Las luces de emergencia iluminaban lo suficiente como para saber dónde estaba. También el lío en el que Carla se había metido. Tanta grandiosidad la empequeñecía. Se encendieron las alarmas en su cabeza. Se había quedado encerrada en la torre más lujosa de la Quinta Avenida. Al atardecer, jóvenes y niños patinaban en la pista de hielo en torno al árbol de Navidad de Rockefeller Center. La música era navideña, los adornos también; lo paradójico, que estaban en abril. Su grupo escolar, con la monitora, hacían tiempo para subir al mirador Top of
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