Alexander Grothendieck nació en 1928 en Berlín, en una familia judía, así que ya imaginarán que sus primeros años no fueron fáciles. Su padre, anarquista, judío y ruso, murió en Auschwitz. La biografía de Alexander Grothendieck es para dedicarle un tiempo largo y no es nuestro objetivo hoy, porque el tipo fue un excéntrico y un genio a la vez. Así que iremos directamente al año 1948, cuando le dieron una beca para estudiar en París. Allí conoció a Henri Cartan, uno de los fundadores del grupo Bourbaki, y este le recomendó ir a la universidad...
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#6 No creo que haya forma de saberlo. El libro que habla de este tema es Un verdor terrible de Benjamín Labatut
Un historia novelada de algunos descubrimientos científicos.
https://www.epublibre.org/libro/detalle/61594
De dicho libro (He cortado pasajes):
Durante la madrugada del 31 de agosto de 2012, el matemático japonés Shinichi Mochizuki publicó cuatro artículos en su blog. Sus más de quinientas páginas contienen la prueba de una de las conjeturas más importantes de la teoría de números, conocida como a + b = c.
Hasta hoy nadie ha sido capaz de comprenderla.
Mochizuki había trabajado en aislamiento durante años, desarrollando una teoría matemática que no se parecía a nada que se hubiera conocido antes.
Luego de subirla a su blog, no le hizo ninguna publicidad. No la envió a publicaciones especializadas ni la presentó en congresos.
En diciembre de 2013, un año después que Mochizuki publicara sus artículos, algunos de los matemáticos más prominentes del mundo se reunieron en Oxford para estudiar la prueba. El entusiasmo reinó durante los primeros días del seminario. Los razonamientos del japonés comenzaban a volverse comprensibles y en la noche del tercer día el rumor de que un avance gigantesco estaba a punto de ocurrir comenzó a correr por la web, en foros y comunidades especializadas.
Al cuarto día todo se vino abajo.
Las mejores mentes matemáticas del planeta estaban perplejas y no había quien pudiera ayudarles. Mochizuki se había negado a participar del encuentro.
Los pocos que han podido seguir el nuevo sistema de Mochizuki lo suficiente para entender aunque sea una parte dicen que se trata de una serie de relaciones que subyacen a los números, escondidas a simple vista. «Para comprender mi trabajo es necesario que desactiven los patrones de pensamiento que han instalado en sus cerebros y que han dado por sentados durante tantos años», escribió Mochizuki en su blog.
(Mochizuki) A principios de la década de 2000 dejó de participar en conferencias internacionales. En los años siguientes su radio de acción se volvió cada vez más estrecho. Primero se limitó a viajar dentro de Japón, luego no se aventuró más allá de la prefectura de Kioto, y finalmente sus desplazamientos se redujeron al estrecho circuito que unía su departamento y su pequeña oficina en la universidad.
La conjetura a + b = c toca los fundamentos de las matemáticas. Postula una profunda e inesperada relación entre las propiedades aditivas y multiplicativas de los números. De ser cierta, se convertiría en una herramienta poderosísima, capaz de resolver de manera casi automática una inmensa variedad de enigmas. Pero la ambición de Mochizuki había sido aún mayor; no se limitó a probar la conjetura, sino que creó una nueva geometría que obligaba a pensar en los números de una forma radicalmente diferente. Según Yuichiro Yamashita, uno de los pocos que dice haber comprendido el alcance real de la teoría Inter-Universal, Mochizuki ha creado un universo completo del cual él es, por el momento, el único habitante.
Las negativas de Mochizuki a dar entrevistas, presentar él mismo sus resultados o siquiera referirse a su prueba en otro idioma que no fuera el japonés levantaron las primeras sospechas. Algunos dijeron que todo era un elaborado engaño. Otros, que sufría un desequilibrio psíquico, y como prueba señalaron su creciente fobia social y el aislamiento en que trabajaba.
Las cosas parecieron mejorar en 2014, cuando Mochizuki anunció que viajaría a Francia, en noviembre de ese año, a presentar su trabajo en un seminario en la Universidad de Montpellier. Los cupos se agotaron de inmediato y Mochizuki fue recibido por el rector de la universidad como si fuera realeza, pero nunca se presentó a dictar el seminario. Desapareció por una semana sin que nadie supiera adónde había ido, y el día anterior al comienzo de sus charlas los guardias lo expulsaron del campus tras un confuso accidente.
