#2:
"La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad".
#5:
#3 Se puede leer mirando el código fuente de la página y buscando una palabra que hayas visto en la vista previa.
El efecto que deja este último Premio Planeta es desolador: parece un acto de transgresión cultural intrasistémico. Maravilla la capacidad de Las hijas de la criada para desescalar hacia abajo y sin límite en el subsuelo de la novela. Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es? La novela cuenta la biografía paralela de dos niñas nacidas de un mismo padre la misma noche de 1900 en Galicia. Una de las madres (la criada) decide dar el cambiazo para que su hija tenga una vida feliz en casa del señor (y padre) y la hija de la señora padezca el sufrimiento de la pobreza y el desamparo (y a su marido borracho perdido). 42 años después, las dos ancianas se reencuentran para contarse la verdad, cuando la hija real de la señora ha sido acogida como una más de la familia y ha llevado la prosperidad a la fábrica de conservas (que incluso educa a las trabajadoras) y un boyante negocio, mientras la otra hermana de padre escapó a Argentina y tuvo una vida igualmente próspera. El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página. De golpe y porrazo, en el capítulo 15, “don Gustavo” vuelve a buscar a doña Inés “en la cama”, donde se recuperaron “empapados en su sudor y sus caricias”, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca “le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor”. La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella “detectar las demostraciones de amor” (hubiera sido raro no detectarlas) “y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura”. No puede ser solo mala suerte que el niño nazca cuando entra en la casa una invasión de ratas “negras, blancas, pardas. También las había negras como el carbón”. Y estaremos de acuerdo en que es razón suficiente para regresar a la Punta do Bico en Galicia y dejar al marido en esa maldita Cuba, “siempre envuelta en algún lío político o militar”. Claro que el riesgo es que se haga un tarambana el señor Gustavo entre cubanas y mulatas, y así se lo imagina aprensivamente Inés, “agarrado del talle de otra mujer” o, y no sé qué es peor, “enredado en brazos ajenos”, solo un momento antes, imagino, de “retirarse las lágrimas” ella, como hacen las mujeres en esta novela: las lágrimas se las “retiran” muchas veces. Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes, como la carta clave que Clara descubre y lee, pero cuya información sobre “el pecado de la carne” cometido solo confirma el médico 21 años después de fallecido el padre (porque el médico lo apuntó todo en un “cuadernito. Por si las meigas”), o como la niña que nace muerta para impedir que procree el matrimonio de dos medio hermanos, etc. ¿Era necesario que doña Inés, la madre, llegue tarde a la muerte de su marido por quedarse entretenida con la caza de un cachalote lleno de rico ámbar (y que hace millonaria a la familia), justo después de que el padre confiese el secreto de Clara al médico? Tampoco falta algún atrevimiento aventurero ya en la sesentena de Clara, cuando se descubre “unas ganas irreprimibles de dejarse abrazar y, llegado el caso, hacer el amor”. Su marido Jaime —y medio hermano— no la quiere nada. A ella, en cambio, sí “le gustaba cómo la miraba” Plácido, pelín franquista, pero por suerte viudo hace 19 años, y de una corrección política en 1963 admirable porque “el silencio de Clara era el consentimiento que Plácido necesitaba recibir”, mientras le desabrocha la blusa y empieza la fiesta. Por entonces, Clara descubre también que en sus ojos se le pone “un marco de señora y no de criada”, premonición del descubrimiento de ser hija de doña Inés, quien ha descubierto sus dotes de inteligencia empresarial (heredadas de la madre, claro: otra vez la fuerza de la sangre). Con su marido doña Inés hace bien en no discutir. No sirve de nada, aunque llegaba a tragarse el disgusto “con el riesgo de acabar padeciendo acidez de estómago”. En cambio, al hijo que asegura que su hermana “no podía llevar su sangre” de lo mala malísima que era Catalina (la que se va a Argentina), doña Inés “lo cogió por los pelos y le sacudió cuatro azotes que le quitaron para siempre las ganas de volver a abrir la boca”. Joder, pobre. También es normal que si el padre culpable recibe información sobre su hija, mucho después esté dispuesto a llevarse “hasta el precipicio de su muerte el escalofrío que le rajó el corazón en dos mitades al saber de su hija Clara”. La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad. La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria.
#9:
‘Las hijas de la criada’: el fallido folletín de Sonsoles Ónega y la autoinmolación del Premio Planeta
Jordi Gracia
6–7 minutos
El efecto que deja este último Premio Planeta es desolador: parece un acto de transgresión cultural intrasistémico. Maravilla la capacidad de Las hijas de la criada para desescalar hacia abajo y sin límite en el subsuelo de la novela. Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es?
La novela cuenta la biografía paralela de dos niñas nacidas de un mismo padre la misma noche de 1900 en Galicia. Una de las madres (la criada) decide dar el cambiazo para que su hija tenga una vida feliz en casa del señor (y padre) y la hija de la señora padezca el sufrimiento de la pobreza y el desamparo (y a su marido borracho perdido). 42 años después, las dos ancianas se reencuentran para contarse la verdad, cuando la hija real de la señora ha sido acogida como una más de la familia y ha llevado la prosperidad a la fábrica de conservas (que incluso educa a las trabajadoras) y un boyante negocio, mientras la otra hermana de padre escapó a Argentina y tuvo una vida igualmente próspera.
El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página”
El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página. De golpe y porrazo, en el capítulo 15, “don Gustavo” vuelve a buscar a doña Inés “en la cama”, donde se recuperaron “empapados en su sudor y sus caricias”, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca “le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor”. La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella “detectar las demostraciones de amor” (hubiera sido raro no detectarlas) “y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura”. No puede ser solo mala suerte que el niño nazca cuando entra en la casa una invasión de ratas “negras, blancas, pardas. También las había negras como el carbón”. Y estaremos de acuerdo en que es razón suficiente para regresar a la Punta do Bico en Galicia y dejar al marido en esa maldita Cuba, “siempre envuelta en algún lío político o militar”. Claro que el riesgo es que se haga un tarambana el señor Gustavo entre cubanas y mulatas, y así se lo imagina aprensivamente Inés, “agarrado del talle de otra mujer” o, y no sé qué es peor, “enredado en brazos ajenos”, solo un momento antes, imagino, de “retirarse las lágrimas” ella, como hacen las mujeres en esta novela: las lágrimas se las “retiran” muchas veces.
Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes, como la carta clave que Clara descubre y lee, pero cuya información sobre “el pecado de la carne” cometido solo confirma el médico 21 años después de fallecido el padre (porque el médico lo apuntó todo en un “cuadernito. Por si las meigas”), o como la niña que nace muerta para impedir que procree el matrimonio de dos medio hermanos, etc.
