Hacia el final del mandato de Biden, los conservadores, hartos de las supuestas imposiciones por parte del «capital woke», intentaron crear una «economía paralela» en la que se podían comprar versiones «anti-woke» de algunos productos. Estos productos podían ser más caros, pero era el precio de tus convicciones. Ahora, en el segundo mandato de Trump, esa economía paralela es simplemente la economía. Las guerras culturales trumpistas han encarecido casi todo, obligando de facto a todos los estadounidenses a pagar un impuesto «anti-woke».