todo. Parece que no, pero un hecho tan sencillo como aficionarse a un nuevo estilo de música o cocina amplia ciertas partes del conocimiento que permiten ir conectando a nuevos puntos, por lo tanto a ampliar la mente/perspectiva.
Cuando se viaja en la mayoría de casos se hace por desconectar de la rutina. Esto tiene cierto pequeño grado de error, porque parece que lo hagamos entre por obligación y costumbre. Viajar debería ser una oportunidad para con nosotros, un salir de la oscuridad diaria para regresar a ella con mejores métodos para combatirla. En la primera y segunda no volvemos con la antorcha de la iluminación, pero es la acumulación de pequeñas experiencias lo que permite ser nosotros los que brillemos.
Otro punto común a la hora de viajar es la costumbre de visitar lugares de interés según donde nos encontremos. Es lo típico de ir a museos, zonas históricas… pero pienso que para conocer realmente una localidad es tratando con sus gentes. Visitar los lugares sociales, sus celebraciones, los locales… muestra cómo es realmente el sitio. Una ciudad es una entidad conformada por miles y miles de organismos que la mantienen viva. Saber el común de todos ellos nos puede enseñar una lección interesante.
Aquí concluye mi aporte. Este es mi punto sobre lo que he aprendido por el momento en mi trayecto como escritor aficionado. Mis conclusiones también sirven a otra clase de artistas, pues cada arte se asienta en las mismas bases. Espero que resulte recíproco y salgamos de esta página un tanto más sabios, tanto yo por escribir como tú por leerme, ambos recapacitando.
He insistido en la amplitud de conocimientos y perspectivas, pero porque eso permite aumentar los recursos y herramientas de la imaginación. Saber más hace pensar con más soltura y lógica, lo que permite dominar la imaginación de un modo más acertado y creíble, y por lo tanto satisfactorio para uno mismo y disfrutable para los demás.
Los tres partidos con mejores expectativas en las encuestas tienen un denominador común: sus cabezas visibles son caras bonitas con nula (o prácticamente nula) experiencia laboral fuera de la política, y un currículum escaso (incluso posiblemente falso en algunos casos).
Es una nueva manifestación de la escasa confianza en la inteligencia de los españoles que tienen los políticos en general. Su filosofía es clara: démosles mensajes e imágenes simples y atractivos visualmente. Como están hartos de la corrupción, la endogamia y el oscurantismo, pongámosles caras jóvenes y bonitas, porque la juventud se asocia a la renovación.
Ha ganado Casado, un nini que nunca ha trabajado, se sacó la carrera de Derecho en unos meses bajo el manto protector de Aguirre y es más dependiente de la política que otros ministros viejos que, a diferencia de el, han tenido vida fuera del PP y poseen una carrera que les permite seguir viviendo si se dejan el escaño.
Casado es la antítesis de la renovación. Le apoya la derecha más rancia, hipocrita, autoritaria y enmohecida. Le apoyan quienes, en pleno siglo XXI, creen que pueden encandilar a los ciudadanos hablando de prohibición de la eutanasia y el aborto, mientras les roban la cartera y empeoran sus condiciones de vida para enriquecer a quienes ya están forrados.
Los viejos mantras de la derecha ya no sirven. Hemos avanzado lo bastante como para saber que un defensor de la vida lucha por los seres humanos que viven en la miseria, y que quien les niega los derechos más básicos a la vez que esgrime un embrion como ser sagrado por cuyo desarrollo procede sacrificar a su madre, es un hipócrita. Igual que quien se erige en defensor de la familia hombre-mujer mientras condena a la miseria a millones de familias (un concepto mucho más amplio que el anterior para cualquiera de dos dedos de frente).
Somos lo suficientemente inteligentes como para saber que los valores relativos a la moral privada de cada uno son irrelevantes a nivel político. No nos importan la religión, orientación sexual y otros aspectos privados de cada cual. Solo queremos que se le permita vivirlos en libertad. Por el contrario, nos importa mucho el programa político de cada partido en cuanto a educación, sanidad, igualdad de oportunidades, pensiones...porque ese es el objeto de la política. Convertir el país en una casa común donde todos podamos construir, desde nuestra absoluta diversidad e individualidad, nuestra vida con dignidad, sin sufrir miseria ni explotación. Y los viejos espantajos que esgrime Casado ya no pueden hacernos apartar la vista de esos objetivos.
Casado ha nacido y prosperado (tanto a nivel académico como económico y personal) en el PP más corrupto y podrido. No conoce otra forma de vida. No puede renovar ese entramado donde se mueve como pez en el agua y que le ha dado todo. Es parte de el. Y los viejos mantras de la derecha más rancia (antítesis de la renovación) ya no engañan a casi nadie.
El PP, con Casado, es más PP que nunca. Precisamente hoy ha dicho que allí cabe todo lo que esté más a la derecha del PSOE (Falange, España2000...). Y por eso le auguro poco futuro.
Hoy, 15 de agosto, celebramos que la Virgen María, "concubina" y madre de Dios, subió a la gloria; no solo el alma, como el resto de los creyentes. Llegar al cielo sin cuerpo debe ser de pobretones, además, no tienes donde colgarte la rebequita si refresca.
Esta gran efeméride la decidió, en 1950, un señor en el Vaticano, Eugenio Maria Giuseppe (Pío XII). Los papas tienen un extraño superpoder y pueden dictar "dogmas" (doctrinas infalibles y de obligado cumplimiento para los creyentes ya que se consideran reveladas por el mismísimo Dios). Desde la dictadura franquista, todos los españoles celebramos con una festividad nacional este gran logro en el transporte corporal de la Virgen.
