Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de la espera.
Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo atendido
oculta su puñalada de decepción.
Si recordaras que, una vez que la pasión estalla, el secreto
deja de ser escudo y huída,
no me insistirías para que te mostrara, para que te ofreciera,
para que te otorgue.
Sino que te resignarías a sobrevivir dentro de mí en el dúctil
territorio de los sueños, donde todos los modos de ternura
que puedas inventar son permitidos, toda tempestad música
y ningún temor es irrevocable.
Si recordaras, Amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de mi corazón,
no me obligarías a levantarme en armas contra ti, a detenerte,
a desmentirte, a amordazarte, a traicionarte...
antes de que te me arrebaten, dulce silencio mío,
mi único tesoro, insensato e irreductible sentimiento.
Ana Rosetti.
Ante el vicio de pedir,
está la virtud de no dar.
Más no pido ni comparto,
cojo de tanto en tanto.
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Los talegos en escena
que más da si los cogiera.
Y si alguien se coscara,
me queda el juez Marchena.
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Perdóname la retranca,
el sobre ya en la urna,
valida mi mano franca,
con alegria taciturna.
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Soy el que te representa
acepta pues que me plazca
que mi erario renazca
solo con eso me renta.
menéame