A los pies del Alcázar segoviano, y junto al río Eresma, se encuentra la fábrica de moneda que mandó construir Felipe II a Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial. Fue la más avanzada de la época. En 1574, el rey, con la idea de mejorar la fabricación de moneda y de la artillería, solicitó a sus embajadores que buscaran por toda Europa buenos fundidores con el requisito estricto de ser católico. De Austria llegaron 6 técnicos que implantarían el Real Ingenio, un sistema de acuñación por laminación movido por el agua de un molino.
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