El Ministerio de Igualdad es la cabeza visible de un enorme entramado institucional que utiliza el feminismo como catalizador social para imponer un cambio de régimen. Han construido un relato victimista que sostiene la existencia de una opresión sistémica contra las mujeres con el que pretenden, cada vez de forma más evidente, instalar la idea de que el Estado democrático y de derecho es incompatible con la lucha contra la violencia que algunas sufren. De forma progresiva, inoculan en el debate público y mediático una suerte de falsa dicotomía