¿Era necesario que doña Inés, la madre, llegue tarde a la muerte de su marido por quedarse entretenida con la caza de un cachalote lleno de rico ámbar (y que hace millonaria a la familia), justo después de que el padre confiese el secreto de Clara al médico? Tampoco falta algún atrevimiento aventurero ya en la sesentena de Clara, cuando se descubre “unas ganas irreprimibles de dejarse abrazar y, llegado el caso, hacer el amor”. Su marido Jaime —y medio hermano— no la quiere nada. A ella, en cambio, sí “le gustaba cómo la miraba” Plácido, pelín franquista, pero por suerte viudo hace 19 años, y de una corrección política en 1963 admirable porque “el silencio de Clara era el consentimiento que Plácido necesitaba recibir”, mientras le desabrocha la blusa y empieza la fiesta. Por entonces, Clara descubre también que en sus ojos se le pone “un marco de señora y no de criada”, premonición del descubrimiento de ser hija de doña Inés, quien ha descubierto sus dotes de inteligencia empresarial (heredadas de la madre, claro: otra vez la fuerza de la sangre).
Con su marido doña Inés hace bien en no discutir. No sirve de nada, aunque llegaba a tragarse el disgusto “con el riesgo de acabar padeciendo acidez de estómago”. En cambio, al hijo que asegura que su hermana “no podía llevar su sangre” de lo mala malísima que era Catalina (la que se va a Argentina), doña Inés “lo cogió por los pelos y le sacudió cuatro azotes que le quitaron para siempre las ganas de volver a abrir la boca”. Joder, pobre. También es normal que si el padre culpable recibe información sobre su hija, mucho después esté dispuesto a llevarse “hasta el precipicio de su muerte el escalofrío que le rajó el corazón en dos mitades al saber de su hija Clara”.
A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad”
La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad. La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria.
#7:
Juzguen ustedes mismos. Aquí un extracto. En mi opinión, pues está al nivel de un taller literario, pero poco más:
Doña Inés estaba dormida cuando don Gustavo entró en la habitación, agitado e inquieto. Hubiera deseado verla despierta. La necesitaba viva para volver a escuchar el timbre de su voz e intercambiar unas palabras, aunque fueran escasas y estuvieran vacías. Se aproximó a la cama y la miró de cerca. Parecía una virgen descolgada de un altar. Transparente y quieta. Su gesto temblaba en la comisura de los labios con cada respiración. Le tocó la frente. No tenía fiebre.
—Es una mujer buena, muy buena —dijo balbuceando las palabras—. Merece vivir —repitió.
Nunca le había fallado. Doña Inés había cumplido siempre con sus obligaciones de esposa y asomaba a sus ojos el amor por don Gustavo. Además, era muy querida en Punta do Bico por lo que hacía por los pobres y por las señoras ricas. A todas las escuchaba cuando necesitaban hablar de sus males de amores, de los dimes y los diretes de las queridas, siempre deslenguadas e inoportunas, o de las desavenencias con las cuñadas y las suegras. Era comprensiva, consejera audaz y tan curtida en el mundo que despertaba la admiración, no siempre sincera, de quien se acercaba a sus faldas.
#27:
#17 Juer, sigo leyendo las bases del concurso y...
La dotación del premio se dará en concepto de anticipo a cuenta de derechos de autor del diez por ciento (10%) del precio de venta al público, sin IVA, para las ediciones de tapa dura o rústica, el cinco por ciento (5%) para las ediciones de bolsillo y el veinticinco por ciento (25%) de los ingresos netos percibidos por la editorial para la edición en e-book y en audiolibro.
Y, si te presentas al premio y no te dan nada, encima puede "quedarse" la obra:
EDITORIAL PLANETA, S. A. se reserva el derecho de obtener la cesión para la explotación en cualquier modalidad de las obras que, presentadas al concurso y no habiendo sido galardonadas con el primer premio o el accésit, pudieran interesarle, siempre que
comunique al autor correspondiente dicha decisión en el plazo máximo de noventa (90) días hábiles acontar desde la fecha en que se haga público el fallo del Premio Planeta.
#38:
#37 diría que no va por ahí. Respeto mucho a la gente que escribe, esta señora... en fin, ya eran malos. Hay libros malos. Muchos, y también escritos por mujeres. No toda critica debería ser rancia.
#21:
Se sabe de toda la vida que el verdadero Premio Planeta es el que anuncian como "finalista". El ganador es siempre algún famosete de la casa que quieren promocionar.
"La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad".
#3 Se puede leer mirando el código fuente de la página y buscando una palabra que hayas visto en la vista previa.
El efecto que deja este último Premio Planeta es desolador: parece un acto de transgresión cultural intrasistémico. Maravilla la capacidad de Las hijas de la criada para desescalar hacia abajo y sin límite en el subsuelo de la novela. Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es? La novela cuenta la biografía paralela de dos niñas nacidas de un mismo padre la misma noche de 1900 en Galicia. Una de las madres (la criada) decide dar el cambiazo para que su hija tenga una vida feliz en casa del señor (y padre) y la hija de la señora padezca el sufrimiento de la pobreza y el desamparo (y a su marido borracho perdido). 42 años después, las dos ancianas se reencuentran para contarse la verdad, cuando la hija real de la señora ha sido acogida como una más de la familia y ha llevado la prosperidad a la fábrica de conservas (que incluso educa a las trabajadoras) y un boyante negocio, mientras la otra hermana de padre escapó a Argentina y tuvo una vida igualmente próspera. El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página. De golpe y porrazo, en el capítulo 15, “don Gustavo” vuelve a buscar a doña Inés “en la cama”, donde se recuperaron “empapados en su sudor y sus caricias”, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca “le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor”. La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella “detectar las demostraciones de amor” (hubiera sido raro no detectarlas) “y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura”. No puede ser solo mala suerte que el niño nazca cuando entra en la casa una invasión de ratas “negras, blancas, pardas. También las había negras como el carbón”. Y estaremos de acuerdo en que es razón suficiente para regresar a la Punta do Bico en Galicia y dejar al marido en esa maldita Cuba, “siempre envuelta en algún lío político o militar”. Claro que el riesgo es que se haga un tarambana el señor Gustavo entre cubanas y mulatas, y así se lo imagina aprensivamente Inés, “agarrado del talle de otra mujer” o, y no sé qué es peor, “enredado en brazos ajenos”, solo un momento antes, imagino, de “retirarse las lágrimas” ella, como hacen las mujeres en esta novela: las lágrimas se las “retiran” muchas veces. Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes, como la carta clave que Clara descubre y lee, pero cuya información sobre “el pecado de la carne” cometido solo confirma el médico 21 años después de fallecido el padre (porque el médico lo apuntó todo en un “cuadernito. Por si las meigas”), o como la niña que nace muerta para impedir que procree el matrimonio de dos medio hermanos, etc. ¿Era necesario que doña Inés, la madre, llegue tarde a la muerte de su marido por quedarse entretenida con la caza de un cachalote lleno de rico ámbar (y que hace millonaria a la familia), justo después de que el padre confiese el secreto de Clara al médico? Tampoco falta algún atrevimiento aventurero ya en la sesentena de Clara, cuando se descubre “unas ganas irreprimibles de dejarse abrazar y, llegado el caso, hacer el amor”. Su marido Jaime —y medio hermano— no la quiere nada. A ella, en cambio, sí “le gustaba cómo la miraba” Plácido, pelín franquista, pero por suerte viudo hace 19 años, y de una corrección política en 1963 admirable porque “el silencio de Clara era el consentimiento que Plácido necesitaba recibir”, mientras le desabrocha la blusa y empieza la fiesta. Por entonces, Clara descubre también que en sus ojos se le pone “un marco de señora y no de criada”, premonición del descubrimiento de ser hija de doña Inés, quien ha descubierto sus dotes de inteligencia empresarial (heredadas de la madre, claro: otra vez la fuerza de la sangre). Con su marido doña Inés hace bien en no discutir. No sirve de nada, aunque llegaba a tragarse el disgusto “con el riesgo de acabar padeciendo acidez de estómago”. En cambio, al hijo que asegura que su hermana “no podía llevar su sangre” de lo mala malísima que era Catalina (la que se va a Argentina), doña Inés “lo cogió por los pelos y le sacudió cuatro azotes que le quitaron para siempre las ganas de volver a abrir la boca”. Joder, pobre. También es normal que si el padre culpable recibe información sobre su hija, mucho después esté dispuesto a llevarse “hasta el precipicio de su muerte el escalofrío que le rajó el corazón en dos mitades al saber de su hija Clara”. La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad. La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria.
#5 gracias. Estoy por leerla, no por comprarla. Me ha recordado un montón al mejor Marito el de la tía Julia. Lo que cuenta el crítico parecen las historias delirantes de radionovela de Pedro Camacho. Lo que me temo es que no estará tan bien escrita como la de Vargas.
#3 Quédate con esto: Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes ... A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad” Lo demás solo hace spoilers describiendo esa porquería.
#8 Bueno, quizás los lectores de este tipo de novelas esperan aberraciones narrativas, inconsecuencias (esto no me ha quedado claro qué es) y cabriolas caprichosas. Después de todo se trata de una novela, no de una biografía.
Por otra parte creo que el periodista no se ha leído las bases del premio cuando dice: "Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es?"
Vamos a las bases del concurso:
JURADO Y VOTACIÓN
El JURADO estará formado por siete prestigiosas personalidades de las letras españolas, que serán designadas libremente por EDITORIAL PLANETA, S. A.
El sistema de análisis, calificación, selección y votación de las novelas presentadas será el que establezca EDITORIAL PLANETA, S. A. Una Comisión Lectora designada por EDITORIAL PLANETA, S. A. realizará la lectura de todas las obras admitidas a concurso, emitirá un informe de cada una de ellas y escogerá las diez que considere mejores.
Esas diez obras serán sometidas a una segunda lectura e informe, que, juntamente con el primer informe referido, serán elevados al Jurado.
Las decisiones del Jurado, incluido el fallo definitivo, se adoptarán por mayoría simple
#17 Juer, sigo leyendo las bases del concurso y...
La dotación del premio se dará en concepto de anticipo a cuenta de derechos de autor del diez por ciento (10%) del precio de venta al público, sin IVA, para las ediciones de tapa dura o rústica, el cinco por ciento (5%) para las ediciones de bolsillo y el veinticinco por ciento (25%) de los ingresos netos percibidos por la editorial para la edición en e-book y en audiolibro.
Y, si te presentas al premio y no te dan nada, encima puede "quedarse" la obra:
EDITORIAL PLANETA, S. A. se reserva el derecho de obtener la cesión para la explotación en cualquier modalidad de las obras que, presentadas al concurso y no habiendo sido galardonadas con el primer premio o el accésit, pudieran interesarle, siempre que
comunique al autor correspondiente dicha decisión en el plazo máximo de noventa (90) días hábiles acontar desde la fecha en que se haga público el fallo del Premio Planeta.
#27 Vamos, que de poremio nada, tan solo te llevas el reconocimiento (que en este caso vale bien poco).
Lo de la cesión de libro aunque no ganes, no creo que simplemente se puedan apropiar de la obra gratuitamente. El problema es si quieres publicar el libro con otra editorial que te da mejores márgenes y por presentarlo al premio Planeta, estás obligado a trabajar con ellos si te lo requieren.
#27 Yo desde que leí que todas las novelas recibidas se tenían que leer, me quedaron ganas de escribir la mayor aberración de la literatura, solo por la satisfacción de saber que alguien la tenía que sufrir. Pero lamentablemente parece que alguien ya lo ha hecho y además ha conseguido ganar...
#2 No sé si eso, dentro de lo que es, le da algo de mérito, ya que si es tan mala la novela puede significar que verdaderamente la ha escrito ella en lugar de un negro.
#2 "... La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria."
#1 #1 coño, usa h.t.t.p.s:/./1.2ft.i.o/ que pareces nuevo!!
Luego me acusan de no haber estado activo tantos años.
También luego te digo que te daré un beso eh! Que soy borde solo al principio! Y me acuerdo de ti
Por cierto, no paséis información que tenga aplicada un ban como la misma URL sin puntos!!
#31 modo lectura funciona.
aunque soy partidario de votar muro de pago, entro para leer noticias (bueno, entradillas ), no tengo pq andar buscando rodeos.
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#31 Mil gracias por ese enlace, a mí me ha funcionado...demoledor artículo de este catedrático de literatura, calificando (con exhaustivas demostraciones) la redacción de Ónega, de nivel ni siquiera escolar...los culpables son, sin duda, los miembros del jurado...
‘Las hijas de la criada’: el fallido folletín de Sonsoles Ónega y la autoinmolación del Premio Planeta
Jordi Gracia
6–7 minutos
El efecto que deja este último Premio Planeta es desolador: parece un acto de transgresión cultural intrasistémico. Maravilla la capacidad de Las hijas de la criada para desescalar hacia abajo y sin límite en el subsuelo de la novela. Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es?
