El nivel de la política se mide, más que por los decibelios que propalan sus señorías en los parlamentos respectivos, por su parecido o no con un zoológico, una perrera o incluso un chiquero, visto lo visto en estos últimos días tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado o en cámaras autonómicas como Les Corts valencianas. Porque, en definitiva, se trata sencillamente de tener lo que hay que tener, educación y saber estar, y en ningún caso dejarse llevar por los cantos de sirena de antidemócratas y negacionistas que anteponen
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