Del Big Bang a Dios: Explicando la existencia del universo

¿Por qué existe algo en lugar de nada? Esta pregunta, una de las más profundas de la filosofía, ha desafiado a pensadores durante milenios. Concebir un universo eterno parece eludir la necesidad de un origen, pero imaginar que todo surgió de la nada resulta absurdo. En este artículo, combinaré razonamientos metafísicos y evidencia científica para argumentar que el universo no se explica por sí mismo, criticando posturas materialistas que lo consideran autosuficiente o producto del azar. En su lugar, defenderé que una causa trascendente, inteligente y necesaria —una perspectiva teísta— ofrece una explicación más coherente para la existencia y el orden del cosmos.

1)    El universo, o algo que le dio lugar, es eterno

Podemos definir 'universo' en términos astronómicos como todo el espacio, tiempo, materia y energía que emergieron con el Big Bang y que han interactuado o podrían interactuar con nosotros, limitado por la velocidad de la luz y la expansión cósmica (unos 93 mil millones de años luz de diámetro). Aunque algunos podrían incluir estados especulativos pre-Big Bang, como un vacío cuántico, estos se considerarán más adelante como entidades contingentes que también requieren una causa.

Por tanto, un universo eterno parece contingente, es decir, podría no haber existido o haber sido diferente de como lo conocemos: tiene propiedades específicas, como constantes físicas precisas (la fuerza gravitacional, la masa del electrón, la constante cosmológica) que permiten la existencia de galaxias, planetas y vida. Pero estas características no son intrínsecamente necesarias; podrían haber tenido otros valores o no haber existido en absoluto. Entonces, ¿por qué las propiedades y leyes físicas son exactamente las que son y no otras? ¿Por qué este universo, con este orden matemático y esta capacidad para sostener vida consciente, en lugar de un caos diferente o la nada? Esta contingencia sugiere que algo más allá del universo —una causa no contingente— debió determinar su existencia y su diseño específico. La contingencia implica dependencia; lo dependiente no puede explicar su propia existencia sin incurrir en circularidad causal.

Si la cadena de eventos que constituye el universo se extendiera infinitamente hacia atrás en el tiempo, cada evento sería causado por uno anterior, y este por otro, ad infinitum. El principio de no contradicción es un pilar del razonamiento, y si lo abandonamos, cualquier afirmación podría ser verdadera y falsa. Una cadena infinita de eventos pasados plantea problemas filosóficos: si el presente existe, su existencia parece exigir que la cadena haya tenido un inicio en algún punto, pues una regresión infinita evade la pregunta de qué inició todo. Imagina una hilera de ollas infinitas transmitiéndose el calor unas a otras: ¿no nos preguntaríamos dónde está el fuego que las calienta? En cosmología y física hay ecuaciones que permiten soluciones teóricas con un tiempo infinito hacia el pasado, como ciertos modelos de universos cíclicos o soluciones estáticas de la relatividad general (e.g., el universo de Einstein). Sin embargo, que algo sea matemáticamente posible no implica que sea físicamente real. El infinito es útil como concepto potencial (los números crecen sin límite), pero en la naturaleza solo observamos cantidades, extensiones y duraciones finitas; un infinito real carece de confirmación empírica directa y sigue siendo especulativo. Por ejemplo, las ecuaciones también permiten soluciones teóricas como universos con dimensiones extrañas o tiempo negativo, pero no hay evidencia de que existan en la realidad física. Los modelos de universos cíclicos o teorías de rebote, aunque coherentes matemáticamente, carecen de evidencia empírica sólida que respalde su validez como descripciones del cosmos real y contradicen el modelo estándar ΛCDM —el modelo del Big Bang con energía oscura y materia oscura fría—, confirmado por observaciones como la radiación de fondo cósmico y la nucleosíntesis primordial. Por ello, es razonable exigirles predicciones testables antes de considerarlos alternativas viables. Mi hipótesis teísta, que presentaré más adelante, no depende de evidencias empíricas, sino de razonamientos metafísicos sobre la existencia misma del universo, a diferencia de estos modelos, que buscan describir procesos físicos materiales.

