Las Brigadas Rojas fueron un fenómeno interesante. Hablamos de un grupo revolucionario armado, terrorista en la actual nomenclatura, que asesinó a 84 personas en Italia entre 1974 y 2003; muchas menos, ciertamente, que las asesinadas en el mismo periodo por el neofascismo coaligado con los servicios secretos occidentales,
#3:
#2 Si lees el artículo antes de comentar, te echan de menéame.
#1:
como tiene muro de pago aqui pongo el articulo :
Las Brigadas Rojas fueron un fenómeno interesante. Hablamos de un grupo revolucionario armado, terrorista en la actual nomenclatura, que asesinó a 84 personas en Italia entre 1974 y 2003; muchas menos, ciertamente, que las asesinadas en el mismo periodo por el neofascismo coaligado con los servicios secretos occidentales, pero ese no es el tema que nos ocupa.
Lo interesante del caso radica en que, gracias a su vocación obrerista, las Brigadas Rojas lograron una asombrosa clarividencia. Aunque los fundadores del grupo procedían de ambientes universitarios (el líder, Renato Curcio, estudió Sociología sin llegar a licenciarse), daban preferencia a las opiniones de los comités de empresa y las células de fábrica. Y los obreros notaban bajo sus pies un temblor sísmico muy amenazante: las cosas estaban empezando a cambiar, para peor.
Desde su fundación, en 1970, las Brigadas Rojas se refirieron a la República Italiana con las siglas SIM: Stato Imperialista delle Multinazionali. En la discretamente célebre Resolución de la Dirección Estratégica publicada en febrero de 1978 (justo antes de secuestrar y asesinar a Aldo Moro), las Brigadas Rojas, bajo toneladas de farfolla materialístico-dialéctica, decían unas cuantas cosas relevantes para el mundo de hoy.
La primera, que el imperialismo se había privatizado y se había reencarnado en las multinacionales; la segunda, que el Estado-nación quedaría cada vez más subordinado al capital multinacional; la tercera, que, para adaptarse a esa subordinación, el Estado-nación renunciaría a la política en nombre del pragmatismo, lo que produciría un vaciamiento del poder legislativo (donde supuestamente deberían trazarse las políticas a través del debate) y un reforzamiento del ejecutivo; la cuarta, que la economía sería pronto global.
Pese a ser un grupo marxista-leninista altamente politizado, la base obrera confería a las Brigadas Rojas un rasgo de lucidez esencial: eran conscientes de que la política no construye la realidad, sino a la inversa.
Hay que tener en cuenta que cuando se publicó la citada declaración, las empresas estadounidenses pagaban en impuestos hasta un 46% de sus beneficios, y que en Francia el impuesto sobre la renta llegaba al 60% para los más ricos. Todo eso iba a cambiar a partir de 1980, con el triunfo del neoliberalismo y el inicio de una subasta fiscal a la baja con la que cada país intentaba atraer capital internacional. E iba a cambiar aún más en 1989 con la caída de la Unión Soviética y la formulación del llamado Consenso de Washington, una “hoja de ruta” (liberalización, privatizaciones, desregulación, impuestos bajos) que conducía directamente al mundo actual.
Hay quien se indigna en el Gobierno por el hecho de que Ferrovial quiera trasladar su sede a Holanda. No es nada raro, es lo que hacen las multinacionales: aprovechar la subasta de rebajas fiscales y acercarse a los mercados de capital (ninguno de los 10 más importantes, por cierto, está en la Unión Europea).
La gente, en cambio, tiende a indignarse por otra cosa: nota bajo los pies un temblor, el que produce el lento desfallecimiento del Estado del bienestar, empezando por la sanidad pública. Lo anunciaba el Consenso de Washington: menos políticas sociales, más inversión productiva. Estamos tardando en enterarnos.
Las Brigadas Rojas fueron un fenómeno interesante. Hablamos de un grupo revolucionario armado, terrorista en la actual nomenclatura, que asesinó a 84 personas en Italia entre 1974 y 2003; muchas menos, ciertamente, que las asesinadas en el mismo periodo por el neofascismo coaligado con los servicios secretos occidentales, pero ese no es el tema que nos ocupa.
