Los museos no solo conservan objetos, sino también nuestra memoria colectiva. En plena era digital, un gran enemigo del patrimonio no es tanto el paso del tiempo como el “Photoshop con wifi”: memes, montajes y bulos que, con humor o confusión, alteran nuestra percepción de la historia. Un ejemplo reciente de cómo el cine se alimenta del patrimonio –y de sus misterios– es La huella del mal (2025), presentada en marzo en el Festival de Málaga y estrenada el 30 de julio en Netflix. Inspirada en una novela de Manuel Ríos San Martín.
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