La ultraderecha lleva usándolo desde siempre, pero en cierta medida ha calado en prácticamente todos los discursos políticos: escava la trinchera y neutraliza al contrincante para que no entre en el debate. Ya no importa si nuestra sociedad está construida sobre injusticias económicas, que el empresario se lucre explotándote o el rentista y el banquero saqueándote. La exclusión y el racismo cultural hace que aquellos que han sido humillados por el sistema, explotados, saqueados o llevados a la pobreza, tengan una forma de reconocimiento social.