Lo interesante del caso radica en que, gracias a su vocación obrerista, las Brigadas Rojas lograron una asombrosa clarividencia. Aunque los fundadores del grupo procedían de ambientes universitarios (el líder, Renato Curcio, estudió Sociología sin llegar a licenciarse), daban preferencia a las opiniones de los comités de empresa y las células de fábrica. Y los obreros notaban bajo sus pies un temblor sísmico muy amenazante: las cosas estaban empezando a cambiar, para peor.
Desde su fundación, en 1970, las Brigadas Rojas se refirieron a la República Italiana con las siglas SIM: Stato Imperialista delle Multinazionali. En la discretamente célebre Resolución de la Dirección Estratégica publicada en febrero de 1978 (justo antes de secuestrar y asesinar a Aldo Moro), las Brigadas Rojas, bajo toneladas de farfolla materialístico-dialéctica, decían unas cuantas cosas relevantes para el mundo de hoy.
La primera, que el imperialismo se había privatizado y se había reencarnado en las multinacionales; la segunda, que el Estado-nación quedaría cada vez más subordinado al capital multinacional; la tercera, que, para adaptarse a esa subordinación, el Estado-nación renunciaría a la política en nombre del pragmatismo, lo que produciría un vaciamiento del poder legislativo (donde supuestamente deberían trazarse las políticas a través del debate) y un reforzamiento del ejecutivo; la cuarta, que la economía sería pronto global.
Pese a ser un grupo marxista-leninista altamente politizado, la base obrera confería a las Brigadas Rojas un rasgo de lucidez esencial: eran conscientes de que la política no construye la realidad, sino a la inversa.
Hay que tener en cuenta que cuando se publicó la citada declaración, las empresas estadounidenses pagaban en impuestos hasta un 46% de sus beneficios, y que en Francia el impuesto sobre la renta llegaba al 60% para los más ricos. Todo eso iba a cambiar a partir de 1980, con el triunfo del neoliberalismo y el inicio de una subasta fiscal a la baja con la que cada país intentaba atraer capital internacional. E iba a cambiar aún más en 1989 con la caída de la Unión Soviética y la formulación del llamado Consenso de Washington, una “hoja de ruta” (liberalización, privatizaciones, desregulación, impuestos bajos) que conducía directamente al mundo actual.
Hay quien se indigna en el Gobierno por el hecho de que Ferrovial quiera trasladar su sede a Holanda. No es nada raro, es lo que hacen las multinacionales: aprovechar la subasta de rebajas fiscales y acercarse a los mercados de capital (ninguno de los 10 más importantes, por cierto, está en la Unión Europea).
La gente, en cambio, tiende a indignarse por otra cosa: nota bajo los pies un temblor, el que produce el lento desfallecimiento del Estado del bienestar, empezando por la sanidad pública. Lo anunciaba el Consenso de Washington: menos políticas sociales, más inversión productiva. Estamos tardando en enterarnos.
Me parece que el autor pasa por alto que en esa época el debate y la reflexión política era algo común en la izquierda, por lo que obviamente se analizaban las tendencias sociales, politicas, económicas, tecnológicas.
El papel de las multinacionales, las consecuencias políticas del uso de energía nuclear, las formas de organización social... Había debates y análisis, y no se esperaba que el militante asumiera sin más la totalidad de una ideología.
Además, en esa época la gente leía libros, a veces incluso libros antiguos, por lo que la variedad de ideas y temáticas podía ser sobrecogedora desde una perspectiva actual.
Se inició en el periodismo con diecisiete años, trabajando en la edición barcelonesa de la Hoja del Lunes, para después hacerlo en El Correo Catalán y El Periódico de Catalunya.3 En la década de los años 80 comenzó a trabajar para El País, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera periodística, hasta abandonar esta última a petición propia en octubre de 2012, tras el ERE de PRISA. Es asimismo colaborador habitual de la revista cultural Jot Down.456 El 16 de enero de 2013 fue anunciado como nuevo columnista del diario El Mundo.También es firma habitual de la revista Alternativas Económicas desde su lanzamiento el 1 de marzo de 2013.
En septiembre de 2018 ha vuelto a trabajar para el diario El País como corresponsal en Buenos Aires.
Entre otras actividades, ha cubierto la guerra del Golfo, el genocidio de Ruanda y las pruebas nucleares en el atolón de Mururoa.
terrorista en la actual nomenclatura
Y en la de entonces también, y en cualquiera.
gracias a su vocación obrerista, las Brigadas Rojas lograron una asombrosa clarividencia. (...) la base obrera confería a las Brigadas Rojas un rasgo de lucidez esencial: eran conscientes de que la política no construye la realidad, sino a la inversa.
