¿Cómo una novela tan psicológica, tan obsesiva, incluso tan retorcida, pudo acabar siendo aprovechada tantas veces para ser llevada al cine y consagrar en la pantalla esa brillante -aun siendo brutal- imagen clásica del Imperio Británico? En escenarios muy poco románticos, muy poco aventureros y, en fin, muy poco épicos, reflexionan sobre la guerra y el valor; no desde campos de batalla sino en desiertos, ciudades arrasadas por los fanáticos del Mahdi y aburridas oficinas de administración militar.
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