El escritor José Luis Sampedro decía que para conocer una época es mejor una buena novela que un estudio sociológico. Lo dijo a propósito de Días contados. Para Sampedro, se trataba de un libro imprescindible para conocer los 80. Aunque la novela de Madrid se centraba en la cara menos amable de la movida madrileña, la película introducía una variable que no aparecía en el libro: el terrorismo de ETA. Uno piensa en los 80 y enseguida le viene a la mente la movida. De los atentados no nos acordamos de inmediato.
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Uno piensa en los 80 y enseguida le viene a la mente la movida. De los atentados no nos acordamos de inmediato. Esta es la típica gilipollas a la que, si a ella no le gusta el cocido, se permite afirmar "a la gente no le gusta el cocido".
Lo digo porque para mí, que crecí en un pueblo de Murcia, lejísimos de la movida, los 80 son sobre todo los años del atentado diario en el telediario.
Como ya apuntaba el crítico literario Ricardo Senabre hace una década, pese al enorme peso que ha tenido el terrorismo de ETA en nuestra historia, llama la atención lo poco que se ha abordado el tema en la ficción. Por suerte, las cosas están cambiando.
Pasa que con el tiempo los ánimos se relajan y se ven las cosas con más perspectiva. Escribir una novela sobre los GAL y el tardofranquismo como la que comenta el artículo sería considerado casi obsceno en 2001, con ETA aún matando. Pero en pleno 2016 y el recuerdo de las bombas cada vez más lejano, hay más libertad para escribir sobre el 76, el 86, el 96 o el 2006.