La mayor parte de los días festivos decretados, anualmente, por las diferentes Administraciones públicas son de exclusivo culto religioso, burlando así la supuesta aconfesionalidad del Estado. Una religión y sus símbolos, exclusivos de una parte de la sociedad, son impuestos a la totalidad.
De los nueve días que elige el Estado como festivos, cinco son claramente confesionales. Éstos, por orden cronológico, serían: 1. Epifanía del Señor (Reyes Magos), 2. Viernes Santo, 3. Asunción de la Virgen, 4. Día de Todos los Santos, 5. Inmaculada Concepción. Aunque existen otras festividades pseudoreligiosas (apropiación de fiestas de origen pagano por parte de la Iglesia católica) donde la Navidad, conmemoración de la efemérides astronómica del solsticio de invierno, es el más evidente.
Por otro lado, las festividades que eligen cada año las diferentes localidades (2) suelen ser también de culto religioso. Citando exclusivamente a las dos ciudades más pobladas de España encontramos 1. San Isidro, 2. Virgen de la Almudena, en Madrid, y 1. Pentecostés, 2. Virgen de la Merced, en Barcelona. Como no podría ser de otra manera, dichas festividades contienen actividades de culto, claramente segregadoras en lo que debieran ser días de convivencia e integración.
Resumiendo, observamos que las festividades en España tienen un claro sesgo religioso, por tanto discriminatorio, herencia de nuestro pasado teocrático alentado en gran medida por el nacionalcatolicismo de la dictadura franquista y que ningún partido gobernante en democracia ha querido modificar.
Seguimos a vueltas con masters, tesis doctorales y otros laureles académicos de difícil justificación. El problema, para mí, no son los títulos en sí, sino lo que denotan: necesidad compulsiva de una acreditación y vagancia, aún más compulsiva, para realizar el esfuerzo que tales titulaciones requieren.
De ese modo, y como la ley de la oferta y la demanda opera universalmente, queda un hueco en el mercado que enseguida se apresuran a cubrir los desaprensivos: ofrecer títulos sin esfuerzo.
A ese negocio se han apuntado desde hace años colegios, institutos y universidades, tanto públicas como privadas. Cuando los alumnos escasean, nadie quiere correr el riesgo de que sea su centro o su plaza quien pague el pato: se baja el nivel de exigencia, se corre la voz, y enseguida florecen las matrículas. Sin distinción: en la pública y en la privada. ¿Para qué vamos a competir por la excelencia si podemos competir por la continuidad?
No hay, en realidad, incentivos para competir por la excelencia: no ganan más los profesores cuyos alumnos obtienen mejores empleos. No obtienen más recursos los institutos cuyos alumnos sacan mejores notas en selectividad. Pero el que se queda sin alumnos, puede cerrar, con lo que eso conlleva de traslados y otros traumas. ¿Quién va a apostar así por la excelencia?
La solución, porque no hay protesta sin propuesta, quizás pase porque cada título tenga sólo la validez y el alcance del centro que lo concede.
¿Te dieron un título de bachillerato los franciscanos? Es válido para tu ciudad, o para una Universidad franciscana. Si vas fuera de esa ciudad, o de la órbita franciscana, te tienes que examina de nuevo. ¿Quieres ir a otra ciudad? Preséntate al examen de título autonómico. ¿Quieres ir a otra autonomía? Preséntate al examen nacional, para que tu título tenga validez nacional.
Y lo mismo para las universidades. ¿Eres ingeniero por la Universidad Rey Witiza? Cojonudo. Pero si quieres opositar, o trabajas fuera de Toledo (por seguir la chorrada), preséntate al examen nacional de convalidación.
A lo mejor de ese modo, los títulos y las capacidades son realmente equiparables. A lo mejor de ese modo no es tan útil sacarse un título de ganga, que después te enchiquere en tu pueblo.A lo mejor de ese modo, papá no tiene una mano tan larga, ni tu amigo de la diputación, ni tu amigo el rector pueden llegar tan lejos. Estudia donde quieras, pero el título nacional, te lo da la administración central. El tuyo, el de tu autonomía, sólo es válido en su territorio.
Pero seguro que esto no gusta. Hay demasiada gente empeñada en imprimir papel falso para ampararlo ern el poco auténtico que queda. Con los falsificadores siempre pasó lo mismo.
La cosa está fastidiada, ¿quién lo duda? Y peor aún... ¿A quién le importa?
Después de ver cómo este artículo ha llegado a ser uno de los más leídos de los últimos días, me pregunto si tenemos verdadera conciencia de los tiempos en que vivimos y de las cosas de las que nos quejamos.
A mí me joroba más que a nadie ver cómo mi entorno se desintegra, cómo la emigración se ha ido llevando a mis amigos y cómo la edad ha ido abriendo claros en mi red social básica. Pero la estabilidad a la que aspiramos tampoco puede ser sana, y las fuerzas ociosas se nos acumulan en el interior hasta salir por algún lado, muchas veces en forma de ansiedad o depresiones. Eso hay que combatirlo, coño.
Está claro que somos un animal diseñado para comer lo que pilla y cuando lo haya, y comemos tres veces al día. Estamos diseñados para buscar nuestra comida en la naturaleza, y la encontramos en el supermercado, en cómodos paquetes ultra congelados. Estamos diseñados para vivir cuarenta años y vivimos de media casi ochenta. Hay demasiadas fuerzas ociosas en nosotros, y más que se acumularán a medida que la robotización vaya ocupando tareas para hacernos, en teoría, más liviana la existencia. ¿De verdad es una ventaja ver cómo se marchitan nuestras fuerzas son convertirse en obras? ¿De verdad estamos satisfechos de no hacer otra cosa que escuchar cómo suena a hueco cada parte de nosotros que golpeamos?