La novela cuenta la biografía paralela de dos niñas nacidas de un mismo padre la misma noche de 1900 en Galicia. Una de las madres (la criada) decide dar el cambiazo para que su hija tenga una vida feliz en casa del señor (y padre) y la hija de la señora padezca el sufrimiento de la pobreza y el desamparo (y a su marido borracho perdido). 42 años después, las dos ancianas se reencuentran para contarse la verdad, cuando la hija real de la señora ha sido acogida como una más de la familia y ha llevado la prosperidad a la fábrica de conservas (que incluso educa a las trabajadoras) y un boyante negocio, mientras la otra hermana de padre escapó a Argentina y tuvo una vida igualmente próspera.
El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página”
El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página. De golpe y porrazo, en el capítulo 15, “don Gustavo” vuelve a buscar a doña Inés “en la cama”, donde se recuperaron “empapados en su sudor y sus caricias”, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca “le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor”. La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella “detectar las demostraciones de amor” (hubiera sido raro no detectarlas) “y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura”. No puede ser solo mala suerte que el niño nazca cuando entra en la casa una invasión de ratas “negras, blancas, pardas. También las había negras como el carbón”. Y estaremos de acuerdo en que es razón suficiente para regresar a la Punta do Bico en Galicia y dejar al marido en esa maldita Cuba, “siempre envuelta en algún lío político o militar”. Claro que el riesgo es que se haga un tarambana el señor Gustavo entre cubanas y mulatas, y así se lo imagina aprensivamente Inés, “agarrado del talle de otra mujer” o, y no sé qué es peor, “enredado en brazos ajenos”, solo un momento antes, imagino, de “retirarse las lágrimas” ella, como hacen las mujeres en esta novela: las lágrimas se las “retiran” muchas veces.
Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes, como la carta clave que Clara descubre y lee, pero cuya información sobre “el pecado de la carne” cometido solo confirma el médico 21 años después de fallecido el padre (porque el médico lo apuntó todo en un “cuadernito. Por si las meigas”), o como la niña que nace muerta para impedir que procree el matrimonio de dos medio hermanos, etc.
¿Era necesario que doña Inés, la madre, llegue tarde a la muerte de su marido por quedarse entretenida con la caza de un cachalote lleno de rico ámbar (y que hace millonaria a la familia), justo después de que el padre confiese el secreto de Clara al médico? Tampoco falta algún atrevimiento aventurero ya en la sesentena de Clara, cuando se descubre “unas ganas irreprimibles de dejarse abrazar y, llegado el caso, hacer el amor”. Su marido Jaime —y medio hermano— no la quiere nada. A ella, en cambio, sí “le gustaba cómo la miraba” Plácido, pelín franquista, pero por suerte viudo hace 19 años, y de una corrección política en 1963 admirable porque “el silencio de Clara era el consentimiento que Plácido necesitaba recibir”, mientras le desabrocha la blusa y empieza la fiesta. Por entonces, Clara descubre también que en sus ojos se le pone “un marco de señora y no de criada”, premonición del descubrimiento de ser hija de doña Inés, quien ha descubierto sus dotes de inteligencia empresarial (heredadas de la madre, claro: otra vez la fuerza de la sangre).
Con su marido doña Inés hace bien en no discutir. No sirve de nada, aunque llegaba a tragarse el disgusto “con el riesgo de acabar padeciendo acidez de estómago”. En cambio, al hijo que asegura que su hermana “no podía llevar su sangre” de lo mala malísima que era Catalina (la que se va a Argentina), doña Inés “lo cogió por los pelos y le sacudió cuatro azotes que le quitaron para siempre las ganas de volver a abrir la boca”. Joder, pobre. También es normal que si el padre culpable recibe información sobre su hija, mucho después esté dispuesto a llevarse “hasta el precipicio de su muerte el escalofrío que le rajó el corazón en dos mitades al saber de su hija Clara”.
A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad”
La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad. La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria.
Juzguen ustedes mismos. Aquí un extracto. En mi opinión, pues está al nivel de un taller literario, pero poco más:
Doña Inés estaba dormida cuando don Gustavo entró en la habitación, agitado e inquieto. Hubiera deseado verla despierta. La necesitaba viva para volver a escuchar el timbre de su voz e intercambiar unas palabras, aunque fueran escasas y estuvieran vacías. Se aproximó a la cama y la miró de cerca. Parecía una virgen descolgada de un altar. Transparente y quieta. Su gesto temblaba en la comisura de los labios con cada respiración. Le tocó la frente. No tenía fiebre.
—Es una mujer buena, muy buena —dijo balbuceando las palabras—. Merece vivir —repitió.
Nunca le había fallado. Doña Inés había cumplido siempre con sus obligaciones de esposa y asomaba a sus ojos el amor por don Gustavo. Además, era muy querida en Punta do Bico por lo que hacía por los pobres y por las señoras ricas. A todas las escuchaba cuando necesitaban hablar de sus males de amores, de los dimes y los diretes de las queridas, siempre deslenguadas e inoportunas, o de las desavenencias con las cuñadas y las suegras. Era comprensiva, consejera audaz y tan curtida en el mundo que despertaba la admiración, no siempre sincera, de quien se acercaba a sus faldas.
Se sabe de toda la vida que el verdadero Premio Planeta es el que anuncian como "finalista". El ganador es siempre algún famosete de la casa que quieren promocionar.
#13 No estoy del todo de acuerdo contigo. Yo trabajé en una de las agencias de publicidad que publicitaban el Premio Planeta y, en aquella época, no se compraba, lo que se hacía era elegir el tipo de autor que iba a ganarlo, hasta el punto que nosotros sabíamos el perfil del ganador antes de la presentación de las obras, no el nombre. Por poner un ejemplo. uno de los años se decidió que lo ganaría una persona conocida pero alejado del mundo literario, acabó ganándolo un famoso presentador de televisión, por cierto una televisión que no tenía que ver con el Grupo Planeta. Lo que pretendían era maximizar las ventas y lo hacen siguiendo las tendencias de las ventas de libros en cuanto a autores.
Lo que me flipa es que algunos estén descubriendo ahora que el Planeta es una estafa.
Con deciros que un agente literario de Planeta me ofreció escribir una novela, creo que ya está todo dicho.
Jo. Pues lo siento mucho por ella. Con lo fácil que tenía haber escrito una novela sobre tramas mediáticas, noticias falsas, policías corruptos, micrófonos ocultos, políticos mentirosos... podría haberla titulado "Aquí, comiendo pollas..." o algo por el estilo
#30#33 Además, este mismo ser volvió a despotricar lo mismo contra lo mismo ya el año pasado. Da igual, como he dicho antes, se trata de batalla entre grupos mediáticos, sin más, da igual qué obra, qué escritora sea la premiada este año, el anterior, el que viene, etc.: https://elpais.com/babelia/2023-02-11/la-inanidad-del-premio-planeta.html#?rel=mas
Es lo que ocurre cuando se otorga el premio en función del currículo del autor... qué casualidad más causal que periodistas televisivas hayan sido premiadas en los últimos años, pensé cuando apareció el premio.
