La mayoría de nosotros fracasa en algún ámbito de la interpretación emocional de los demás, aunque sea a niveles microscópicos (como ese ligero arqueamiento de la comisura de la boca), pero en general se nos da bastante bien saber si nos somos bienvenidos a una fiesta. No obstante, hay sustancias que pueden empeorar nuestra sensibilidad emocional o nuestro sentido del ridículo. Sustancias que directamente nos vuelven gilipollas.  
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