Al volver a Japón, Mochizuki retiró la prueba de su blog y amenazó con acciones legales contra cualquiera que intentara publicarla. Sufrió una ola de ataques por parte de sus críticos más acérrimos, mientras que sus colegas asumieron que el japonés había descubierto una falla esencial en la lógica de su propia prueba. Mochizuki lo negó, pero no dio explicaciones. Renunció a su puesto en la Universidad de Kioto y antes de cerrar su blog escribió una última entrada, la cual decía que incluso en las matemáticas ciertas cosas debían permanecer ocultas para siempre, «por el bien de todos nosotros». Su gesto, incomprensible y aparentemente caprichoso, solo confirmó lo que muchos temían: Mochizuki había sucumbido a la maldición de Grothendieck.
La mayor parte de los estudiantes aprende solo lo necesario para avanzar en sus propios campos, pero incluso eso puede llevarles años. Mochizuki, en cambio, comenzó a leer el primer tomo de las obras completas de Grothendieck durante su pregrado y no se detuvo hasta llegar al último.
Minhyong Kim, compañero de cuarto de Mochizuki en Princeton, recuerda haberlo encontrado a medianoche delirando, tras días sin dormir ni comer. Exhausto y deshidratado, el japonés balbuceaba incoherencias, con las pupilas dilatadas como las de un búho. Hablaba del «corazón del corazón», una extraña entidad que Grothendieck había descubierto en el centro de las matemáticas y que lo había desquiciado por completo.
Entre 1958 y 1973, Alexander Grothendieck reinó sobre las matemáticas como un príncipe ilustrado, atrayendo a su órbita a las mejores mentes de su generación, quienes postergaron sus propias investigaciones para participar de un proyecto tan ambicioso como radical: desvelar las estructuras que subyacen a todos los objetos matemáticos.
Aunque fue capaz de resolver tres de las cuatro conjeturas de Weil, los mayores enigmas matemáticos de su época, a Grothendieck no le atraían los problemas difíciles ni le interesaban los resultados finales. Su afán era alcanzar una comprensión absoluta de los fundamentos,
No le interesaban los números, las curvas, las rectas ni ningún otro objeto matemático en particular: lo único que importaba era la relación entre ellos.
Su obsesión fue el espacio y una de sus mayores genialidades fue expandir la noción del punto. Ante la mirada de Grothendieck, el humilde punto dejó de ser una posición sin dimensiones para bullir con complejas estructuras internas. Donde otros veían algo sin profundidad, tamaño, anchura ni largura, Alexander vio un universo entero. Desde Euclides no se había propuesto algo tan audaz.
Durante años dedicó toda su energía a las matemáticas, doce horas al día, siete días a la semana. No leía diarios, no veía televisión ni conocía el cine. Le gustaban las mujeres feas, los departamentos derruidos, las habitaciones decrépitas. Trabajaba encerrado en una oficina fría con la pintura descascarada cayendo de las paredes, de espaldas a la única ventana, con solo cuatro objetos en toda la pieza: la máscara mortuoria de su madre, una pequeña escultura de una cabra hecha con alambre, una urna llena de aceitunas españolas y un retrato de su padre, dibujado en el campo de concentración de Le Vernet.
Cuando la guerra terminó Alexander había cumplido diecisiete años. Sobrevivió con su madre en la extrema pobreza cosechando uvas en las afueras de Montpellier,
Cuando Grothendieck aún era un estudiante de pregrado en la Universidad de Montpellier, su profesor Laurent Schwartz le pasó un artículo que había publicado hacía poco y que incluía catorce grandes problemas no resueltos. Su idea era que Alexander eligiera uno de ellos para su tesis de grado. El joven, que se aburría enormemente en clases y era incapaz de seguir instrucciones, volvió tres meses después. Schwartz le preguntó cuál había elegido y qué tan lejos había podido avanzar. Alexander lo miró sin entender. Los había solucionado todos.
Aunque su talento llamó la atención de todos quienes lo conocieron, le costó mucho encontrar trabajo en Francia; debido a los constantes desplazamientos de sus padres, Alexander carecía de nacionalidad.
