De no haber existido José Arsenio Franco Larraz y Lewis Carroll, nunca hubiera existido Pepe Carroll. Una dualidad que caracterizó su vida que fue campo de batalla donde se enfrentaron el ingeniero de caminos y el joven que quería ser prestidigitador; el muchacho  tímido y el artista audaz; el presentador de programas populares de televisión y el mago exquisito y portentoso; el hombre mimado por la fortuna y el desventurado perseguido con saña por la desgracia.  
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