Eso no les hace lúcidos. Seguían una ideología totalitaria y disfuncional por métodos criminales, poco hay de admirable en su "inteligencia", aunque al autor se le note simpatía.
La última alusión a Ferrovial no sé si es mezclar churras con merinas, una vaga amenaza, nostalgia del terrorismo o qué.
En la misma época también estaba Autonomia Operaia, Toni Negri escribió "Dominio y sabotaje", y muchos empezamos a comprobar que venía una "Nueva Edad Media"... Ya se nos consideraba "terroristas", como a todos los que hablamos de acción directa
Lo más gracioso es que se refieren a su fundador como estudioso universitario en sociología. Si eso es una referencia de político intelectual habrá que pregúntese si también por ello hay que "entender" a los dirigentes camboyanos alumnos de la sorbona parisiense y líderes de los jemers rojos
#2 Solo falta que en el artículo se sugiera empezar a matar personas para intentar cambiar el sistema, pero sí que se intuye la loa al acto violento como solución.
#2 Blanqueamiento del terrorismo: "... las empresas estadounidenses pagaban en impuestos hasta un 46% de sus beneficios, y que en Francia el impuesto sobre la renta llegaba al 60% para los más ricos"
Comentarios
como tiene muro de pago aqui pongo el articulo :
Las Brigadas Rojas fueron un fenómeno interesante. Hablamos de un grupo revolucionario armado, terrorista en la actual nomenclatura, que asesinó a 84 personas en Italia entre 1974 y 2003; muchas menos, ciertamente, que las asesinadas en el mismo periodo por el neofascismo coaligado con los servicios secretos occidentales, pero ese no es el tema que nos ocupa.
Lo interesante del caso radica en que, gracias a su vocación obrerista, las Brigadas Rojas lograron una asombrosa clarividencia. Aunque los fundadores del grupo procedían de ambientes universitarios (el líder, Renato Curcio, estudió Sociología sin llegar a licenciarse), daban preferencia a las opiniones de los comités de empresa y las células de fábrica. Y los obreros notaban bajo sus pies un temblor sísmico muy amenazante: las cosas estaban empezando a cambiar, para peor.
Desde su fundación, en 1970, las Brigadas Rojas se refirieron a la República Italiana con las siglas SIM: Stato Imperialista delle Multinazionali. En la discretamente célebre Resolución de la Dirección Estratégica publicada en febrero de 1978 (justo antes de secuestrar y asesinar a Aldo Moro), las Brigadas Rojas, bajo toneladas de farfolla materialístico-dialéctica, decían unas cuantas cosas relevantes para el mundo de hoy.
La primera, que el imperialismo se había privatizado y se había reencarnado en las multinacionales; la segunda, que el Estado-nación quedaría cada vez más subordinado al capital multinacional; la tercera, que, para adaptarse a esa subordinación, el Estado-nación renunciaría a la política en nombre del pragmatismo, lo que produciría un vaciamiento del poder legislativo (donde supuestamente deberían trazarse las políticas a través del debate) y un reforzamiento del ejecutivo; la cuarta, que la economía sería pronto global.
Pese a ser un grupo marxista-leninista altamente politizado, la base obrera confería a las Brigadas Rojas un rasgo de lucidez esencial: eran conscientes de que la política no construye la realidad, sino a la inversa.
Hay que tener en cuenta que cuando se publicó la citada declaración, las empresas estadounidenses pagaban en impuestos hasta un 46% de sus beneficios, y que en Francia el impuesto sobre la renta llegaba al 60% para los más ricos. Todo eso iba a cambiar a partir de 1980, con el triunfo del neoliberalismo y el inicio de una subasta fiscal a la baja con la que cada país intentaba atraer capital internacional. E iba a cambiar aún más en 1989 con la caída de la Unión Soviética y la formulación del llamado Consenso de Washington, una “hoja de ruta” (liberalización, privatizaciones, desregulación, impuestos bajos) que conducía directamente al mundo actual.
Hay quien se indigna en el Gobierno por el hecho de que Ferrovial quiera trasladar su sede a Holanda. No es nada raro, es lo que hacen las multinacionales: aprovechar la subasta de rebajas fiscales y acercarse a los mercados de capital (ninguno de los 10 más importantes, por cierto, está en la Unión Europea).
