El racismo institucional ya no penaliza. El discurso de odio vende. Abascal es alabado por jóvenes que hasta se tatúan su firma. Los youtubers que se van a Andorra y hablan contra los impuestos siguen creciendo. El feminismo ya no genera la cohesión de hace unos años entre los adolescentes. Y los viejos nostálgicos ya no necesitan disimular, pueden votar con la cabeza alta, sacar sus banderas con el pollo y reivindicar la barbarie sin que nadie les vaya a mirar mal. Una banda de analfabetos disfuncionales también hace su papel en TikTok con...