La oposición parlamentaria denunció reiteradamente esta situación, mientras que los sindicatos hablaban de un servicio “privatizado a medida” y alertaban de que se estaba construyendo una industria del fuego. La expresión no era casual: al pagarse por horas de vuelo y medios desplegados, el modelo generaba un incentivo perverso. Cuanto más fuego, más horas, y más ingresos para la empresa.  
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