Y aquí, en la liviandad, es donde hay que volver a Kundera y su insoportable levedad del ser: ¿Qué es mejor, una vida ligera en la que el tiempo pase sin llegar a tener consciencia de ti mismo ni de tu tiempo, o una vida que pese sobre tus hombros, haciéndote consciente cada momento del esfuerzo que te cuesta avanzar? La liviandad o el peso. Sentir que el tiempo te aplasta o sentir que cada hora que pasa te alejas de lo que querías ser. Kundera, Meyrink, Seifert, Capek, Vieweg, Kafka... ¡Putos checos!
En lo sencillo, en lo fácil, en la vaca que pasta y mira al frente está la tentación de una vida cómoda, que sin duda será ideal para quien no haya tenido aspiraciones o haya sabido asesinarlas en alguna esquina oscura. En esa misma esquina donde nos la cascamos o guardamos la contraseña de Steam. En esa. Lo otro es fatigarse, pensar más de la cuenta, saber que todos los ríos van al mar, pero el mar nunca se llena. ¿Qué ganan los ríos con tanto afán? Habrá un término medio, sin duda, y un carácter intermedio capaz de disfrutar de ambas facetas, pero semejante equilibrio lo considero cosa de semidioses y no llega mi fe a tanto. No hay nada más jodido que ser sólo medio ateo.
¿Qué más queda? Pensar a lo grande y actuar sobre lo pequeño. Dirigir las propias energías a los propios fines. Y que haya suerte, supongo. O caos, que es lo mismo, pero en versión científica.
Cada cual tendrá su opción, pero yo temo ante todo a los días que se parecen, a las semanas que se parecen, a los años imposibles de distinguir unos de otros, esos años que avanzan una cifra en el calendario haciéndote temer si ese mismo calendario no será en realidad un taxímetro que indica lo que tendrás que pagar para bajarte.
¡Y 2018 empieza a ser mucho para mí, carajo!
En recuerdos, litros de sangre, o monedas de plata. ¡Demasiado!
Es gracioso lo paradójico que es creer "en el cielo" y luego llorar la muerte de tus seres queridos o tenerle miedo a la muerte.
Probablemente lo temible sea el proceso de morir, pero una vez muerto ¿por qué lloras?
Del mismo modo, huelga decir lo antropocéntrica que es la religión cristiana, ya no sólo porque ignore el buen cacho de universo que existe más allá de nosotros sino porque nadie en el cristianismo contempla con seriedad un cielo para otros seres vivos.
Ah sí, "el cielo para los perritos" dicen algunos ¿y el cielo para las cucarachas? ¿el cielo para las arañas? ¿y para las encinas? ¿para los bacilos gramnegativos? ¿para el Staphylococcus Aureus?
Creo que debería hablarse más de la muerte, nos ayudaría a dejarnos de tomar la vida tan en serio y a, algunos, muchos, abandonar esta paranoia colectiva religiosa que a algunos nos acompañó en el seno familiar y del que otros no se recuperan en toda su vida.
La muerte como el paso a la Nada, a la no existencia. Al "mira, lo que hagas en la vida al fin y al cabo no es tan importante". Saber que después de todo dejas de existir da paz. Sólo procura no genocidar, simplemente vive y disfruta.
Toda mi vida he escuchado canciones que hacen apología de las drogas, del alcohol, del tabaco, de la violencia, las palabrotas... pero por alguna razón hay gente que cree que hay que censurar las letras que consideran machistas.
A pesar de todo apenas bebo alcohol, no tomo ninguna droga y nunca he pegado a nadie (desde que no soy un crio) y aunque haya escuchado letras de esas que catalogan como machistas, me considero feminista.
Escucho a gente con ideas del mundo muy diferentes a la mía, incluso de gente que si conociera en persona despreciaría, y como yo todos. Pero por alguna razón hay gente que cree que no hay que escuchar música de gente que consideran machista.
Dos veces he dicho "consideran machista" porque además tanto música como el cine usa la ficción para describir situaciones por lo que el autor ni siquiera tiene porque estar de acuerdo con lo que dice. Además, la música utiliza metáforas, por lo que el autor no tiene por qué pensar literalmente lo que dice. Y es lógico que en la música como en la poesía se utilice para inspirarse el amor romántico, por lo que unas palabras mega endulzadas y dependientes del amor en un momento de inspiración no significan que esa persona piense siempre así.
A veces la música también se usa para exagerar, presumir, vacilar, llamar la atención... Y la música utiliza jerga, expresiones que si no estás en el ambiente probablemente no comprendes, por lo tanto, no puedes catalogar de machistas.
Como muestra un ejemplo de canción que la mayoría de la gente podría catalogar de machista o incluso de hembrista, cuando la mayor parte de la gente ni entenderá lo que pretende transmitir por ejemplo cuando dice "puta".
Por lo tanto, una canción o un artista puede gustarte o no gustarte, puede que entiendas lo que quiere transmitir o puede que no, puede que transmita un mensaje positivo y puede que no. Pero la música es arte, y como tal no debemos confundirlo con una clase de ética, ni a su autor con un modelo a seguir, así que no censures el arte bajo la excusa del feminismo.
En la época de Stalin, vivía en Moscú un insigne matemático. Se llamaba Fiódor Alexéievich Razín; había sido, en sus tiempos, un hombre guapo y buen cantante, aunque ahora ya no servía para el canto, tenía la boca repleta de muelas secas y sostenía la sonrisa como un bocado en la mitad izquierda de la mandíbula.