Incluso si un ciclo fuera infinito, seguiría necesitando una causa primera fuera del ciclo para explicar por qué existe este. Si hubiera habido una cantidad infinita de días antes de hoy, ¿cómo llegamos a este día específico? Además, si el universo tuviera un pasado infinito, las leyes de la termodinámica, particularmente la segunda ley (que establece que la entropía aumenta en un sistema cerrado), sugieren que todo el combustible cósmico (estrellas, reacciones nucleares) se habría agotado hace mucho, dejando un estado de equilibrio térmico incompatible con estructuras como galaxias o vida. Algunos argumentan que en modelos cíclicos la entropía podría "reiniciarse" en cada ciclo, o que fluctuaciones improbables (como las del teorema de recurrencia de Poincaré) podrían reordenar el cosmos tras un tiempo infinito. Sin embargo, estos mecanismos carecen de observación directa y contradicen el aumento universal de entropía en el modelo estándar. Además, tales fluctuaciones, aunque teóricamente posibles, no explican por qué existe un marco físico que las permite en primer lugar.

La evidencia cosmológica moderna, como la expansión del universo y las observaciones del Big Bang, apunta a un comienzo del universo observable hace unos 13.800 millones de años. Algunos dirán que el Big Bang no implica un "comienzo absoluto", sino el inicio de nuestro espacio-tiempo observable, y especulan con estados pre-Big Bang (multiverso, vacío cuántico, inflación). Sin embargo, desplazar el problema a un estado previo no resuelve la cuestión de la contingencia: ¿por qué existe ese multiverso, vacío o campo inflacionario con propiedades específicas? Estas hipótesis, aunque compatibles con la física, trasladan la pregunta de la contingencia sin responderla y, hasta que ofrezcan evidencia observable sólida, son conjeturas tan metafísicas como la causa primera que propongo.

Algunos filósofos argumentan que es más simple postular solo el universo que postular a Dios, apelando al principio de parsimonia: no multipliquemos entidades innecesariamente. Sin embargo, el universo no tiene las propiedades de una causa sin causa: debe ser eterno (sin comienzo) y necesario (incapaz de no existir). Pero el universo, tal como lo conocemos, no parece cumplir estos criterios: la evidencia sugiere un comienzo hace 13.800 millones de años, y es contingente (compuesto de partes —galaxias, átomos, leyes físicas— que podrían haber sido diferentes o no haber existido). Atribuirle eternidad y necesidad sin evidencia observable es un supuesto tan grande como postular una causa externa; la diferencia es que esta última explica la contingencia, mientras que el universo autocausado no. Si el universo no tiene causa, ¿por qué existe con estas leyes y no otras? Su configuración, ajustada finamente para permitir la vida, sugiere una razón detrás de su forma particular. Algunos dirán que este ajuste fino es casualidad o resultado de un multiverso donde solo observamos este universo porque estamos en él (principio antrópico). Pero el principio antrópico explica por qué observamos este universo, no por qué existe un marco físico que permite tal ajuste fino. El multiverso, aunque teóricamente plausible y con posibles predicciones (e.g., en el fondo cósmico), carece de evidencia directa y multiplica la contingencia: ¿por qué existe un multiverso con esas propiedades?

Si el universo tuvo un comienzo, decir que no tiene causa no explica cómo empezó. Si no tuvo un comienzo, el problema del infinitismo causal persiste: una cadena infinita de eventos pasados es filosóficamente problemática y empíricamente cuestionable. El principio de parsimonia no se trata solo de contar entidades, sino de cuál hipótesis explica mejor los datos con menos supuestos injustificados. Postular que el universo es su propia causa requiere ignorar la evidencia de un comienzo, atribuirle propiedades (necesidad, eternidad) que no tiene intrínsecamente y dejar sin explicación el orden y la inteligibilidad del cosmos. Imaginemos el videojuego de Los Sims: suponer que existe sin un programador parece más simple, pero no es razonable. Sin un creador, el código, los gráficos y las reglas habrían surgido solos. ¿De dónde vienen las reglas que lo hacen funcional? Sin un programador, el orden del sistema carece de explicación.

Por último, algunos postulan que lo eterno es algo preexistente al Big Bang, como el vacío cuántico. Pero esto no explica por qué existe ese vacío en lugar de nada, ni por qué tiene propiedades específicas (energía, leyes cuánticas) que permiten generar un universo. El vacío cuántico parece contingente: podría no haber existido o tener otras características. Aunque algunos lo consideren un estado fundamental "necesario" en un marco físico, sigue siendo razonable preguntarse por qué existe tal estado en lugar de la nada absoluta. Decir que el universo surgió de un vacío cuántico empuja el problema un paso atrás. El modelo estándar del Big Bang describe el inicio del espacio-tiempo observable, por lo que un “antes” (vacío, multiverso) es especulativo. Un vacío cuántico eterno enfrenta los mismos problemas del infinito real (entropía, causalidad), y si tuvo un inicio, la pregunta por su causa se traslada, no se resuelve.

