Los ciudadanos del antiguo Imperio Romano desconfiaban de la moneda de papel y se negaban a aceptar nada más que monedas de oro o plata como dinero. Así que los gobernantes se vieron obligados a inflar la oferta de dinero por el método discreto de imprimir moneda adicional.
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Hoy por contra, hay millones de gilipollas que confían en los robancos.