En una colina arriba de la Catedral de Nuuk se alza una estatua de más de 2 metros de altura del misionero protestante Hans Egede. A comienzos del siglo XVIII, fue él quien reavivó los lazos de Groenlandia con el norte de Europa y sentó las bases para el establecimiento de la posesión colonial más preciada de Dinamarca. Un día, a finales de la década de 1970, la figura de bronce apareció de repente cubierta de pintura roja. Recuerdo bien ese día; pasaba junto a la estatua todos los días en mi caminata hacia la escuela.
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