No apelo a lo que la ciencia aún no explica, sino a lo que el materialismo, por principio, no puede explicar: la existencia misma de algo contingente en lugar de nada. Una causa eterna, necesaria y externa al universo ofrece una explicación más satisfactoria que las alternativas materialistas para la existencia y el orden del cosmos.

2)    Algo que trasciende el universo material lo creó

En este modelo, el universo no se explica por sí mismo, ni es eterno, ni surgió de la nada. Si fuera eterno o se explicara solo, no sería contingente, pero su composición —partes cambiantes, leyes específicas— muestra que podría haber sido diferente o no haber existido. Por tanto, debe haber una causa primera, inmaterial, eterna y necesaria que lo creó y lo sostiene en la existencia como alguien que suministra electricidad para mantener un televisor funcionando. Esta causa sería Dios.

La causa del universo no puede ser material, espacial ni temporal, porque esas propiedades aparecen con el universo mismo. El modelo estándar muestra que materia, espacio y tiempo comenzaron hace 13.800 millones de años con el Big Bang, entendido como el inicio de nuestro espacio-tiempo observable. La causa debe trascenderlos y ser inmaterial y atemporal, ya que no puede depender de lo que crea.

El universo es contingente: podría no haber existido o existir de otra manera. Nada en su interior explica por qué existe, porque lo contingente necesita una razón fuera de sí mismo. Esa razón debe ser un ser necesario que no pueda no existir, que no dependa de nada más y sea la base de toda la realidad. Una ley impersonal no basta como causa primera, porque las leyes físicas comienzan con el universo y carecen de agencia para iniciar algo desde un estado atemporal. Una causa atemporal que produce un efecto temporal implica una transición del no-ser al ser, lo que requiere voluntad: una ley o fuerza impersonal no puede "decidir" actuar sin un contexto preexistente que la active, mientras que una mente con voluntad sí puede elegir iniciar el cambio. Una causa impersonal, como una ley abstracta, carecería de la capacidad de pasar de la potencialidad a la acción sin algo que la impulse, mientras que una inteligencia con intención resuelve esta transición. Elegir implica inteligencia y personalidad, sugiriendo que la causa es personal, no una fuerza ciega.

Si es cierto que el universo tuvo un comienzo, ello implicaría que su causa no produjo un efecto eterno, sino uno temporal. Para que una causa atemporal produzca un efecto temporal debe tener la capacidad de elegir cuándo actuar: voluntad. Una causa impersonal no puede iniciar sin algo que la active, y si existe algo para activarla, no es la causa primera.

Crear un universo con leyes tan finamente ajustadas, vida consciente y orden matemático requiere una inteligencia superior. Constantes como la fuerza gravitacional o la masa del electrón están tan precisas que un cambio mínimo las haría incompatibles con la vida. El azar no explica este orden. El principio antrópico dice que solo vemos este universo porque existimos, pero no responde por qué existe un marco que permite tal precisión. El multiverso propone innumerables universos con constantes variadas, y algunos sugieren que podría tener predicciones verificables (e.g., en el fondo cósmico), pero carece de evidencia directa y multiplica la contingencia: ¿por qué existe un multiverso con esas propiedades? Esto apunta a un diseño racional, no a un caos ciego.

¿Y si el universo fuera eterno? Incluso sin concediéramos —por hipótesis— que el universo ha existido eternamente, eso no lo convertiría en necesario ni autosuficiente. Un universo eterno seguiría siendo contingente si su existencia no estuviera justificada por sí misma. La eternidad no implica necesidad: algo puede existir desde siempre y aún así depender de una causa externa para existir. Supón que ves una huella en la arena. Alguien podría decir: "esa huella ha estado ahí desde siempre." Bien, aunque haya estado eternamente, eso no elimina la necesidad de una causa: sigue necesitando una pisada que la haya producido. La eternidad de la huella no implica autosuficiencia. Lo mismo sucede con el universo: aunque hubiera existido desde siempre, seguiría necesitando una causa que explique por qué existe en lugar de no existir. Esa causa debe ser necesaria, eterna y no dependiente: Dios.

La analogía ilustra un principio general: la existencia de algo, incluso eterna, no implica que sea autosuficiente. El universo, como la huella, tiene características específicas (orden, leyes, vida) que sugieren una dependencia, no una necesidad intrínseca.

Esto no es un hueco que la ciencia llenará, porque la pregunta no es cómo empezó el universo, sino por qué existe algo contingente en lugar de nada. La idea muy resumida de todo lo que he querido decir es que el universo, por ser contingente y no autosuficiente, requiere una causa trascendente, eterna, inteligente y personal —Dios— que explique tanto su existencia como su orden extraordinario.