Si hoy un joven García Márquez, una joven Ana María Matute o un Delibes desconocido presentaran sus manuscritos, ¿alguien los leería? ¿O se perderían en el limbo de los correos sin respuesta, rechazados por no tener seguidores ni una imagen mediática que los respalde? El talento literario, sin altavoz, corre el riesgo de extinguirse entre los pliegues del algoritmo y del marketing.
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