Como suele suceder a veces, otros aprovecharon las derrotas de sus enemigos dentro de la profesión, mientras que sus propias derrotas beneficiaron a sus amigos. Llevaba mucho tiempo en la universidad, era robusto, aunque en el umbral de la vejez, y le gustaba decir: ¡Ahora cualquier niñato tiene cincuenta años! Torpe a más no poder en los quehaceres cotidianos, el padre de nuestro Atanás Svilar vivía aislado y tan absorto en sus tareas matemáticas que en Moscú se repetían sus ocurrencias, como ésta por ejemplo: «El buen vino debe dejar en la boca el sabor áspero de un error matemático.»
Pues bien, una mañana ese Fiódor Alexéievich Razín fue visitado en su gabinete por un desconocido. Llevaba en sus manos unas cartas hechas según el modelo de los iconos. Inmediatamente dispuso las cartas sobre la mesa de Razín, y el primero en salir fue san Nicolás; luego echó a santa Parasqueva (Petka), san Elias, patrón del trueno, y se paró cuando salió la Paloma. El visitante, un hombre muy joven, dijo como quien no quiere la cosa, mirando en las cartas, que el gran renombre internacional del profesor los obligaba a todos, incluso al mismo Fiódor Alexéievich. Le propuso sin rodeos afiliarse al Partido Comunista. Recogió con la mano todas las cartas de la mesa, excepto la de san Nicolás, y, acercándose a Fiódor Alexéievich, concluyó:
—Toda historia se debería dejar reposar un poco. Si al cabo de una noche ha crecido como la masa del pan, quiere decir que es buena. La tuya ya ha reposado y ahora hay que cocerla. Esto tendría también un eco internacional...
El profesor se defendía esgrimiendo que no entendía mucho de esas cosas, que estaba entrado en años, que su tiempo estaba ocupado por los proyectos del instituto, pero todo fue en vano. El visitante carraspeó con mucha vehemencia, quiso escupir en medio de la habitación, cambió de opinión, tragó, pero no se pudo contener y pisó, arrastrando por el suelo, aquel escupitajo frustrado.
—Te lo tendremos en cuenta —añadió—. Nosotros no matamos el tiempo de nadie. Tenemos de sobra qué matar.
Cogió a san Nicolás y se marchó.
Afiliaron a Fiódor Alexéievich y al poco tiempo le citaron para la primera reunión. Acudió a buscarle un bedel de la facultad, un hombrecillo al que siempre le lloraba el ojo izquierdo. Tenía la misma edad que el profesor y podría decirse que era casi su amigo. Entraron en un largo pasillo, lleno de sillas y de un humo tan denso que se podía peinar. Se sentaron y empezó la reunión. El profesor, de sobra conocido como rápido y metódico, inmediatamente se puso a apuntar cada palabra. Acomodaba el pie en el zapato girando la punta y anotaba. Hizo lo mismo en dos reuniones posteriores, y en la siguiente pidió la palabra. Entretanto, al comprender qué era lo que se esperaba en aquel momento de la organización a la que pertenecía desde hacía poco, elaboró en casa un sistema de medidas que había que tomar, imprescindibles si se quería alcanzar el objetivo propuesto. El sabía, como matemático, que cada día hermoso en la vida se paga con uno malo, y trasladaba todas las conclusiones a fórmulas matemáticas que, con su implacable lógica de números, imponían una solución.
Antes de llegar, compró un pirog ya que en el trabajo le había entrado hambre, lo guardó en el bolsillo y entró en el conocido pasillo. Naturalmente adivinaba que el inventario del futuro había sido sacado en realidad del sótano del pasado: los pesados baúles de trastos gastados y carcomidos, olvidados hacía ya mucho, habían sido trasladados a un nuevo paradero, aún deshabitado. Así lo expuso en la reunión con su pulido idioma de números, subrayando que lo que buscaba el camarada A del comité y la camarada B de los servicios adjuntos no podía dar el resultado C (como ellos esperaban), sino Y, de modo que para obtener la deseada C era necesario y lógico cambiar justamente lo que ellos... A saber, quien quiere cambiar el mundo, debe ser peor que dicho mundo, en el caso contrario todo el proyecto se vendría abajo.
En ese momento, sin dejarle terminar la frase, lo interrumpió una asustada voz:
—Perdone, camarada profesor, ¿le importaría darme un trocito de pirog? —Del bolsillo del profesor se extendía un olor irresistible a pirog con cebolla, y alguien se lo pedía.
Razín se turbó un poco, sacó el pirog, se lo alcanzó al bedel (puesto que era él quien se lo pedía), pero eso arruinó la impresión de su discurso. Mientras que el profesor zurcía, confundido, el final de su ponencia, una mano le tiró del faldón del abrigo y le obligó a sentarse. Otra vez era el bedel.
—¿Tiene dinero? —susurró tan pronto como el profesor se encontró en el asiento de al lado.
—¿Cómo ha dicho?
—Si lleva dinero consigo, Fiódor Alexéievich.
—Sí, algo, pero... ¿por qué?
—No pregunte nada. Tome esto, sin que nadie lo vea... Aquí tiene treinta rublos. Y escúcheme atentamente. Se lo digo por su bien. No se vaya a casa. En modo alguno a casa. Nunca jamás. Ni por lo que más quiera. Váyase a la estación de ferrocarriles, a la de Riga, o a cualquier otra, coja el primer tren que pase, no importa cuál. Y no salga del tren hasta que pare en la última estación. Cuanto más lejos, mejor. Entonces baje. Y no le diga a nadie quién es. Luego ya se las arreglará... La oscuridad será su techo, y el viento la mañana. Ahora váyase...
