¿Para cuándo una manifestación contra el coronavirus?

Los viejos líderes del activismo deben de estar haciéndose viejos. O eurodiputados, como Dani el Rojo. ¿qué les pasa? ¿Se les ha encallecido la conciencia social o es que sus jefes en la sombra les han pedido que blanqueen esta plaga?

No hay convocadas aún manifestaciones contra el coronavirus. ¿Por qué? ¿Cómo se explica esta dejación? ¿Dónde se ha subsumido la indignación? ¿Dónde ha ido a parar el empuje de las clases contestatarias?

Se convocaron manos blancas contra el terrorismo y coños negros contra la violencia de género, pero nadie ha ideado aún las narices verdes contra el virus. Nos estamos volviendo daltónicos sociales.

¿Qué está pasando? ¿Perdemos facultades? ¿Nos hemos vuelto cobardes? ¿Han apaciguado con Linux y Prozac nuestras ansias de justicia?

Esto tiene que parar. Mucha gente está sufriendo. Mueren personas. ¿Habéis oído? Personas. Y cada persona tiene un valor infinito, incalculable, único e irrepetible.

Y otras muchas se arruinan, sin que se les muestre nuestra solidaridad. Sin que se les ofrezca siquiera un like en su perfil de Facebook. Sin una palmada en la espalda. Sin un aplauso desde el balcón. ¿Es justo? ¿Es humano eso?

Pero en vez de contra el virus arremetemos contra los políticos, que bastante tienen para ellos, los pobres, con maldecir su mala suerte y escaquearse como pueden de una responsabilidad que les viene tan grande a su inteligencia como un condón a un eunuco.

¿Por qué culpamos a nuestros representantes? ¿No los hemos elegido nosotros en listas abiertas? ¿No los hemos elegido nosotros en elección directa, sin los contubernios corruptos de la partitocracia? ¿De qué nos quejamos entonces? ¿No han seguido fielmente hasta ahora nuestros intereses, olvidándose de su beneficio personal?

Al que hay que hacerle comprender que esto debe cesar es al virus. Como se le hizo comprender a aquel volcán homófobo y patriarcal que no podía erupcionar el día del Orgullo. Como le hicieron comprender los norteamericanos a la Tormenta Tecla que no podía soplar durante el 4 de Julio. Como le hicieron comprender los japoneses a los restos radioactivos de Fukushima, con aquella sopa fluorescente que degustaron en cerrada comunión de almas abnegadas.

Nos falta coraje.

Nos falta valor cívico.

Nos falta una buena manifa, qué cojones.