#37 diría que no va por ahí. Respeto mucho a la gente que escribe, esta señora... en fin, ya eran malos. Hay libros malos. Muchos, y también escritos por mujeres. No toda critica debería ser rancia.
¿Qué esperáis de premios que se dan por servicios ideológicos a la mafia del 78? No le van a dar 1 millón de euros a cualquier mindundi que, a lo mejor, luego resulta que es de Podemos.
Seguramente sea como dice la crítica, un libro flojito que no merece un premio, ni idea ya de si su lectura puede ser entretenida o no para mucha gente.
Desde luego por lo que se lee es efectivamente un folletín.
Que esto sale en el Pais porque el premio lo da una editorial (Planeta) de la competencia lo tenemos claro ¿verdad?
Que estos premios funcionan asi, y si el grupo Prisa da un premio a algun periodista, escritor... lo hace a alguien de la SER, el Pais... por mediocre que sea, antes que darselo a la competencia.
Hace ya algunos años que los libros interesantes del Premio Planeta son los finalistas, del tercero para abajo. En la presentación de "El Arpista" (tercer finalista del Premio Planeta 2022) escuché a Francisco Marín decir literalmente que a él le envían los 10 últimos finalistas del Premio Planeta y los dos primeros (los que se llevan la pasta y la fama) directamente ni los lee, que los interesantes son los otros. Que por cierto, grata sorpresa me llevé con El Arpista porque, aunque no es de la temática que más me apasiona, me está pareciendo de lo más interesante.
El Grupo Planeta, tiene tanto a la editorial Planeta como Antena 3. A ver si no quería gastarse la pasta, y le han dado el premio-fake a su trabajadora para hacer el paripé.
#22 Estoy convencido que Hacienda tiene un ojo puesto en el asunto. Porque de un premio de un millón de euros le debe quedar un buen pico a la hacienda pública.
Después del fiasco del año pasado, era evidente que éste se lo iban a dar a una mujer que estuviera claro que lo era, que lo hubiera sido siempre, empoderada y con una historia sobre mujeres empoderadas. Y la hija de Fernando cumplía todos los requisitos, y además era de la casa.
La calidad literaria y la historia en sí en realidad no importaban. Es una cuestión genérica.
Increíble que llegue a portada una noticia de un periódico que hay que pagar para leer. Parece que todos lo leeis.
Como se os nota el plumero gentes! cómo se os nota!
Comentarios
"La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad".
#2 Porfa pon el texto completo...
#3 Se puede leer mirando el código fuente de la página y buscando una palabra que hayas visto en la vista previa.
El efecto que deja este último Premio Planeta es desolador: parece un acto de transgresión cultural intrasistémico. Maravilla la capacidad de Las hijas de la criada para desescalar hacia abajo y sin límite en el subsuelo de la novela. Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es? La novela cuenta la biografía paralela de dos niñas nacidas de un mismo padre la misma noche de 1900 en Galicia. Una de las madres (la criada) decide dar el cambiazo para que su hija tenga una vida feliz en casa del señor (y padre) y la hija de la señora padezca el sufrimiento de la pobreza y el desamparo (y a su marido borracho perdido). 42 años después, las dos ancianas se reencuentran para contarse la verdad, cuando la hija real de la señora ha sido acogida como una más de la familia y ha llevado la prosperidad a la fábrica de conservas (que incluso educa a las trabajadoras) y un boyante negocio, mientras la otra hermana de padre escapó a Argentina y tuvo una vida igualmente próspera. El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página. De golpe y porrazo, en el capítulo 15, “don Gustavo” vuelve a buscar a doña Inés “en la cama”, donde se recuperaron “empapados en su sudor y sus caricias”, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca “le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor”. La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella “detectar las demostraciones de amor” (hubiera sido raro no detectarlas) “y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura”. No puede ser solo mala suerte que el niño nazca cuando entra en la casa una invasión de ratas “negras, blancas, pardas. También las había negras como el carbón”. Y estaremos de acuerdo en que es razón suficiente para regresar a la Punta do Bico en Galicia y dejar al marido en esa maldita Cuba, “siempre envuelta en algún lío político o militar”. Claro que el riesgo es que se haga un tarambana el señor Gustavo entre cubanas y mulatas, y así se lo imagina aprensivamente Inés, “agarrado del talle de otra mujer” o, y no sé qué es peor, “enredado en brazos ajenos”, solo un momento antes, imagino, de “retirarse las lágrimas” ella, como hacen las mujeres en esta novela: las lágrimas se las “retiran” muchas veces. Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes, como la carta clave que Clara descubre y lee, pero cuya información sobre “el pecado de la carne” cometido solo confirma el médico 21 años después de fallecido el padre (porque el médico lo apuntó todo en un “cuadernito. Por si las meigas”), o como la niña que nace muerta para impedir que procree el matrimonio de dos medio hermanos, etc. ¿Era necesario que doña Inés, la madre, llegue tarde a la muerte de su marido por quedarse entretenida con la caza de un cachalote lleno de rico ámbar (y que hace millonaria a la familia), justo después de que el padre confiese el secreto de Clara al médico? Tampoco falta algún atrevimiento aventurero ya en la sesentena de Clara, cuando se descubre “unas ganas irreprimibles de dejarse abrazar y, llegado el caso, hacer el amor”. Su marido Jaime —y medio hermano— no la quiere nada. A ella, en cambio, sí “le gustaba cómo la miraba” Plácido, pelín franquista, pero por suerte viudo hace 19 años, y de una corrección política en 1963 admirable porque “el silencio de Clara era el consentimiento que Plácido necesitaba recibir”, mientras le desabrocha la blusa y empieza la fiesta. Por entonces, Clara descubre también que en sus ojos se le pone “un marco de señora y no de criada”, premonición del descubrimiento de ser hija de doña Inés, quien ha descubierto sus dotes de inteligencia empresarial (heredadas de la madre, claro: otra vez la fuerza de la sangre). Con su marido doña Inés hace bien en no discutir. No sirve de nada, aunque llegaba a tragarse el disgusto “con el riesgo de acabar padeciendo acidez de estómago”. En cambio, al hijo que asegura que su hermana “no podía llevar su sangre” de lo mala malísima que era Catalina (la que se va a Argentina), doña Inés “lo cogió por los pelos y le sacudió cuatro azotes que le quitaron para siempre las ganas de volver a abrir la boca”. Joder, pobre. También es normal que si el padre culpable recibe información sobre su hija, mucho después esté dispuesto a llevarse “hasta el precipicio de su muerte el escalofrío que le rajó el corazón en dos mitades al saber de su hija Clara”. La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad. La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria.