Y Fiódor Alexéievich,. que no sabía mucho de las cosas de este mundo, se echó sobre los hombros su capote forrado de algodón y siguió el consejo de su amigo.
AI tercer día de viaje, ya muerto de hambre, inmerso en un paisaje matinal como pintado con vino sobre la ventanilla del tren, introdujo la mano en el bolsillo y palpó el pirog. Aquel mismo que el bedel le había pedido y metido de nuevo a hurtadillas en su bolsillo. Ahora le vino de perillas, pero cuando lo mordió el tren dio un silbido que le cortó el bocado en la boca y toda la gente bajó. Estaban en la última estación. Fiódor Alexéievich pensó con zozobra: El ruso se lo pasa bien sólo cuando está de viaje; salió, y se hundió en el infinito silencio que había ido creciendo desde Moscú hasta allí, con cada versta recorrida. Caminaba por la nieve profunda como el silencio, mirando las casas colgadas de humos inmóviles fijados al cielo invisible, como campanas al campanario. Un perro atado en la helada gemía ronco. Estaba sobre la rama de un árbol como un pájaro, porque su cadena era demasiado corta para poder hacerse una guarida en la nieve.
Razín giró en torno suyo. No tenía adonde ir y no sabía qué hacer. Todo estaba cubierto de nieve, y como en aquellos tiempos en Rusia no había posadas ni siquiera en Moscú, mucho menos iba a haberlas allí, donde lo único que le quedaba al hombre eran sus doloridas y congeladas orejas. Vio una pala apoyada en la puerta de una casa, y sin pensarlo, pura y simplemente para entrar en calor, la agarró y se puso a quitar nieve.
Como por un lado hacía cada vez más frío, tanto que no se podía lamer los labios porque se quedarían pegados, y por otro Fiódor Alexéievich todavía era un hombre fuerte y sistemático como siempre, el trabajo progresaba a pedir de boca. No sólo abrió un camino entre los montones de nieve, de un metro y medio de alto, desde la casa de la que había partido, sino que se puso también a quitar nieve de la carretera principal, en ángulo recto. De paso, llegó a la conclusión de que la eternidad y lo infinito eran asimétricos y se entretenía tratando de demostrar esta proposición vía matemática. Al quitar un montón de nieve de una tienda descubrió en el escaparate un anuncio apenas legible. Derritiendo con su aliento el hielo del cristal leyó:
SE FOTOGRAFÍAN ALMAS
EN TRES DIMENSIONES
RADIOSCOPIA DE SUEÑOS
Hay que pedir hora con una semana de antelación. Se hace un ensayo general. También se buscan las fotografías más logradas de sueños en todos los formatos, en color o en blanco y negro. Se pagan honorarios especiales por las mejores grabaciones de recuerdos, aptas para ser emitidas en las cadenas de televisión. Las grabaciones de pensamientos infantiles se pagarán a buen precio y se distribuirán entre los coleccionistas y los sistemas cerrados de vídeo.
Perplejo, Razín sintió como si algo le enjuagara las cejas, el bigote y las orejas; estuvo a punto de posar la mano sobre el picaporte, pero en ese instante vio que al pie del increíble anuncio alguien había añadido con un lápiz:
La tienda, en el mejor de los casos, está cerrada.
Razín sonrió con alivio, por lo que la helada le penetró en la boca, y prosiguió deprisa su labor. Por la tarde había llegado hasta la plaza mayor, y allí le descubrieron.
Los lugareños se dieron cuenta enseguida de que el hombre que tenían ante ellos era el mejor quitanieves jamás visto en aquellos parajes y le encaminaron a la brigada local de mantenimiento de limpieza en las calles. Un hombre desconocido ha surgido del desierto —dijeron— y tiene buena maña con la pala. Le dieron té, azúcar, y una cucharilla, a decir verdad agujereada y con el mango torcido, como si alguien con muchísima fuerza hubiese querido extraer algo de aquel mango, una lágrima, un poco de té o una gota de mantequilla. Entró en calor al lado de la estufa, bebió el té y se quedó anonadado. Se trataba del famoso té blanco, que costaba diez rublos de plata la libra en la Rusia de los zares, y los perros que lo bebían se volvían tan rabiosos que despedazaban todo lo que caía en sus garras. Pero no tuvo tiempo para preguntarse cómo habían conseguido aquel té, ya que de nuevo estaba en la nieve, esta vez entre un grupo negro de barrenderos municipales. Escuchó el mensaje de silencio que justo llegaba a su fin y se lanzó a quitar la nieve con más ahínco aún, al haber comprendido que luego, como los demás, tendría dónde pernoctar.
De esta manera comenzó su nueva vida. Lavaba los calcetines con nieve, tomaba té de nieve y quitaba nieve, de tal forma que hacia finales del invierno fue proclamado el mejor de su turno. Se despertaba con las huellas de su oreja en la toalla empapada de lágrimas y babas que le servía de almohada, y se ponía a quitar nieve con frenesí. Al invierno siguiente los periódicos locales escribieron sobre él, y a los dos años en el Pravda de la capital salió una nota sobre sus éxitos. Llegó a ser el mejor quitanieves de la comarca y uno de los mejores de todo el país. A veces por la noche soñaba con doce barcos que tenían los nombres de doce apóstoles, o con trece jinetes que llevaban un crucifijo y un baldaquín, intentando llegar al galope hasta un decimocuarto jinete. Cuando le cubrieron con la sombra del baldaquín, se pararon.
