James Watson se puede considerar una figura irrepetible. Inteligente, valiente, sagaz, astuto, de verbo fácil, pero también misógino, soberbio, con facilidad para la humillación o para lanzar comentarios hirientes, sorpresivos, a diestro y siniestro. Junto a Francis Crick, forma parte de una de las parejas más famosas de la historia de la bioquímica. El motivo es obvio: en 1953 publicaron su obra cumbre en la revista Nature, un artículo de apenas dos páginas (en realidad una página y unas pocas líneas de la segunda página).
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