Me acabo de acordar de que hace tiempo escribí un artículo sobre la enseñanza online, y aunque me ha costado dar con él, resulta que es de febrero de este año: o sea, de antes de la pandemia.
El artículo se limitaba a plantear la posibilidad de que las clases se siguieran de manera no presencial, y en los comentarios se debatía si esto es posible, deseable, o simplemente un arrebato neoliberal mío para ahorrar en educación.
Y un mes después, porque el artículo es del 13 de Febrero, estábamos confinados.
Lo más curioso del asunto es cómo ha cambiado la película desde entonces, cómo algunos defienden justamente la posición contraria y cómo se ha modificado el relato en este tiempo. El de todos, que no me excluyo.
Eso, digo, es lo curioso. Porque lo malo, lo peor es que de un modo u otro acerté, y bien que me jode, porque acerté en los medios, pero no en las conclusiones.
Las clases se dan online, sí, pero no las da el mejor. Las siguen dando los de siempre, o una fracción de los de siempre, porque ahora se turnan. Trescientos cincuenta alumnos, siete profesores. Siete grupos de cincuenta. Vale. Chicos, habrá una sola clase online y cada semana la dará uno de los profesores del Departamento. ¿A que es guay? Los otros seis, libran esa semana, porque online no importa si te escuchan cincuenta o trescientos cincuenta. Es cojonudo y es real. No me lo invento.
De momento, algunos profesores han descubierto la bicoca, ¿pero cuánto tardará en descubrirla el Estado o las Autonomías?
¿Qué impide reducir las plazas presenciales y empezar a ofrecer plazas online para quienes no se puedan pagar los desplazamientos y el alojamiento fuera de su casa? ¿Para qué pagar becas si se puede tener a los pobres en casa, estudiando online? ¿Qué coste se añade en realidad becando la matrícula a distancia de más estudiantes? ¿Qué impide enviar a los alumnos de menos recursos a carreras "semipresenciales", con título oficial? ¿Qué impide normalizar los estudios a distancia, reduciendo costes en edificios, conserjes, calefacción y profesorado duplicado? ¿Cuánta gente sobraría por este camino? ¿Cómo pueden ser tan necios esos pocos profesores, porque son pocos, espero, de no ver el camino que están señalando?
Están cebando al perro pastor con carne de oveja muerta y se va a aficionar a su sabor. Están labrando su propia ruina, pero no lo ven aún.
El experimento educativo al que asistimos tendrá consecuencias. Si ahora un profesor puede dar clase a quinientos alumnos en un aula virtual, podrá también más tarde. Y se decretará un mes de prácticas, en las titulaciones que se necesiten. Y se decretará un mes de exámenes.
Y al final acabará todo el mundo en casa, delante de una pantalla, menos los que se puedan pagar el caro privilegio de ver cara a cara a otras personas.
Suena chungo, ¿eh?