—¿Quién eres? —le preguntaron los discípulos de Cristo, reunidos en torno al crucifijo, sin desmontar.
—Soy el decimocuarto discípulo —replicó el desconocido bajo el baldaquín, y Razín se despertó.
Tenía la cara llena de una suerte de arena, se la restregó y dedujo que eran lágrimas secas de los sueños. Lloraba en sueños por su hijo al que nunca había visto, y sin embargo sabía que existía. Evidentemente, los sueños y las lágrimas venían aún de su vida pasada, llegaban tarde. Entonces se levantó y quiso coger la pala.
Pero esa mañana no se la dieron. Le retuvieron en la barraca. Acudió a verle un hombre joven. Tenía las puntas de las cejas y del bigote cuidadosamente tapadas por la bufanda con que se cubría la cabeza. Su mirada cayó sobre la cara de Fiódor Alexéievich como polvo, el joven se quitó una manopla y en su mano apareció un cigarrillo encendido. Se puso el cigarrillo en la boca, sacó un afilado cuchillo para zurdos y un trozo de tocino, cortó con la mano izquierda un pedazo, se lo ofreció a Fiódor Alexéievich y a continuación fue al grano. El renombre de mejor trabajador del que gozaba Alexéi Fiódorovich (así se había presentado Razín en su nuevo lugar de residencia, y así le llamaban) obligaba a todos, incluso al mismo Alexéi Fiódorovich. Por lo tanto tendría que afiliarse al Partido Comunista. Cuanto antes mejor. Esto tendría mucha resonancia fuera del pueblo y desde una perspectiva más amplia...
Razín se quedó helado cuando oyó aquella propuesta y su cerebro empezó a trabajar deprisa, pero al oír toser al viento en la ventana renunció a seguir pensando, y dijo:
—Pero querido camarada, si yo soy analfabeto, ¿cómo voy a entrar así en el Partido?
—Eso no importa, Alexéi Fiódorovich, no importa. Tenemos muchos como tú. Natalia Filípovna Skargina les enseña las letras; dirige el curso para analfabetos, y en él te meteremos a ti con los demás ignorantes, y cuando aprendas, comenzarás a asistir a las reuniones, pero mientras tanto, durante un mes, no te molestaremos.
Así que Fiódor Alexéievich fue al curso de Natalia Filípovna. Se encontró en una bonita casa de madera, en el pasillo había un montón de palas y veinticuatro pares de botas. El también se descalzó y entró en una sala increíblemente baja llena de pupitres. En ellos estaban sentados veinticuatro asistentes al curso de Natalia Filípovna que, exhalando vapor de tan mojados como estaban, mordían las puntas de los lápices y escribían según el dictado de la propia Skargina la letra i: inclinada fina, recta gruesa... La estufa brincaba en un rincón y derramaba el agua puesta para el té. Natalia Filípovna estaba sentada tras la mesa y se volvió alegremente hacia el recién llegado que rozaba el techo con la espalda:
—Te agachas, ¿eh?, ¡agachas la cabecilla! Así se hace ante la profesora. Por eso desde que el mundo es mundo se hacen los techos bajos, cuanto más bajos mejor, para que no os pavoneéis.
Hizo sentar a Fiódor Alexéievich y le ofreció té, con lo que se vio que Natalia Filípovna Skargina en realidad estaba de pie tras su mesa y que su estatura era tal que parecía estar sentada cuando estaba de pie. Luego se volvió hacia la pizarra, sacó de la oreja un pedazo de tiza y comenzó la clase de matemáticas.
—Uno más uno —escribía y deletreaba en voz alta Natalia Filípovna—, ¡uno más uno: dos! Y esto en lunes y en martes, recordadlo. Y ayer lo fueron, y lo serán por los siglos de los siglos: dos y sólo dos.
En la habitación hacía calor, la estufa había comenzado a pasear, como desenganchada de la cadena, todos deletreaban: uno más uno son dos. Fiódor Alexéievich también tomó el lápiz para anotar lo que había en la pizarra y ya no se pudo contener. Sólo entonces comprendió que desde que había cogido la pala para quitar nieve no había vuelto a sudar, y que todo aquel sudor acumulado tenía que salir de él por alguna parte. Y por primera vez en todos aquellos años no se pudo aguantar. Se levantó decididamente, dio con la cabeza en el techo, salió a la pizarra, se dirigió con su convincente voz de antaño a Natalia Filípovna, que se quedó muda, y ante el estupor de todos los presentes dijo:
—Eso son matemáticas del siglo XIX, querida Natalia Filípovna. Permítame que se lo haga notar. Las de hoy, las matemáticas modernas, miran las cosas de forma diferente. Saben que uno más uno no tienen por qué ser siempre dos. Déme esa tiza un momento y se lo demostraré inmediatamente.
Y Fiódor Alexéievich comenzó a escribir en la pizarra los números con su velocidad habitual. Las ecuaciones se sucedían una tras otra, en la sala reinaba el silencio, el profesor por primera vez después de tantos años hacía de nuevo su trabajo, aunque, a decir verdad, encorvado de aquella manera no podía controlar muy bien los números; la tiza chirriaba de forma extraña y de repente el resultado fue, contra todas las previsiones de Fiódor Alexéievich, otra vez 1 + 1=2.
—¡Un momento! —exclamó Fiódor Alexéievich—, algo va mal, sólo un momento, pronto veremos dónde está el error.
Y mientras, un pensamiento descabellado le daba vueltas en la cabeza: ¡Todas las partidas de cartas perdidas componen un todo! Y esa ocurrencia no le dejaba calcular. Los pensamientos tronaban en su interior, y ese ruido ahogaba todos los demás. Pero su sin par habilidad le salió al paso, enseguida supo dónde encontrar el fallo y se lanzó con la tiza sobre las líneas de números escritos, de los que ya se desprendía un polvo blanco.
