Una noche de enero, la policía llegó a la casa de José Alejandro Hurtado, en la capital de Nicaragua, y le dijo que tenía que acudir a la estación porque alguien había alquilado un coche utilizando su identificación, y el vehículo había sido robado. Fue la última vez que se le vio. Hurtado, de 57 años, ingeniero informático y activista político desde hace mucho tiempo, es una de las casi tres decenas de personas que, según grupos de derechos humanos, han sido desaparecidas a manos de las autoridades nicaragüenses