No hay mayor agravio para una persona que robarle su identidad y eso fue lo que hizo conscientemente el gran Goya dejando sin rostro a los soldados franceses que pintó fusilando a los madrileños el 3 de mayo de 1808. Los convirtió en una máquina de matar quitándoles así su esencia humana. «Sin embargo, también aquellos invasores fueron hombres y seguramente se diferenciaban en bien poco de sus enemigos españoles». La misiva enviada por Prosper Noubel desde Mieres en 1811 dirigida a su padre, que era librero e impresor en Agén, ciudad de Lot-et-  
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