Juntas eran las tristes hijas de Antonio López. Este concepto que da nombre al libro viene del gran delirio de grandeza de su padre alcoholizado. Cuando la policía llegaba a casa, alertada por sus gritos descontrolados y ebrios, y le pedía que se identificara, siempre decía: “¡Yo soy Antonio López, yo soy Antonio López!”. Y cuando lo abatían contra el suelo, repetía: “Yo soy Antonio López”.
Esta es la historia de una niña que nació mono. Al menos, así se sentía Samira: casi se hicieron corpóreas sus orejas de diminuto simio, su larga cola, sus ojos vidriosos de animal aterrado. “Era un mono encerrado en una jaula de dolor y violencia, sin salida frente a un mundo que me miraba indiferente desde el otro lado de los barrotes y que no hacía nada por ayudarme”, escribe Rebeca Khamlichi en Las hijas de Antonio López (editorial Bridge). La artista era conocida, hasta ahora, por sus lienzos de vírgenes pop: muñecas sacras y coloridas que, en vez de al niño Jesús, sujetan a Batman o guardan en el pecho una hamburguesa ardiente donde habría de ir un corazón. ¿Y las aureolas divinas? Donuts rosas glaseados.
Comentarios
Esta es la historia de una niña que nació mono. Al menos, así se sentía Samira: casi se hicieron corpóreas sus orejas de diminuto simio, su larga cola, sus ojos vidriosos de animal aterrado. “Era un mono encerrado en una jaula de dolor y violencia, sin salida frente a un mundo que me miraba indiferente desde el otro lado de los barrotes y que no hacía nada por ayudarme”, escribe Rebeca Khamlichi en Las hijas de Antonio López (editorial Bridge). La artista era conocida, hasta ahora, por sus lienzos de vírgenes pop: muñecas sacras y coloridas que, en vez de al niño Jesús, sujetan a Batman o guardan en el pecho una hamburguesa ardiente donde habría de ir un corazón. ¿Y las aureolas divinas? Donuts rosas glaseados.