La gente, en cambio, tiende a indignarse por otra cosa: nota bajo los pies un temblor, el que produce el lento desfallecimiento del Estado del bienestar, empezando por la sanidad pública. Lo anunciaba el Consenso de Washington: menos políticas sociales, más inversión productiva. Estamos tardando en enterarnos.
Me parece que el autor pasa por alto que en esa época el debate y la reflexión política era algo común en la izquierda, por lo que obviamente se analizaban las tendencias sociales, politicas, económicas, tecnológicas.
El papel de las multinacionales, las consecuencias políticas del uso de energía nuclear, las formas de organización social... Había debates y análisis, y no se esperaba que el militante asumiera sin más la totalidad de una ideología.
Además, en esa época la gente leía libros, a veces incluso libros antiguos, por lo que la variedad de ideas y temáticas podía ser sobrecogedora desde una perspectiva actual.
Enric Gonzalez es el autor
hijo del escritor Francisco González Ledesma.
Se inició en el periodismo con diecisiete años, trabajando en la edición barcelonesa de la Hoja del Lunes, para después hacerlo en El Correo Catalán y El Periódico de Catalunya.3 En la década de los años 80 comenzó a trabajar para El País, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera periodística, hasta abandonar esta última a petición propia en octubre de 2012, tras el ERE de PRISA. Es asimismo colaborador habitual de la revista cultural Jot Down.456 El 16 de enero de 2013 fue anunciado como nuevo columnista del diario El Mundo.También es firma habitual de la revista Alternativas Económicas desde su lanzamiento el 1 de marzo de 2013.
En septiembre de 2018 ha vuelto a trabajar para el diario El País como corresponsal en Buenos Aires.
Entre otras actividades, ha cubierto la guerra del Golfo, el genocidio de Ruanda y las pruebas nucleares en el atolón de Mururoa.
#16 no molestes
Dice algo sobre los supuestos ataques de la Brigadas Rojas cometidos en realidad por Gladio?
Para más info: https://insorgenze.net/tag/stato-imperialista-delle-multinazionali/
terrorista en la actual nomenclatura
Y en la de entonces también, y en cualquiera.
gracias a su vocación obrerista, las Brigadas Rojas lograron una asombrosa clarividencia. (...) la base obrera confería a las Brigadas Rojas un rasgo de lucidez esencial: eran conscientes de que la política no construye la realidad, sino a la inversa.
Eso no les hace lúcidos. Seguían una ideología totalitaria y disfuncional por métodos criminales, poco hay de admirable en su "inteligencia", aunque al autor se le note simpatía.
La última alusión a Ferrovial no sé si es mezclar churras con merinas, una vaga amenaza, nostalgia del terrorismo o qué.
#_2 Mandibulita de cristal...
En la misma época también estaba Autonomia Operaia, Toni Negri escribió "Dominio y sabotaje", y muchos empezamos a comprobar que venía una "Nueva Edad Media"... Ya se nos consideraba "terroristas", como a todos los que hablamos de acción directa
A reforzar el Estado Policial, ar!
Lo más gracioso es que se refieren a su fundador como estudioso universitario en sociología. Si eso es una referencia de político intelectual habrá que pregúntese si también por ello hay que "entender" a los dirigentes camboyanos alumnos de la sorbona parisiense y líderes de los jemers rojos
Esto es directamente blanqueamiento del terrorismo.
@admin
#2 Si lees el artículo antes de comentar, te echan de menéame.
#3 está copiado un poco más arriba. Creo que hasta tu puedes ver que blanquea el terrorismo
#2 artículo sacado del periódico El Pais
#7 no por eso deja de ser lo que es
#2 Solo falta que en el artículo se sugiera empezar a matar personas para intentar cambiar el sistema, pero sí que se intuye la loa al acto violento como solución.
#2 Blanqueamiento del terrorismo:
"... las empresas estadounidenses pagaban en impuestos hasta un 46% de sus beneficios, y que en Francia el impuesto sobre la renta llegaba al 60% para los más ricos"
Salvajes!
#13 y la izquierda seguía sin estar contenta
#2 en vez de a admin deberías "chivarte" a la fiscalía a ver si le hacen un Egunkaria al País o se ríen de ti