#5 gracias. Estoy por leerla, no por comprarla. Me ha recordado un montón al mejor Marito el de la tía Julia. Lo que cuenta el crítico parecen las historias delirantes de radionovela de Pedro Camacho. Lo que me temo es que no estará tan bien escrita como la de Vargas.
#5 Joder, la pone fina.
No la pensaba leer, pero me queda clara la opinión del crítico 💩 , muy sutil no está hoy
#5 pero le ha gustado o no? No queda claro
#48 Le ha encantado y ha abierto un change.org para que firmemos su candidatura al Nobel de Literatura, al de la Paz y al de Física.
#3 Quédate con esto: Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes ... A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad” Lo demás solo hace spoilers describiendo esa porquería.
#8 Bueno, quizás los lectores de este tipo de novelas esperan aberraciones narrativas, inconsecuencias (esto no me ha quedado claro qué es) y cabriolas caprichosas. Después de todo se trata de una novela, no de una biografía.
Por otra parte creo que el periodista no se ha leído las bases del premio cuando dice: "Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es?"
Vamos a las bases del concurso:
JURADO Y VOTACIÓN
El JURADO estará formado por siete prestigiosas personalidades de las letras españolas, que serán designadas libremente por EDITORIAL PLANETA, S. A.
El sistema de análisis, calificación, selección y votación de las novelas presentadas será el que establezca EDITORIAL PLANETA, S. A. Una Comisión Lectora designada por EDITORIAL PLANETA, S. A. realizará la lectura de todas las obras admitidas a concurso, emitirá un informe de cada una de ellas y escogerá las diez que considere mejores.
Esas diez obras serán sometidas a una segunda lectura e informe, que, juntamente con el primer informe referido, serán elevados al Jurado.
Las decisiones del Jurado, incluido el fallo definitivo, se adoptarán por mayoría simple
#17 Juer, sigo leyendo las bases del concurso y...
La dotación del premio se dará en concepto de anticipo a cuenta de derechos de autor del diez por ciento (10%) del precio de venta al público, sin IVA, para las ediciones de tapa dura o rústica, el cinco por ciento (5%) para las ediciones de bolsillo y el veinticinco por ciento (25%) de los ingresos netos percibidos por la editorial para la edición en e-book y en audiolibro.
Y, si te presentas al premio y no te dan nada, encima puede "quedarse" la obra:
EDITORIAL PLANETA, S. A. se reserva el derecho de obtener la cesión para la explotación en cualquier modalidad de las obras que, presentadas al concurso y no habiendo sido galardonadas con el primer premio o el accésit, pudieran interesarle, siempre que
comunique al autor correspondiente dicha decisión en el plazo máximo de noventa (90) días hábiles acontar desde la fecha en que se haga público el fallo del Premio Planeta.
#27 Vamos, que de poremio nada, tan solo te llevas el reconocimiento (que en este caso vale bien poco).
Lo de la cesión de libro aunque no ganes, no creo que simplemente se puedan apropiar de la obra gratuitamente. El problema es si quieres publicar el libro con otra editorial que te da mejores márgenes y por presentarlo al premio Planeta, estás obligado a trabajar con ellos si te lo requieren.
#27 Yo desde que leí que todas las novelas recibidas se tenían que leer, me quedaron ganas de escribir la mayor aberración de la literatura, solo por la satisfacción de saber que alguien la tenía que sufrir. Pero lamentablemente parece que alguien ya lo ha hecho y además ha conseguido ganar...
#50 no, no te confundas, sólo leen las admitidas a concurso, no las presentadas, según lo que dicen en #17
#72 Te divierte aplastar los sueños de la gente...
#78 hombre, si son sueños sádicos...
#17 O sea, que el jurado no se lee ni una novela.
#62 por lo que dicen en #17 no hay necesidad de hacerlo. Pueden decidir sin leer nada.
#3 --12ft.io---
#2 No sé si eso, dentro de lo que es, le da algo de mérito, ya que si es tan mala la novela puede significar que verdaderamente la ha escrito ella en lugar de un negro.
#2 "... La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria."
#2 Vamos, que es el Premio Planeta de los Simios...
#0 muro de pago
#1 Elpais tiene 10 articulos gratis al mes. Es "muro de pago".
#57 como dice #4 al principio tienes 10 artículos gratis al mes, asi que no te montes peliculas
#59 Si hombre, seguro de vida y la enciclopedia.
#63 mucho trabajo, verdad?
#1 Poroso. Yo pude leer todo el artículo sin problemas.
#1 #1 coño, usa h.t.t.p.s:/./1.2ft.i.o/ que pareces nuevo!!
Luego me acusan de no haber estado activo tantos años.
También luego te digo que te daré un beso eh! Que soy borde solo al principio! Y me acuerdo de ti
Por cierto, no paséis información que tenga aplicada un ban como la misma URL sin puntos!!
#31 esa ya no funciona, uso Remove Paywall, pero esa no es la cuestión
#31 modo lectura funciona.
aunque soy partidario de votar muro de pago, entro para leer noticias (bueno, entradillas ), no tengo pq andar buscando rodeos.
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#31 Mil gracias por ese enlace, a mí me ha funcionado...demoledor artículo de este catedrático de literatura, calificando (con exhaustivas demostraciones) la redacción de Ónega, de nivel ni siquiera escolar...los culpables son, sin duda, los miembros del jurado...
#1 Como el premio planeta.
‘Las hijas de la criada’: el fallido folletín de Sonsoles Ónega y la autoinmolación del Premio Planeta
Jordi Gracia
6–7 minutos
El efecto que deja este último Premio Planeta es desolador: parece un acto de transgresión cultural intrasistémico. Maravilla la capacidad de Las hijas de la criada para desescalar hacia abajo y sin límite en el subsuelo de la novela. Mientras leía hundido en la miseria y en la tumbona me preguntaba si alguno de los miembros del jurado hizo el sacrificio de leerse esas 400 páginas. ¿Rosa Regàs o Carmen Posadas no sintieron una vergüenza cósmica? ¿Qué vio el fino lector Pere Gimferrer que haya empujado su voto favorable? ¿A José Manuel Blecua no se le han llevado todísimos los demonios académicos y no académicos? ¿Cuál es el límite a partir del cual el lector de un jurado se cloroformiza o se anestesia de tal manera que renuncia a ser quien es?
