Hartos de una situación que llevan ya varios veranos sufriendo y ante la inacción institucional, los agricultores decidieron pasar a la acción. Llenaron las cisternas de purines de su ganado, las engancharon a sus tractores y rociaron sus campos para que el olor de los excrementos y la suciedad provocasen la huida de los acampados ilegalmente.
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