Hace un par de días me acordaba del él. Me crucé con el el In the skies de Peter Green y me volvía aquella enigmática estrofa de Romperás: cambiaré de color, voy a pintar de verde la luna y el sol.

Supongo que el subconsciente, o a veces no tanto, funciona un poco así. Me preguntaba si estuvo entre sus escuchas de aquellos años. Luego lo de el de Los ilegales, 70. Cáncer de páncreas, unos tres meses. La intro de Yo soy quien espía el juego de los niños tal vez sea lo mejor que se ha escuchado en este país.
Y lo pensé, claro. El Robe como no se cuide… Había escuchado que había estado jodido el año pasado, pero 63 en estos tiempos es más demasiado pronto de lo que siempre suele ser. Los años se le notaban pero en el tema con Leiva estuvo genial, al parecer fue antes del problema de salud que finalizó la gira anterior a falta de dos fechas.
Nos queda un buen pedazo, desde luego. Su espíritu imperecedero en su canciones y eso, pero no quiero ponerme moñas. Se podrían decir muchas cosas, se dirán muchas cosas. Aunque todo está en realidad ya dicho.
Se apaga la voz de una generación. Su viaje fue desde el ostracismo más absoluto a ser declarado hijo pródigo en su tierra natal, a la que regresó en busca de colaboradores en su última etapa, tras no pocos periplos. Os voy a hablar con la sabiduría que me da el fracaso, decía. No hay mucho más que decir.
El destino ha querido que le tocara “Morirse en Bilbao”, tal como cantaba él mismo en una colaboración con Doctor Deseo y Fito, ya hace bastantes años y que tal vez sea la mejor despedida: