Hay un director de cine cuya obra duerme el sueño de los justos. Es casi imposible de ver legalmente. No hay plataforma que la tenga y los DVD cuestan un riñón. Además, no suelen traer subtítulos en castellano. A medida que cierran o desparecen las webs de pirateos, esto es en lo que se ha convertido el ágora de conocimiento universal que prometía ser Internet, en lo mismo que teníamos antes.
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