Y en ese instante toda la clase, los veinticuatro, todos excepto Natalia Filípovna Skargina, comenzaron a coro a soplarle la solución:
—¡La constante de Planck! ¡La constante de Planck!
Podríamos llamar ingenuos a todas las personas que confiaban en la cumbre antipederastia celebrada en el Vaticano como el punto de inflexión en la persecución de los delitos de abusos sexuales por parte de la Iglesia católica. Pero para la iglesia, el reino de dios no es de este mundo, y la ley divina que sostiene sus fantasías está por encima de la ley de los hombres. Un cura pederasta es solo una oveja descarriada, cuya vuelta al rebaño tras el correspondiente arrepentimiento ante los ojos de la iglesia es suficiente para limpiar la mácula del pecado. La ley humana solo puede desprestigiarles y estorbar su misión de proselitismo y evangelización.
La actuación de la iglesia católica ha sido paradigmática en este asunto, con una sistemática ocultación de los delitos de pederastia ocurridos en su seno por parte de frailes, curas y obispos. Bastaba alejar al culpable de sus víctimas, a veces a costa de acercarlos a otras víctimas potenciales ignorantes del peligro que se cernía sobre ellos. Esta negativa se vio prolongada y justificada por las supuestas actuaciones que se originarían en la reciente cumbre vaticana. Se llegó incluso a poner al frente de la comisión antipederastia al obispo de Astorga, criticado por las víctimas por sus anteriores actuaciones en estos temas.
Las organizaciones de víctimas claman ahora ante la ausencia de propuestas de acciones concretas tras la cumbre. Nada se ha hecho o decidido que augure que realmente algo ha cambiado en la iglesia. Todo el boato utilizado, tan propio de la iglesia por otra parte, no ha llevado a nada concreto. La reedición del parto de los montes.
Y precisamente a las víctimas sí que les ha sido fácil enunciar medidas concretas que pueden tomarse de inmediato:
- Expulsión inmediata de cualquier clérigo culpable de abusos a menores, así como de los encubridores.
- Envío de la documentación disponible a las autoridades civiles.
- Eliminación de la inmunidad para los diplomáticos vaticanos y que puedan así ser juzgados en los lugares donde cometen los delitos.
- Indemnización a las víctimas.
- Publicación de los registros y archivos con todos los clérigos que hayan cometido abusos a menores, incluso los ya apartados o fallecidos.
- Etc.
En definitiva, asunción de responsabilidades, colaboración con la justicia y transparencia en el futuro.
Sin embargo, el Papa Francisco ha ofrecido únicamente vaguedades en su discurso de clausura, sin ninguna acción concreta. Las mismas buenas palabras que usaba la iglesia con los papas anteriores para defenderse .
Por su parte, el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Ricardo Blázquez, admitió que no piensa encargar ninguna investigación sobre los casos de abusos sexuales ocurridos en la iglesia española en el pasado. Su disculpa es que la CEE no tiene autoridad sobre las diócesis. Una disculpa ridícula si pensamos que son los propios obispos los que mandan en las diócesis y que forman parte de la CEE. Pide tiempo, pero como dijo el padre de una de las víctimas: “se necesita poco tiempo para abusar de un niño”
Visto que no quieren sacar a la luz los escándalos del pasado, ¿qué podemos esperar del futuro? Lamentablemente, poco o nada. Para ellos, siguen vigentes plenamente las mismas razones que les llevaron a proteger el prestigio de la iglesia a costa de ignorar a las víctimas y esconder a los delincuentes. Se consideran una organización superior a la sociedad mundana, con una misión divina a la que todo puede ser supeditado, ya sea público o privado. En España, están acostumbrados a no rendir cuentas sobre ningún asunto, a apropiarse de bienes públicos gracias a leyes que sus adláteres aprueban casi en secreto, a propagar sus creencias en la enseñanza en pie de igualdad con materias científicas, etc. No van a ceder fácilmente.
Salud
En un ataque sin con precendentes a la libertad de expresión han expulsado a @recauchutadospelaez cuyo único delito, además de hacer propaganda de neumáticos dudosos, fue amar la verdad, cubriendo valientemente los eventos más escabrosos y no escatimando ningún detalle en noticias de alto voltaje político, como la de aquella trabajadora de una morgue que se quedó embarazada de un muerto y exigía la manutención de la criatura, o aquella en la que un hombre enamorado trató de resucitar a su novia teniendo sexo con ella, una noticia silenciada por numerosos medios que solo la prestigiosa web noticiasya.com se atrevió a documentar desafiando a los poderes establecidos.
Una vez más los meneantes y las meneantas mostramos nuestra repugna hacia un suceso que consideramos SENSURA y exigimos la vuelta de ese gran periodista que siempre fue @sacreew @ciclistapelirrojo @vonneckruch, @recauchutadospelaez y unos cuantos más. ¡¡Basta ya de sensura!!¡¡Viva la libertad!!
Después de ver cómo todos ponéis medidas de mierda para salvar Menéame, yo en mi intrínseca negrura, propongo una serie de medidas eficaces para salvar tan digna web:
1) kit de bienvenida: toda nueva alta debe venir con algún souvenir, digamos, un poco de farlopa, ungüento potenciador de erecciones o un maromo.
2) Admin por un día: todo usuario antiguo sea quien sea tendrá derecho a ser admin por un día, si es izquierdoso podemita y planchabragas será Stalin, mientras que los trifachitos sodomitas serán Musolinis, así podréis desatar todo vuestro autoritarismo interior.
