Todos tenemos instaurada en la mente la idea de que los diamantes son piedras preciosas, escasas, raras y valiosas. Lo cierto es que no, ni lo uno ni lo otro, aunque estamos dispuestos a pagar altas sumas por ellos porque  tenemos la idea equivocada sobre su valor, implantada en la cabeza a causa de  una exitosa y agresiva campaña de  marketing iniciada en la década de 1950 por  la principal empresa monopolista de  diamantes del  mundo, “De Beers”.  
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