Como era previsible, los golpes de pecho de Mogherini y de buena parte de los mandatarios europeos se han quedado sólo en eso, en declaraciones vacías para acallar conciencias, para hacer creer así a la opinión pública que la Unión Europea sigue siendo el faro de la civilización en el mundo. Hoy mismo ya costaba encontrar en los periódicos algún titular prominente relacionado con la catástrofe humanitaria acontecida en el Canal de Sicilia días atrás o con la cumbre celebrada en Bruselas para afrontar una crisis.
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