3) eliminación del voto negativo: si no estás de acuerdo con una noticia le chupas la polla al de al lado para que no vote. Ah qué eres mujer, no me consta en Menéame somos hombre o de la CIA, también hay algún sudaca desubicado.
4) Stricke griego: cuando alguien se saque una polla o teta de la boca para decir alguna estupidez, el subcontratado griego Nikopolidis los penetrará con su enorme sarisa.
5) Fin del servicio premium: Nada de pagar 45€ al mes por votar y tener derecho a babear. Basta, es estúpido, ni que mandarán a tías juntadas en Viagra. Menuda gilipollas para el paytowin este de mierda.
Normalmente, cuando sale el tema de la RB sale siempre el típico que dice que eso lo único que haría es que la gente se quedara en casa viendo la tele o en el bar.
La idea que creo que subyace a esa afirmación es que si tienes lo justo para no pasar hambre entonces no querrás hacer nada más, que se te quitarán las ganas de tener coche, de tener una consola, de tener ropa nueva, de viajar, ... cosas que necesariamente pasarían por tener un trabajo por mucha RB que haya.
Además, la eterna pregunta de "¿y cómo se va a pagar eso?", alegando que darle una paga a cada español sería carísimo. Dicen que con lo que se podría pillar del fraude fiscal no habría suficiente. Que el rescate a los bancos sería algo temporal "si se consiguiera recuperar". Que...
Pero hay un detalle que me parece que poca gente piensa cuando se habla del tema.
Pongamos un caso límite:
En esa situación, esa pareja, habiendo RBI/RBU puede aguantar, darle de comer al crío, llegar mal que bien a fin de mes, ...
Sin RBU/RBI la salida que les queda es bastante clara: "antes robo/vendo droga/me prostituyo que dejar que mi crío pase hambre".
Resultado:
Así que ¿qué se prefiere?
En un artículo reciente, miles de veces visto y miles de veces meneado, se proponía un crowfunding para denunciar por delito contra la salud pública a la nueva corporación municipal de Madrid si revertía Madrid Central.
Aparte de las consideraciones políticas que se me ocurren, y de otras de índole más futbolera (la gente siente los colores, oye), me gustaría hacer un par de apuntes de carácter jurídico para que, si lo tienen a bien, respondan los entendidos y comenten los no entendidos.
En primer lugar, si la nueva corporación es culpable de delito contra la salud pública si revierte Madrid central, es de suponer que serían igualmente culpables los alcaldes anteriores que, pudiendo decretar la medida, no lo hicieron. De hecho, sería culpable la propia Carmena por los dos primeros años de su mandato. ¿O antes de Madrid central los coches no contaminaban? El alcalde actual no crea un ilícto nuevo, sino que regresa a un ilícito anterior, igualmente punible.
En segundo lugar, me pregunto por qué la alta contaminación del aire en Madrid Central es delito contra la salud pública, pero no lo es en Vallecas o Tetuán por decir algo. Igual de exigible es mantener las restricciones en Madrid Centro como imponerlas en el resto de los distritos. ¿O sólo los del centro tienen derecho a aire más limpio?
En tercer lugar, si permitir circular a los coches por las ciudades es delito contra la salud pública, me pregunto por qué tiene que ser sólo en Madrid, y no encausamos a todos los alcaldes, puesto que la contaminación perjudica la salud igual en Madrid que en Zaragoza, igual en Barcelona que en Cádiz?
A lo mejor en Cádiz no, porque allí gobierna Kichi y eso son palabras mayores. ¿Pero y el resto?
¿Nos damos cuenta de las cosas que decimos a veces y para las que se pide financiación por crowfunding?
Cada día me asalta con más fuerza una sospecha: todos los partidos se presentan a las elecciones, a ver qué pillan, pero en estos momentos nadie quiere gobernar, porque el que más y el que menos se malicia que nos vamos comer una hostia como el sombrero de un picador y que el que ocupe en esos momentos el palacio de la Moncloa va a quedar marcado como un novillo.
Así estás las cosas: cada día depende menos de nosotros el camino que transitamos. Cada día hay más poder en manos de instituciones foráneas, empresas multinacionales y bancos emisores de casa Cristo. Cada día importa meno lo que votamos, porque como a Draghi, o la petarda que lo releva, les dé por no comprar deuda española, no nos libran ni la virgen de Covandonga y Confucio en coalición.
El poder se escapa, pero no las culpas. Cuando algo vaya mal, y no tardará, todo el mundo acu8sará al partido gobernante de no haberlas visto venir, de no hacer nada por evitarlo y de no ser capaz de gestionar la crisis. Y de nada servirá que ese pobre desgraciado, quien quiera que sea, señale al Banco Centra Europeo, al Fondo Monetario Internacional o al Cristo de la Farlopa: el culpable será él, también pro las decisiones que no le dejaron tomar, la soberanía de dibujo animado y la independencia de litrona y subidón.
Por eso no quieren gobernar: porque las ven venir. Porque el estacazo que se avecina va a ser de manual resumido de Historia Universal, porque es mejor parecer tonto dos días que hijo puta media vida. Porque es mejor decir que la abuela fuma, el niño sin piernas pidió una bici y los fachas luchan contra el feminismo que contar que las pensiones no se pueden pagar, la deuda no se puede pagar y algún día habrá que despertar y regresar a lo somos en realidad: un puto país más pobre de lo que creemos. Un país con más pobres de los que parece y menos ricos de los que suponemos.
Por eso nadie quiere gobernar. Por eso.
menéame