Podría parecer que, al gobierno de derechas más antisocial de la historia reciente de este país, le ha dado un brusco arrebato de bonhomía y ha hecho propias las demandas sindicales de conciliación de la vida laboral y familiar tras haberlas literalmente laminado a golpe de Boletín Oficial del Estado y reformas legislativas. Pero no ha sido así, el caso retrata la lamentable estampa de la vieja política, de la España postfranquista e inacabada que se resiste a desaparecer.
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