En 1992 se llevó a cabo el traslado de unos restos mortales desde París, donde llevaban enterrados 111 años, a la ciudad rusa de Vladivostok, para ser inhumados en una tumba que veinte años más tarde fue decorada con una estatua del difunto. El personaje en cuestión había sido un militar y político que jugó un papel fundamental en la expansión del Imperio Ruso por Siberia Oriental y la incorporación a ese territorio de la cuenca del río Amur, que estaba en poder de China. Hablamos de Nikolái Nikoláyevich Muraviov-Amurski.
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