El conocimiento, en todas partes, se está considerando no como un bien en sí mismo, o como un medio para crear una perspectiva amplia y humana de la vida en general, sino como un mero ingrediente de la habilidad técnica. Esto es parte de una mayor integración de la sociedad que ha sido creada por la técnica científica y la necesidad militar. Hay más interdependencia económica y política que en épocas anteriores, y por lo tanto hay más presión social para obligar a un hombre a vivir de una manera que sus vecinos consideren útil.
Comentarios
de individuos heroicos y cierta comprensión de la posición extrañamente accidental y efímera del hombre en el cosmos, todo ello tocado por una emoción de orgullo por lo que es distintivamente humano, el poder de ver y saber, de sentir magnánimamente y de pensar con comprensión. Es de las grandes percepciones combinadas con la emoción impersonal de donde brota más fácilmente la sabiduría.
La vida, siempre llena de dolor, es más dolorosa en nuestro tiempo que en los dos siglos que le precedieron. El intento de escapar del dolor lleva a los hombres a la trivialidad, al autoengaño, a la invención de vastos mitos colectivos. Pero estos alivios momentáneos no hacen más que aumentar las fuentes de sufrimiento a largo plazo.
Tanto la desgracia privada como la pública solo pueden ser dominadas mediante un proceso en el que interactúan la voluntad y la inteligencia: la parte de la voluntad es negarse a eludir el mal o aceptar una solución irreal, mientras que la parte de la inteligencia es comprenderlo, encontrar una cura. si es curable, y, si no, hacerlo soportable viéndolo en sus relaciones, aceptándolo como inevitable, y recordando lo que está fuera de él en otras regiones, otras edades y los abismos del espacio interestelar”.