En 1958, el millonario francés Léon Motchane construyó el Instituto de Estudios Científicos Avanzados en las afueras de París como un traje hecho a la medida de la ambición de Grothendieck. Allí, y con solo treinta años, Alexander anunció un programa de trabajo para refundar las bases de la geometría y unificar todas las ramas de las matemáticas. Una generación completa de profesores y estudiantes se subyugó al sueño de Alexander, quien predicaba en voz alta mientras ellos tomaban notas, expandían sus argumentos, escribían borradores y volvían a corregirlos al día siguiente. El más devoto de todos ellos, Jean Dieudonné, se despertaba cuando aún no había salido el sol para ordenar los apuntes de la jornada anterior antes de que Grothendieck irrumpiera en la sala a las ocho en punto, en la mitad de una discusión consigo mismo que podía haber comenzado en el pasillo. El seminario produjo varios volúmenes que suman más de veinte mil páginas y logran unir la geometría, la teoría de los números, la topología y el análisis complejo.
La unificación de las matemáticas es un sueño que solo las mentes más ambiciosas han perseguido. Descartes fue uno de los primeros en demostrar que las formas geométricas pueden ser descritas por ecuaciones. Cuando uno escribe x2 + y2 = 1 está describiendo un círculo perfecto. Cada solución posible de esta ecuación general representa un círculo dibujado sobre un plano. Pero si uno considera no solo los números reales y el plano cartesiano sino los espacios bizarros de los números complejos, aparece una serie de círculos de diversos tamaños que se mueven como algo vivo, creciendo y evolucionando en el tiempo. Parte del genio de Grothendieck fue reconocer que había una entidad mayor que se escondía detrás de cualquier ecuación algebraica. Bautizó ese algo como esquema. Estos esquemas generales daban vida a las soluciones individuales, las cuales no eran más que sombras y p
#7 Continuo del libro Un verdor terrible
Estos esquemas generales daban vida a las soluciones individuales, las cuales no eran más que sombras y proyecciones ilusorias que brotaban como «los contornos de una costa rocosa iluminados de noche por la luz giratoria de un faro».
«Mi primera impresión al verlo dictar una conferencia fue que había sido transportado a nuestro planeta desde una civilización alienígena de algún sistema solar lejano para acelerar nuestra evolución intelectual», dijo de él un profesor de la Universidad de California Santa Cruz. Sin embargo, y a pesar de su radicalidad, los paisajes matemáticos que Grothendieck descubría en sus ejercicios de abstracción no parecían artificiales. A los ojos de un matemático se revelaban como un entorno natural, ya que Alexander no imponía su voluntad sobre las cosas sino que dejaba que crecieran por sí mismas, y el resultado poseía una belleza orgánica, como si cada idea hubiera brotado y crecido fruto de su propio impulso.
En 1966 fue galardonado con la Medalla Fields, conocida como el Nobel de las Matemáticas, pero se negó a viajar a Moscú para recibirla, en protesta por el encarcelamiento de los escritores Yuli Daniel y Andréi Siniavski.
La cima de sus investigaciones fue el concepto de motivo: un haz de luz capaz de alumbrar todas las encarnaciones posibles de un objeto matemático. «El corazón del corazón», llamó a esa entidad ubicada en el epicentro del universo matemático, de la cual no conocemos salvo sus más lejanos destellos.
Incluso sus colaboradores más cercanos consideraron que había ido demasiado lejos. Grothendieck quería atrapar el sol en una mano, desenterrar la raíz secreta capaz de unir innumerables teorías sin ninguna relación aparente. Le dijeron que era un proyecto imposible, más parecido a los delirios de un megalómano que a un programa de investigación científica. Alexander no escuchó. De tanto ahondar en los fundamentos, su mente había tropezado con el abismo.
Influenciado por el movimiento del 68 que rugía a su alrededor, en una clase magistral en la Universidad de París en Orsay, llamó a más de un centenar de alumnos a renunciar a «la práctica vil y peligrosa» de las matemáticas, a la luz de las amenazas que enfrentaba la humanidad. No eran los políticos los que acabarían con el planeta, les dijo, sino los científicos como ellos que «caminaban como sonámbulos hacia el Apocalipsis».
...advertía sobre el poder destructivo de las ciencias: «los átomos que despedazaron Hiroshima y Nagasaki no fueron separados por los dedos grasientos de un general, sino por un grupo de físicos armados con un puñado de ecuaciones». Grothendieck no podía dejar de cuestionar su efecto sobre el mundo. ¿Qué nuevos horrores nacerían de una comprensión total como la que él buscaba? ¿Qué haría el hombre si fuera capaz de tocar el corazón del corazón?