La novela cuenta la biografía paralela de dos niñas nacidas de un mismo padre la misma noche de 1900 en Galicia. Una de las madres (la criada) decide dar el cambiazo para que su hija tenga una vida feliz en casa del señor (y padre) y la hija de la señora padezca el sufrimiento de la pobreza y el desamparo (y a su marido borracho perdido). 42 años después, las dos ancianas se reencuentran para contarse la verdad, cuando la hija real de la señora ha sido acogida como una más de la familia y ha llevado la prosperidad a la fábrica de conservas (que incluso educa a las trabajadoras) y un boyante negocio, mientras la otra hermana de padre escapó a Argentina y tuvo una vida igualmente próspera.
El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página”
El folletín es un género que puede hacerse bien o mal. Aquí las cosas raras saltan a cada página. De golpe y porrazo, en el capítulo 15, “don Gustavo” vuelve a buscar a doña Inés “en la cama”, donde se recuperaron “empapados en su sudor y sus caricias”, sin la menor idea de por qué está pasando eso por parte de Inés (ni del lector), que nunca “le preguntó a qué se había debido ese cambio de humor”. La trama necesitaba otro hijo. Como no hay mal que por bien no venga, se quedó embarazada de nuevo o, mejor, logró ella “detectar las demostraciones de amor” (hubiera sido raro no detectarlas) “y el vientre fecundado que empezó a moldear su figura”. No puede ser solo mala suerte que el niño nazca cuando entra en la casa una invasión de ratas “negras, blancas, pardas. También las había negras como el carbón”. Y estaremos de acuerdo en que es razón suficiente para regresar a la Punta do Bico en Galicia y dejar al marido en esa maldita Cuba, “siempre envuelta en algún lío político o militar”. Claro que el riesgo es que se haga un tarambana el señor Gustavo entre cubanas y mulatas, y así se lo imagina aprensivamente Inés, “agarrado del talle de otra mujer” o, y no sé qué es peor, “enredado en brazos ajenos”, solo un momento antes, imagino, de “retirarse las lágrimas” ella, como hacen las mujeres en esta novela: las lágrimas se las “retiran” muchas veces.
Las aberraciones narrativas son continuas. Las inconsecuencias también. Las cabriolas caprichosas se suceden hasta extremos delirantes, como la carta clave que Clara descubre y lee, pero cuya información sobre “el pecado de la carne” cometido solo confirma el médico 21 años después de fallecido el padre (porque el médico lo apuntó todo en un “cuadernito. Por si las meigas”), o como la niña que nace muerta para impedir que procree el matrimonio de dos medio hermanos, etc.
¿Era necesario que doña Inés, la madre, llegue tarde a la muerte de su marido por quedarse entretenida con la caza de un cachalote lleno de rico ámbar (y que hace millonaria a la familia), justo después de que el padre confiese el secreto de Clara al médico? Tampoco falta algún atrevimiento aventurero ya en la sesentena de Clara, cuando se descubre “unas ganas irreprimibles de dejarse abrazar y, llegado el caso, hacer el amor”. Su marido Jaime —y medio hermano— no la quiere nada. A ella, en cambio, sí “le gustaba cómo la miraba” Plácido, pelín franquista, pero por suerte viudo hace 19 años, y de una corrección política en 1963 admirable porque “el silencio de Clara era el consentimiento que Plácido necesitaba recibir”, mientras le desabrocha la blusa y empieza la fiesta. Por entonces, Clara descubre también que en sus ojos se le pone “un marco de señora y no de criada”, premonición del descubrimiento de ser hija de doña Inés, quien ha descubierto sus dotes de inteligencia empresarial (heredadas de la madre, claro: otra vez la fuerza de la sangre).
Con su marido doña Inés hace bien en no discutir. No sirve de nada, aunque llegaba a tragarse el disgusto “con el riesgo de acabar padeciendo acidez de estómago”. En cambio, al hijo que asegura que su hermana “no podía llevar su sangre” de lo mala malísima que era Catalina (la que se va a Argentina), doña Inés “lo cogió por los pelos y le sacudió cuatro azotes que le quitaron para siempre las ganas de volver a abrir la boca”. Joder, pobre. También es normal que si el padre culpable recibe información sobre su hija, mucho después esté dispuesto a llevarse “hasta el precipicio de su muerte el escalofrío que le rajó el corazón en dos mitades al saber de su hija Clara”.
A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad”
La sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad. La popular presentadora Sonsoles Ónega no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria.
Juzguen ustedes mismos. Aquí un extracto. En mi opinión, pues está al nivel de un taller literario, pero poco más:
Doña Inés estaba dormida cuando don Gustavo entró en la habitación, agitado e inquieto. Hubiera deseado verla despierta. La necesitaba viva para volver a escuchar el timbre de su voz e intercambiar unas palabras, aunque fueran escasas y estuvieran vacías. Se aproximó a la cama y la miró de cerca. Parecía una virgen descolgada de un altar. Transparente y quieta. Su gesto temblaba en la comisura de los labios con cada respiración. Le tocó la frente. No tenía fiebre.
—Es una mujer buena, muy buena —dijo balbuceando las palabras—. Merece vivir —repitió.
Nunca le había fallado. Doña Inés había cumplido siempre con sus obligaciones de esposa y asomaba a sus ojos el amor por don Gustavo. Además, era muy querida en Punta do Bico por lo que hacía por los pobres y por las señoras ricas. A todas las escuchaba cuando necesitaban hablar de sus males de amores, de los dimes y los diretes de las queridas, siempre deslenguadas e inoportunas, o de las desavenencias con las cuñadas y las suegras. Era comprensiva, consejera audaz y tan curtida en el mundo que despertaba la admiración, no siempre sincera, de quien se acercaba a sus faldas.
#7 Yo diría cualquier estudiante con buena nota en bachillerato...
#7 el libro que quiere adaptar Spielberg
#41 A ver qué tarda Antena 3 en colarnos una serie...
#7 Parece un relato para el periódico escolar de un colegio de monjas de la España franquista
Se sabe de toda la vida que el verdadero Premio Planeta es el que anuncian como "finalista". El ganador es siempre algún famosete de la casa que quieren promocionar.
#21 por añadir la critica del finalista ‘La sangre del padre’ de Alfonso Goizueta https://elpais.com/babelia/2023-11-10/la-sangre-del-padre-la-novela-de-alfonso-goizueta-finalista-del-planeta-es-un-compendio-de-lugares-comunes.html
Se lo dieron a la que lleva atresmedia intentado vendernos como la nueva Maria Teresa o Ana Rosa.
El premio Planeta se compra, no le den más vueltas. El prospecto de Lexatin sería premio Planeta si lo comprara la farmecéutica.
