Rogelio Gómez parece un tipo tranquilo. Conversa pausadamente y asegura que trabaja discretamente, intentando no tener mucha repercusión mediática y “hacer las cosas correctamente”. Nos atiende tras volver de un municipio de la sierra de Madrid, donde ha recuperado varios chalés que habían sido okupados ilegalmente. Sabe que la fama que persigue a su sector no es últimamente la mejor por el trabajo principal que desempeña: la desokupación de viviendas. “No somos todos unos tipos con pintas de neonazis que utilizan las coacciones y las amenazas”
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