Detrás de la revolución actual de la IA hay una mano de obra invisible: millones de trabajadores de datos que entrenan concienzudamente los sistemas de inteligencia artificial que todos utilizamos. Muchos de ellos trabajan en países del Sur Global, como Kenia. Están expuestos a contenidos traumatizantes y condiciones de trabajo muy precarias, mientras ganan una fracción de lo que ganan sus homólogos en los países desarrollados.
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