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‘El Mundo’ se derrumba y nosotros nos enamoramos
Durante los años de bonanza, observamos con indiferencia cómo nuestras cabeceras iban siendo controladas cada vez más por gestores y no por informadores. Cómo se habilitaban edificios tan grandes como la redacción para albergar a publicistas sobrevalorados cuya idea de cómo vender un periódico no era difundir noticias, sino regalar películas comerciales y exprimidores de naranjas por piezas. Hubo hasta periodistas que se hicieron millonarios, que cobraban sobresueldos anuales con muchos ceros a la derecha.
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