Publicado hace 9 meses por doctoragridulce a penguinlibros.com

Científico, verdugo y víctima; según cuándo, según para quién. Julius Robert Oppenheimer tenía solo 22 años cuando obtuvo su doctorado en la Universidad de Gotinga (epicentro de la física teórica del momento), 41 cuando la prueba de la primera bomba atómica de la humanidad descuartizó sus creencias. Desde aquella detonación, la culpa se convertiría en una costra inmune a cualquier remedio. Aunque se opuso a la proliferación de armas nucleares y defendió la necesidad de frenar la carrera armamentística, no hay forma de arrancarse la conciencia.

Comentarios

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Los procesos nucleares están ahí en el Universo conocido desde toda la vida. Solo hace falta que alguna civilización supuestamente avanzada descubra el truco, aunque una civilización que no sea capaz de poblar y de controlar toda la energía disponible en la galaxia que habita es más bien una civilización muy rudimentaria y atrasada... como es en realidad la civilización humana actual.

Creo que a todas las civilizaciones les pasa lo mismo en el Universo, descubren el tinglado nuclear, hacen experimentos y se van a tomar por culo, o sea, es como un gorila que consigue hacer funcionar una ametralladora. Tal vez por eso no hay rastro de vida ahí afuera, porque la vida que alcanza el nivel de desarrollo suficiente como para convertirse en pensante termina descubriendo el asunto y se autodestruye. Si no fuera así ya habría existido algún ser que nos habría visitado y comido a la plancha desde hace mucho tiempo.

Si la civilización humana no desaparece por causas naturales, ya se encargará ella de hacerse desaparecer por sí sola.

Si no es una persona es otra, tarde o temprano siempre se termina descubriendo el garito nuclear y cuando eso pasa a la civilización que lo logra le queda como mucho dos telediarios para autodestruirse.