Los indicadores socioeconómicos registraron mejoras significativas. La pobreza baja estadísticamente, pero parece no notarse y concordar con lo que vemos en las calles. La sola observación cotidiana muestra que la presencia de cartoneros y personas revolviendo la basura se ha vuelto otra vez parte del paisaje urbano como un cuarto de siglo atrás, exponiendo las limitaciones del enfoque puramente monetario de la pobreza, que no contempla variables como acceso a la salud, la educación o a una vivienda digna.
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