En los años siguientes, abandonó a su familia, renegó de sus amigos, repudió a sus colegas y huyó del resto del mundo.
«El gran giro»; así llamó Grothendieck al cambio que alteró la dirección de su vida a los cuarenta y dos años. De golpe se vio poseído por el espíritu de su época: se obsesionó con la ecología, con el complejo militar-industrial y la proliferación de las armas nucleares. Ante la desesperación de su mujer, fundó una comuna en su casa, en la cual convivieron vagabundos, profesores universitarios, hippies, pacifistas, revolucionarios, ladrones, monjes y putas.
Solo se sentía cómodo entre los pobres, los jóvenes y los marginales. Los sin Estado, los sin país.
Era generoso con sus posesiones y las regalaba sin cuidado. También era generoso con las de los demás. Un día uno de sus amigos, el chileno Cristián Mallol, llegó a su propia casa luego de salir a cenar con su esposa y encontró la puerta de entrada abierta, las ventanas de par en par, la chimenea ardiendo y la calefacción a tope. Grothendieck dormía desnudo dentro de la tina del baño. Dos meses después, Mallol recibió un cheque por tres mil francos de parte de Alexander, para compensar los gastos.
«Hacer matemáticas es como hacer el amor», escribió Grothendieck, cuya pulsión sexual rivalizaba con sus intereses espirituales. A lo largo de su vida sedujo a hombres y mujeres, tuvo tres hijos con su esposa, Mireille Dufour, y dos más fuera de su matrimonio.
Comenzó a ayunar una vez por semana, luego dos, hasta que la mortificación de su cuerpo se le volvió una costumbre, tanto que llegó a ser casi indiferente al dolor físico: durante un viaje a Canadá se negó a usar zapatos y caminaba sobre la nieve con sus sandalias, como un profeta esparciendo la buena nueva por el desierto congelado. Cuando tuvo un accidente en moto, rehusó la anestesia y solo aceptó agujas de acupuntura durante la operación a la que tuvieron que someterlo. Ese tipo de comportamientos alimentaban los rumores que sus críticos esparcían para desacreditarlo
Alexander desbandó la comunidad y se retiró a Villecun, un pueblo de apenas doce casas.
En Villecun vivió sin electricidad ni agua potable en una cabaña infestada de pulgas, pero fue feliz de una forma en que no lo había sido nunca.
Durante cinco años vivió dedicado a labores manuales, sin grandes proyectos, casi completamente aislado.
Vivía como un ermitaño, leyendo, meditando y escribiendo. En 1988 estuvo cerca de morir de inanición. Grothendieck trató de superar los cuarenta días de ayuno de Cristo en el desierto y durante meses se alimentó con sopa de dientes de león que recogía de su antejardín y de los alrededores de su casa. Sus vecinos, acostumbrados a verlo trajinar por la calle recogiendo las flores, lo salvaron de la muerte al visitarlo con tartas y platos caseros: no se iban hasta que él se resignaba a comerlos.
En julio de 1991 trató de cortar todos sus lazos con el mundo. Incineró veinticinco mil páginas de escritos personales, quemó el retrato de su padre y regaló la máscara mortuoria de su madre. Entregó sus últimas investigaciones —los apuntes de su intento fallido de iluminar el motivo, aquel objeto oscuro que latía como un corazón en lo más hondo de las matemáticas— a su amigo Jean Malgoire, para que las donara a su alma máter, la Universidad de Montpellier. A partir de entonces empezó una fuga que duraría el resto de su vida, mudándose de un pequeño pueblo al siguiente, eludiendo a los periodistas y estudiantes que lo buscaban y devolviendo las cartas que le enviaban su familia y amigos sin siquiera abrirlas.
Luego de vagabundear por el sur de Francia sin hogar fijo, se refugió en la pequeña villa de Lasserre, en Ariège, bajo la sombra de los Pirineos, a menos de una hora de distancia del campo de concentración donde su padre había pasado los últimos meses de su vida, antes de ser enviado a morir en las cámaras de gas de los nazis. De niño, Grothendieck había escapado descalzo de Rieucros, el campo donde estaba internado junto a su madre, en medio de la noche, con la firme determinación de caminar hasta Berlín para asesinar a Hitler con sus propias manos.
