Hace 3 meses | Por Ripio a theconversation.com
Publicado hace 3 meses por Ripio a theconversation.com

Testimonios escritos de la época medieval muestran que las agresiones sexuales se denunciaban con éxito ante las autoridades, a pesar de los obstáculos legales, sociales e incluso familiares. Los registros escritos, conocidos como cartulario, del monasterio de Celanova en Galicia son una excelente fuente de información sobre la sociedad altomedieval del noroeste de la Península Ibérica.

kumo

In Spain, for example, the process of implementing a law dubbed “solo sí es sí” (“only yes means yes”) has highlighted the problem of standardising offences and the “demonstrability” of sexual assault.

No, si ahora resulta que en España estabamos peor que en la Edad Media, no? Venga ya! Joder con la proyección internacional. Lo único que has highligthed son los charonguitos.

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Lo interesante del tema es que el caso expuesto en el documento medieval es el de una muchacha o mujer joven que denuncia a su propio abuelo por abusar de ella. La denuncia la hace ante los monjes del monasterio, que debían de actuar como jueces. Pues al lorito con la resolución del caso:
"In the end, the aggressor agrees to hand over a number of family possessions as punishment for illicit relations (adulterio), which then pass into the hands of the monastery. "

Es decir, que la víctima es la chica, pero el beneficiado de la sanción es el monasterio. Si la Iglesia rapiñea ahora, en aquella época debía de ser un festival del robo. Supongo que esto daría lugar también a condenas injustas con el fin de acaparar posesiones por parte de los religiosos.
Y a todo esto no se sabe qué fue de la chica. Lo mismo tuvo que seguir aguantando al abuelito. Buen trabajo, frailes.

Disiento

#2 la desposesión es el verdadero fundamento del capitalismo y no la acumulación de capital. Eso ya lo sabían el la alta edad media, cuando nació el capitalismo.

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El karma (poco) está pa quemarlo.
Resumen de uno de los juicios de Sancho Panza:


"Cuarto juicio: La mujer supuestamente violada

Después del juicio anterior se presenta ante Sancho una mujer asida fuertemente a un hombre vestido de ganadero rico. La mujer daba grandes voces diciendo: “Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré buscar al cielo”.

Sancho quiere saber qué pasaba y la mujer afirma haber sido ultrajada en medio del campo: “Se han aprovechado de mi cuerpo como trapo mal lavado”. Aludiendo a su virginidad, añade que había perdido “lo que yo tenía guardado más de veinte y tres años ha defendiéndolo de moros y cristianos, de naturales y extranjeros”.

Sancho no se deja impresionar ni se ablanda. Quiere conocer la versión del hombre. El ganadero rico afirma que es verdad que mantuvo con la mujer relaciones sexuales, pero niega en redondo que la halla forzado, que la relación fue libre y consentida.

Sancho dicta entonces una orden que sorprende a los que están presentes: que el ganadero entregue a la mujer la bolsa de cuero en la que guarda veinte ducados. La mujer coge inmediatamente la bolsa y se deshace en elogios al juez. Luego sale del juzgado. Acto seguido Sancho dicta otra orden aún más sorprendente, más que la primera. Dice al hombre que vaya tras la mujer y le quite la bolsa, aunque haya de emplear la fuerza. Al poco tiempo regresan hombre y mujer al juzgado, más agarrados él y ella que la primera vez. Pregunta el gobernador a la mujer. ¿Os ha quitado la bolsa? Responde ella: “Cómo quitar? Antes me dejara yo quitar la vida que quitarme la bolsa. ¡Bonita es la niña!”.

Sancho lo ve todo claro. Ordena a la mujer que devuelva al hombre la bolsa que no pudo arrebatarle por la fuerza. Y le dice con palabras recriminatorias: “Si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrádares, y aún la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza”.

Luego destierra a la mujer a seis leguas a la redonda de la ínsula so pena de doscientos azotes."


El original está en el capítulo 45 del Quijote
https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/Edicion/Parte2/cap45/cap45_03.htm