Existe la tentación en periodismo de pensar que la calidad de las respuestas de los políticos va descendiendo en función de su mayor o menor vulnerabilidad. Si las cosas están chungas, los aludidos empiezan a ofrecer comentarios confusos y en ocasiones ininteligibles. Se convierte en una especie de termómetro. Si es difícil saber si las acusaciones que reciben son ciertas o no, se llega a la conclusión de que cuanto peor se defiendan, más posibilidades hay de que sean culpables.
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El gañán del autor, que obviamente sabe lo que hace, prefiere relativizar miserias con el patético “el PP también lo hace”, como si eso blanqueara algo. Y encima tiene la desvergüenza de disfrazar de “análisis” lo que no es más que propaganda encubierta, tratando al lector como a un idiota que no merece explicaciones claras. Periodismo de servilismo, para un partido podrido y un público al que dan por vencido. Penoso, y no cuela.