En 2010 su amigo Luc Illusie recibió una carta de Alexander que contenía su «Declaración de no publicación». En ella, Grothendieck prohíbe cualquier venta futura de su obra y exige que todos sus textos sean retirados de bibliotecas y universidades. Amenaza a cualquiera que busque vender, imprimir o diseminar sus textos, inéditos o no. Quiere deshacer su influencia, diluirse en el silencio, borrar hasta su última huella. «¡Hagan que todo desaparezca de una vez!»
La matemática norteamericana Leila Schneps fue una de las pocas personas con quien tuvo contacto en sus últimos años. Lo buscó durante meses. Recorrió todos los pueblos donde sospechaba que había vivido... ... hasta que vio a un anciano que compraba porotos verdes apoyándose en un bastón, vestido con el hábito de un monje. Su cabeza estaba cubierta por la capucha y su rostro escondido tras una barba blanca tan larga como la de un mago, pero ella reconoció sus ojos.
...ella le dijo que una de las conjeturas más importantes que él había planteado en su juventud finalmente había sido probada. Grothendieck apenas sonrió. Dijo que había perdido todo interés por las matemáticas.
...Schneps le preguntó por qué se había aislado de esa manera. Alexander le dijo que no odiaba a los seres humanos y que tampoco le había dado la espalda al mundo. Su retiro no era una huida ni un rechazo; al contrario, lo había hecho para protegerlos. No quería que nadie sufriera como consecuencia de lo que él había encontrado, aunque se negó a explicar a qué se refería cuando hablaba de «l’ombre d’une nouvelle horreur» (La sombra de un nuevo horror).
Murió en el Hospital de Saint-Girons, el jueves 13 de noviembre de 2014.
Según la enfermera que lo cuidó en el hospital Grothendieck se negó a ver a su familia y recibió a una sola persona, un japonés alto y tímido.
El hombre, pasó cinco días sentado al borde de la cama durante las horas de visita, inclinado en una postura muy incómoda para poner el oído lo más cerca posible de la boca del enfermo, mientras llenaba un cuaderno con apuntes. Acompañó a Alexander hasta el último momento, siempre en silencio, y permaneció en silencio junto a su cadáver hasta que vinieron a llevarlo a la morgue.
El mismo hombre, o alguien muy similar, fue detenido por los guardias de la Universidad de Montpellier dos días después. Lo habían encontrado de rodillas frente a la puerta de la habitación donde se guardaban los papeles que Grothendieck había legado a la universidad, a condición de que nadie abriera las cuatro cajas de papeles arrugados y ecuaciones escritas hasta en servilletas que Alexander había desestimado diciendo que eran «poco más que garabatos».
Los guardias hallaron un paquete de cerillas en la mano del hombre y un tarrito de líquido de encendedor e insistía una y otra vez en que lo dejaran ir, pues esa tarde debía dar un importante seminario en la Facultad de Matemáticas.
#7 #8 Brutal, gracias por compartir.
#8 Super interesante, gracias. Da para una película por lo menos
#8 Gracias, a veces recobro la esperanza en Menéame con comentarios como este.... 👌
No es por presumir pero yo resolví más de 20 problemas en menos de un mes
#13 Bah, eso no es nada
Yo una vez resolví un puzzle en 2 meses y en la caja ponía de 2 a 4 años
#13 #14 Es cosa del sistema educativo actual que premia la mediocridad, antes en el examen de la selectividad resolvíamos 14 problemas en una hora.
#18 Y afilábais los lápices con un machete
No como los sacapuntas esos que usamos los mediocres
#0 Quiero pedirte disculpas por mi desafortunado comentario 5. Lo escribí de madrugada, con sueño pero sin poder dormir por el calor.
Tu aportación es muy interesante y en modo alguno es "una insignificancia"
Te felicito por conseguir llevar una noticia sobre matemáticas a portada. Por cosas como esta estoy en Meneame.
Espero que leas esto, no estoy seguro de como hacer para que te llegue.
12 meses 14 causas
#1 #2 #3 #4 Grothendieck es mucho más interesante que la insignificancia que cuenta el artículo.
Aqui uno más extenso: https://www.fronterad.com/grothendieck-gottendieck-grothendieu-el-genio-sesentayochista-de-un-matematico/
Sus padres lucharon en la Guerra Civil Española, en las Brigadas Internacionales. De los campos de refugiados republicanos, pasaron a campos de concentración nazis. El padré murió y la madre y el hijo escaparon. Grothendieck, pasó el resto de su niñez escondiendose de los nazis.