#13 No estoy del todo de acuerdo contigo. Yo trabajé en una de las agencias de publicidad que publicitaban el Premio Planeta y, en aquella época, no se compraba, lo que se hacía era elegir el tipo de autor que iba a ganarlo, hasta el punto que nosotros sabíamos el perfil del ganador antes de la presentación de las obras, no el nombre. Por poner un ejemplo. uno de los años se decidió que lo ganaría una persona conocida pero alejado del mundo literario, acabó ganándolo un famoso presentador de televisión, por cierto una televisión que no tenía que ver con el Grupo Planeta. Lo que pretendían era maximizar las ventas y lo hacen siguiendo las tendencias de las ventas de libros en cuanto a autores.
#56 ¿De cuantos años estamos hablando? Por tener información. Diez? Quince?
#61 Por lo que dice de que ganó un presentador de TV puede que tengamos que retroceder a 1996 (Fernando Schwartz) o 1995 (Fernando G. Delgado).
#61 de hace 25 años, más o menos
Hace ya tiempo que el premio Planeta es algo como si lo leyera Vicente Wallés: el premio Plan ETA.
Este premio planeta es un escándalo.
#28 Sí, este año parece más descarado de lo normal
#28 Va en su contra, así se pierde el prestigio. Bueno, ya lo tenía muy perdido, comprar el premio Planeta ya no es comprar un buen libro.
En Firefox, pulsas F9 y se activa modo lectura, y es un modo fácil para leer.
Por otra parte, la novela parece que la a escrito una DA (Desinteligencia Artificial) y el jurado ni lo ha leído.
#10 "ha escrito", errores de humanos
#66 tienes nivel para presentarte al planeta
vaya sorpresa saber que Planeta premia a alguien del grupo empresarial aunque la obra sea un mierdón como el que Jeff Goldblum ve en PArque Jurásico
Lo que me flipa es que algunos estén descubriendo ahora que el Planeta es una estafa.
Con deciros que un agente literario de Planeta me ofreció escribir una novela, creo que ya está todo dicho.
#39 te ofreció escribir una novela o te ofreció ganar el Planeta?
Jo. Pues lo siento mucho por ella. Con lo fácil que tenía haber escrito una novela sobre tramas mediáticas, noticias falsas, policías corruptos, micrófonos ocultos, políticos mentirosos... podría haberla titulado "Aquí, comiendo pollas..." o algo por el estilo
es PRISA contra PLANETA... y una simple escritora y trabajadora de PLANETA soportando las guerras entre grupos mediáticos rivales. ya está bien!
#30 está el grupo prisa para dar lecciones a estas alturas de la película.
#30 #33 Además, este mismo ser volvió a despotricar lo mismo contra lo mismo ya el año pasado. Da igual, como he dicho antes, se trata de batalla entre grupos mediáticos, sin más, da igual qué obra, qué escritora sea la premiada este año, el anterior, el que viene, etc.: https://elpais.com/babelia/2023-02-11/la-inanidad-del-premio-planeta.html#?rel=mas
Es lo que ocurre cuando se otorga el premio en función del currículo del autor... qué casualidad más causal que periodistas televisivas hayan sido premiadas en los últimos años, pensé cuando apareció el premio.
A un hombre no le ha gustado un libro de una mujer con protagonistas mujeres.
Huele a rancio.
#37 diría que no va por ahí. Respeto mucho a la gente que escribe, esta señora... en fin, ya eran malos. Hay libros malos. Muchos, y también escritos por mujeres. No toda critica debería ser rancia.
#37 lo que huele a rancio es estar siempre pensando en lo que tiene la gente entre las piernas.
¿Qué esperáis de premios que se dan por servicios ideológicos a la mafia del 78? No le van a dar 1 millón de euros a cualquier mindundi que, a lo mejor, luego resulta que es de Podemos.
Pero... ¿Le ha gustado la novela o no le ha gustado?
Seguramente sea como dice la crítica, un libro flojito que no merece un premio, ni idea ya de si su lectura puede ser entretenida o no para mucha gente.
Desde luego por lo que se lee es efectivamente un folletín.
Que esto sale en el Pais porque el premio lo da una editorial (Planeta) de la competencia lo tenemos claro ¿verdad?
Que estos premios funcionan asi, y si el grupo Prisa da un premio a algun periodista, escritor... lo hace a alguien de la SER, el Pais... por mediocre que sea, antes que darselo a la competencia.
#45 El premio Ondas es el premio Planeta de Prisa.
#45 si fuera así entonces cada año tendrías un artículo despotricando, pero resulta que no viene siendo así
Si querían darle una paga extra que se la hubiesen añadido en la nómina con el concepto correspondiente.
Hace ya algunos años que los libros interesantes del Premio Planeta son los finalistas, del tercero para abajo. En la presentación de "El Arpista" (tercer finalista del Premio Planeta 2022) escuché a Francisco Marín decir literalmente que a él le envían los 10 últimos finalistas del Premio Planeta y los dos primeros (los que se llevan la pasta y la fama) directamente ni los lee, que los interesantes son los otros. Que por cierto, grata sorpresa me llevé con El Arpista porque, aunque no es de la temática que más me apasiona, me está pareciendo de lo más interesante.
El Grupo Planeta, tiene tanto a la editorial Planeta como Antena 3. A ver si no quería gastarse la pasta, y le han dado el premio-fake a su trabajadora para hacer el paripé.
#22 Estoy convencido que Hacienda tiene un ojo puesto en el asunto. Porque de un premio de un millón de euros le debe quedar un buen pico a la hacienda pública.
Esbque hay que hacer millonaria a la post-franquista esta...a toda costa...
También puede ser que hayan contratado un negro barato
#0 Para ser una crítica literaria, me choca la absoluta falta de tildes en el titular y la entradilla.
#70 desde cuando he dicho que es una critica literària?, solo es una noticia, si nonte gusta no la votes
#81 Estoy hablando de la noticia, no de ti.
seguro que les resulta rentable el premioa Planeta, no se cuantos millones la dan de premio, pero sacaran muchos mas, no hay otra explicacion
Después del fiasco del año pasado, era evidente que éste se lo iban a dar a una mujer que estuviera claro que lo era, que lo hubiera sido siempre, empoderada y con una historia sobre mujeres empoderadas. Y la hija de Fernando cumplía todos los requisitos, y además era de la casa.
La calidad literaria y la historia en sí en realidad no importaban. Es una cuestión genérica.
Increíble que llegue a portada una noticia de un periódico que hay que pagar para leer. Parece que todos lo leeis.
Como se os nota el plumero gentes! cómo se os nota!
#57 eso fachas! Solo se deben leer El Diario y Público