El capitalismo chino se legitima no en la democracia, sino en los resultados. El contrato social tácito es obediencia a cambio de prosperidad. Mientras la renta per cápita crezca y la movilidad social se mantenga, la ausencia de libertades políticas resulta, para millones de chinos, un precio asumible. Pero en Estados Unidos, donde la sanidad sigue siendo inaccesible para millones y la educación superior genera deudas impagables, cualquier giro hacia un capitalismo más autoritario corre el riesgo de agudizar brutalmente la fractura social  
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