Se negó durante muchos años a tener nacionalidad, lo que le dificultaba conseguir trabajo como académico. Dijo estar dispuesto a dejar las matemáticas y vivir de un trabajo manual. (Acabó haciendolo)
Rechazó la medalla Fields, el Nobel de matemática, para expresar su rechazo a la URSS, aunque acabó aceptando y donando el dinero del premio al Viet Cong.
Pero sobre todo, está lo que Grothendieck llamó ·El corazón del corazón de las matemáticas", teoría de motivos o “el Santo Grial de las matemáticas”.
Grothendieck en 1964, “ve” un objeto algebraico que parece estar en el centro del universo matemático son sus reflejos de reflejos de reflejos los que permiten identificar este objeto que parece ser el “corazón del corazón”. Teorías matemáticas sin aparente relación encontrarían allí una fuente común. Sería para las matemáticas lo que la Relatividad para la física.
Pero Grothendieck se asusta de lo que ha encontrado. Llega a decir que este hallazgo produciría horrores mucho mayores que la bomba atómica. Quema miles de páginas de sus trabajos. Ordena destruir las notas suyas que custodian algunas universidades y prohibe reeditar sus libros. Abandona las matemáticas y desaparece. Años después alguien lo localiza en los Pirineos donde subsiste como jornalero agrícola. Ha dado instrucciones a los pocos que saben en que pueblecito vive, para que no le remitan correspondencia ni revelen su paradero.
La Universidad de Montpellier se negó a destruir veinte mil páginas de notas de Grothendieck que custodia en su archivo. Un discípulo japonés de Grothendieck fue detenido cuando intentaba colarse en este archivo con una lata de gasolina.
Esté discípulo, tambien abandonó las matemáticas. Hay una serie de grandes matemáticos que dejaron de serlo a raíz de investigar el "corazón del corazón" por miedo a los ese descubrimiento acarrearía.
Hay un libro que cuento todo esto de forma magnífica pero no recuerdo el título. Creo que la palabra "verde" aparecía en el título.
Tambien sobre otros matemáticos que hicieron investigaron lo del corazón del corazón.
Y el alemán que estando en las trincheras de la I Guerra Mundial, hizo importantes aportaciones a la Teoría de la Relatividad antes de morir en combate.
#5 Será verdad que encontró algo tan inaudito o solo es un mito?
Son casos como este los que me llevan a pensar que algunas verdades no pueden ser conocidas y mantener lo que consideramos como cordura.
Quizas la cordura es simplemente un acuerdo tacito de la humanidad.
En tiempos remotos , parece ser que no habia mucha distincion entre sueño y realidad , y lo de "oir las voces de los dioses" era completamente natural y aceptado. Hoy en dia a alguien que afirma tal cosa , normalmente se le deja bastante espacio alrededor
Si tuviera que apostar a lo que atisbo el amigo Grothendieck y le horrorizo lo que la humanidad podria hacer con ello, apostaria por un modelo matematico de la mente.
#21 o hacer funcionar la energía nuclear de forma bestial.
www.grothendieckcircle.org
Pero que tiene que ver esta noticia con Ferreras ¿estamos locos o que ?
Muy lovecraftiano todo.
Donde ha dejado la Tardis aparcada?
Un matemático vacilón..., hasta él la cagó.
#2. Un desliz lo tiene cualquiera. Otro tema es meterse de lleno a resolver un problema matemático complejo... o catorce en unos meses. Además el tipo demostró ser tan bueno en lo suyo que hasta ese error acabó como un reconocimiento a su trabajo :
"....en una ocasión le pidieron elegir un número primo...Grothendieck respondió que el 57, que no es primo, porque es múltiplo de 3 y de 19 (3×19 = 57). Desde aquel día el 57 es el número primo de Grothendieck...'
#2 Del libro Un verdor terrible.
Ese tipo de comportamientos alimentaban los rumores que sus críticos esparcían para desacreditarlo (y para defenderse de los ataques cada vez más virulentos que Grothendieck lanzaba en su contra), el más escandaloso de los cuales contaba que el matemático cagaba en un balde en su afán por reducir su impacto sobre el planeta, y luego caminaba por las granjas de los alrededores de su casa para esparcir sus excrementos como fertilizante.