Es raro no quedar asombrado por la cantidad de situaciones sexualmente chocantes que le suceden a James Bond en las películas. Aunque esto ha ido ocurriendo cada vez menos. Probablemente porque los productores de la familia Broccoli-Wilson descubrieron que la seducción es, en realidad, un juego interactivo, una vía de doble sentido, y los personajes femeninos no tienen por qué ser muñecas de trapo. Semejante y grotesca fue la tesitura que sucedió en Goldfinger (1964) y que involucra al personaje de nombre estrafalario llamado Pussy Galore [..]